domingo, 30 de diciembre de 2012

NOS VEMOS AHÍ

«El ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero» (Apocalipsis 22:1, NVI).

¿No es hermosa? Hoy hemos entrado por las puertas de la Nueva Jerusalén y tenemos en frente la ciudad. Mira, un ángel se está acercando a nosotros. Qué brillante es. Quiere que lo sigamos. Me pregunto hacia dónde nos lleva.
¡Mira eso! ¡Es el trono de Dios! Postrémonos frente a él. Dios nos está pidiendo que nos levantemos y que veamos lo que el ángel nos está mostrando. Jamás había visto un río tan hermoso. ¡Qué agua tan pura! Puede verse claramente cada piedra; cada pez y cada planta. No hay ninguna clase de contaminación en él.
¿No desearías que los ríos, lagos y océanos de la tierra fueran así de limpios? A veces están tan contaminados que los peces se mueren y el agua no se puede ni tomar.  Pero en el cielo todo es puro. ¿No te gustaría tener un corazón tan puro como el río de la vida? Deseo tanto poder vivir con Jesús. Quiero ser puro. Quiero conocer a Dios.
Bebe hoy abundantemente de las palabras de vida de Jesús. Puedes encontrarlas en la Biblia.  Vive por Jesús y nos encontraremos en el cielo, junto al río de agua de vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NACER DE NUEVO


Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3).

Mi querida amiga, seguramente te habrás preguntado muchas veces, al igual que Nicodemo: «¿Cómo se puede realmente nacer de nuevo? ¿Qué implica ese nuevo nacimiento?».
Espero que estemos convencidas de la seriedad espiritual que esto encierra y de lo vital que es haber entendido que únicamente podemos nacer de nuevo cuando aceptamos de todo corazón a Jesucristo como nuestro Señor y bendito Salvador. Esa fe manifestada mediante el bautismo, es lo que conocemos como conversión. La misma es algo que nos lleva a través del agua y del Espíritu a contemplar el reino de Dios.
Ahora bien, es muy posible que algunas de nosotras hayamos bajado a las aguas bautismales sin entender del todo el profundo significado de ese acto, y que lo hayamos hecho sencillamente por cumplir un ritual. ¿Por qué el Señor estableció ese rito como un primer paso en la senda de la fe? Solo él conoce la respuesta precisa, pero lo que sí podemos ver es que cuando aceptamos la gracia salvadora de Jesús a través de su muerte expiatoria, él comienza a transformar todo nuestro ser y nuestro carácter mediante la obra de su Santo Espíritu. Nos lleva a ser creyentes cristianas y nos convierte en un testimonio vivo. Entonces experimentaremos un cambio en nuestra forma de pensar y de comportarnos: ahora actuaremos conforme a lo que creemos.
Según abandonamos la forma antigua de vivir, el Espíritu Santo comienza a implantar en nuestras vidas una nueva naturaleza, de acuerdo con nuestra fe. Ya no seremos las mismas personas. La semilla implantada por el Espíritu Santo en el momento del bautismo ha florecido y nos permite llevar los frutos del nuevo creyente. ¡Una nueva vida en Cristo Jesús!
Querido Padre, permíteme aceptar la gracia de Jesús para renacer como una nueva mujer.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

LAS COMPUERTAS DE CIELO


Pruébenme en esto [...] y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. Malaquías 3:10, NVI

Hace tiempo una compañera de trabajo me envió por correo electrónico el relato de un jovencito ciego que solía pedir limosnas en los escalones de un edificio. Cada día se le podía ver ahí, con su sombrero para recibir las monedas, y un cartel que decía: «Soy ciego. Por favor, una limosnita». Así transcurrían sus días, hasta que ocurrió un hecho interesante. Resulta que un hombre se le acercó y, después de colocar unas monedas en el sombrero, agarró el letrero y escribió unas palabras en la parte de atrás. Luego lo colocó de modo que la gente leyera el nuevo mensaje. Al poco rato el sombrero comenzó a llenarse de monedas con rapidez inusual.
Al final de la tarde el hombre que había escrito el nuevo mensaje regresó para ver qué tal iban las cosas. Entonces el joven ciego aprovechó para preguntarle.
—¿Qué hizo usted para que la gente me diera más dinero?
—Sencillamente cambié el letrero que usas para pedir ayuda.
—¿Y qué escribió?
—Escribí: «Este es un hermoso día, pero yo no puedo verlo».
¡Qué interesante! Ambos letreros solicitaban ayuda. Pero había una «pequeña» diferencia: el segundo mensaje recordaba a la gente la gran bendición que significa poder ver. Y este hecho nos enseña una gran lección: Deberíamos ser un poquito más agradecidos a Dios por el sinnúmero de bendiciones que cada día nos da; bendiciones que disfrutamos como si tuviéramos todo el derecho del mundo a ellas.
Al acercarnos al final de un año más, te pregunto: ¿Puedes ver la luz de un hermoso día? Si la respuesta es afirmativa, entonces agradece a Dios. ¿Puedes oír el canto de los pajarillos? ¿Hay comida en tu mesa? ¿Tienes familiares y amigos que te aprecian? ¿Puedes asistir al colegio, a la universidad? ¿Tienes un cuarto y una cama limpia dónde dormir?
Mi amigo, mi amiga, Dios nos ha rodeado de innumerables bendiciones este año. Más de las que podemos contar. ¿Qué tal si ahora mismo inclinas tu rostro y elevas una oración de gratitud a tu Padre celestial?

¡Gracias, Padre amado, porque durante este año me has colmado de tantas bendiciones!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SU AMOR ES COMO EL ORO


«"Mía es la plata y mío es el oro" dice Jehová de los ejércitos» (Hageo 2:8).

Hace algunos años, mi esposa y yo visitamos Sudáfrica, el mayor productor mundial de oro. Uno de nuestros amigos nos preguntó si nos gustaría visitar una mina de oro abierta recientemente. Nos encantó la idea.
Entramos en un ascensor y bajamos al fondo de la mina. La mina ya tenía 1,600 m de profundidad y se esperaba profundizar otros 1,600 m más. La roca aurífera es arrancada y transportada a la superficie donde se reduce a polvo. Uno de los métodos empleados para obtener el oro es calentando ese polvo en un horno que está a una temperatura muy elevada.
Un viejo refrán dice: «No es oro todo lo que reluce». Por ejemplo, el mineral pirita tiene un brillo parecido al del oro y un color amarillo metálico. A menudo se confunde con el oro y, por lo tanto, se la llama el «oro de los tontos».
A algunos cristianos se los podría llamar «cristianos tontos». Son tontos, no porque engañen a nadie, sino porque se engañan a sí mismos. Definitivamente, no engañan a Jesús, porque él afirma: «Tú dices: "Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad". Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico» (Apoc. 3:17,18). El oro representa el amor, el fundamento del gobierno de Dios.
Jesús se refería específicamente a los laodicenses. La palabra «laodicenses» significa «personas que deciden por sí mismas». Pueden ser lo que les apetezca en el momento que crean oportuno sin necesitar la ayuda de Dios ni de nadie. A ellos Jesús les dice: «Piensan que son oro y no son más que pirita, el oro de los tontos. Les ruego que vengan a mí y compren oro auténtico, probado en fuego y puro al 100%. No del de Sudáfrica, sino del mío».
El consejo de Jesús no es para una iglesia, es para nosotros, usted y yo.  Basado en Apocalipsis 3:14-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill