Lugar: Estados Unidos
Palabra de Dios: Salmo 37:24
Papá, ¿puedo ir contigo? -preguntó Jacob*.
-Por supuesto, si quieres. Solo voy aquí cerca, a visitar a los Jansen.
Jacob se puso con ansiedad el abrigo nuevo que sus padres le habían comprado, y pronto el papá y su hijito, de cuatro años, caminaban por la vereda. El camino estaba resbaloso, cubierto de hielo y de nieve.
-Dame la mano -le dijo el papá-. Está muy resbaladizo aquí.
El chico sacudió la cabeza.
-Quiero dejarlas manos en los bolsillos -dijo-. Esta campera tiene bolsillos lindos.
Y siguió caminando por su cuenta.
Un par de minutos más tarde, Jacob se resbaló y se cayó. Mientras el papá lo ayudaba a levantarse, le dijo:
-Hijito, si me das la mano, no te volverás a caer.
Pero, el niño no quiso hacerlo, y metió las manos nuevamente en los bolsillos de su abrigo. No pasó mucho tiempo hasta que sus pies encontraron otro lugar con hielo, y nuevamente se cayó, con los brazos y las piernas desparramados sobre el frío hielo. El papá de Jacob lo levantó una vez más, pero no dijo nada.
El niñito se quedó detenido unos segundos, con las manos en los bolsillos. Luego, miró a su papá y le dijo:
-Papi, creo que tengo que darte la mano.
No tuvo que pedirlo dos veces. Su papá lo tomó firmemente de la mano, y caminaron juntos hasta que llegaron a la casa de los Jansen. Aunque los pies de Jacob resbalaron una vez más, su papá evitó que se cayera.
Dios quiere sostenemos de la mano, para evitar que nos caigamos. Pero, si insistimos en hacer las cosas como nosotros queremos - como hizo Jacob -, entonces resbalaremos y caeremos. El libro de Salmos dice: "Podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano". Permite que Dios te tome de la mano, y camina junto con él hacia la seguridad.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson