domingo, 9 de diciembre de 2012

UN EJEMPLO SANTO


«Nosotros mismos oímos esa voz que vino del cielo cuando estábamos con él en el monte santo» (2 Pedro 1:18,NVI).

Este año hemos subido a varias montañas, pero ninguna como esta. El monte del que Pedro está hablando en este versículo se llama Monte de la Transfiguración. Pedro estaba ahí y estaba más que asustado. Te cuento: Jesús había invitado a Pedro, Santiago y Juan a subir a este monte. Cuando estaban en la cima se les aparecieron Moisés y Elías, vieron a Jesús brillando con una gloria celestial y escucharon a Dios hablando desde el cielo. Yo creo que yo también me habría asustado.
Varias veces durante nuestra aventura de este año hemos hablado de nuestra amistad con Jesús. Él es sin duda nuestro mejor amigo, pero también debemos recordar que es un Dios asombroso. Por el solo hecho de caminar en una montaña ya la convierte en santa, y él puede hacer que nuestras vidas también lo sean. Él quiere que seas un ejemplo para que todos vean lo que Dios puede hacer con un niño o niña como tú.
La única manera de poder convertirnos en esa clase de ejemplo es estar con Jesús como lo estuvieron Pedro, Santiago y Juan en el monte santo. Todo lo que Jesús toca se vuelve santo. Pídele que haga también de tu vida un ejemplo santo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SEGUROS BAJO SUS ALAS


Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte. (Ruth 2:12).

Ruth era una mujer que abrigaba en su corazón los sentimientos más nobles, por eso pudo compadecerse de su suegra Noemí. Decidió seguirla, abandonando su propia tierra, su familia e incluso sus dioses y costumbres; dejó atrás sus raíces. Ruth se dispuso a seguir a su suegra Noemí y al Dios al que ella servía en su día a día.
Por otro lado, Noemí era prácticamente una mujer sin futuro, ya que todos sus hijos hablan muerto en una tierra extraña mientras todavía eran jóvenes. Noemí era una mujer aparentemente derrotada porque en la tierra moabita había perdido lo único que tenía: a su familia, todo su patrimonio. Por ese motivo decidió regresar a su pueblo, donde quizá hallaría misericordia para poder sobrevivir. Podríamos decir que Ruth aceptó continuar su viaje vital con Noemí, incluso a pesar de las carencias que enfrentaban, porque existía en su corazón el deseo profundo de servir a su suegra y al Dios que ella amaba.
Desde luego que el Señor tenía un hermoso plan para ellas: le permitió a Ruth ser la abuela del rey David. ¡Qué grandes son las bendiciones que Dios guarda para nosotras cuando lo seguimos por fe! Es posible que en este relato no hayamos visto mucho más que un anhelo de bendiciones. Dos mujeres necesitadas de pan, unas manos vacías y un deseo vehemente de que Dios supliera sus necesidades. Pero en realidad el mensaje es muy profundo: si seguimos al Señor, él derramará sobre nosotras más bendiciones de las que imaginamos.
Al observar el final de la historia de Ruth podemos apreciar la forma en que Dios estimula un corazón triste y angustiado para que se refugie bajo sus alas y reciba sus misericordias. Ruth se casó con un hombre rico, y no solo recibió riquezas materiales, sino que tuvo el gran privilegio de ser parte de la genealogía de Jesús.
Señor, toca nuestro corazón para que sintamos la necesidad de refugiarnos en ti para así gozar de tus bendiciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

PRECEPTOS, PRINCIPIOS, PERSONAS


Pero el Señor estaba con José. Génesis 39:2

Ya conoces la historia, pero hay detalles que vale la pena destacar. Veamos. José ha sido vendido como esclavo a Potifar, capitán de la guardia del faraón. Gracias a su fidelidad, José se gana la confianza de su amo. Pero resulta que mientras Potifar observa la eficiencia de José, su esposa está observando el cuerpo de José. La mujer entonces comienza a acosarlo sexualmente. Lo acosa tanto que José se ve obligado a ponerla en su lugar: «Mire usted [...] en esta casa nadie es más que yo; mi amo no me ha negado nada, sino solo a usted, pues es su esposa; así que, ¿cómo podría yo hacer algo tan malo, y pecar contra Dios?» (Gen. 39:9). ¿Qué razones dio José para no acostarse con ella? Básicamente, tres:

  1. Hay reglas que mi amo Potifar ha establecido y que yo tengo que respetar.  Una de ellas es que aquí todo está bajo mi control, menos usted.
  2. No es correcto que yo enamore a una mujer casada.
  3. Al acostarme con usted estaré pecando contra Dios.

Si observamos de cerca estas tres razones, nos daremos cuenta de que se pueden organizar en tres niveles:
Cuando José dice «mi amo no me ha negado nada, sino solo a usted», está hablando de las reglas (normas, preceptos) que debía obedecer al hacer su trabajo.
Al decirle a la esposa de Potifar que él la respetará porque es una mujer casada, José está hablando de un principio eterno: «No cometerás adulterio».
Cuando José pregunta: «¿Cómo podría yo hacer algo tan malo, y pecar contra mi Dios?», está haciendo alusión a la Persona que dio el principio («no cometerás adulterio»). Esa Persona es, por supuesto, Dios.
¡Qué tremendo! José respetó las reglas de juego (los preceptos), respetó los principios que estaban involucrados, y, sobre todo, respetó a la Persona (Dios) cuyo carácter respalda todos los principios (Josh McDowelly Bob Hostetler, Rightfrom Wrang [Distinguir el bien del mal], p. 82).
Si permites que Dios sea la Persona más importante de tu vida, entonces te será más fácil ser fiel a sus principios y obedecer sus preceptos.
TRES PALABRAS PARA RECORDAR: PRECEPTOS, PRINCIPIOS, PERSONA
Señor, que mi motivación para hacer lo correcto sea siempre agradarte a ti.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala 

«LA VID VERDADERA»


«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador» (Juan 15:1).

Cuando yo era niño, mi padre siempre cuidó de un huerto. Cada primavera plantábamos maíz, tomates, judías verdes, espinacas y cebollas. Estoy seguro de que también plantábamos otras verduras. Con los tomates y las judías verdes, mi madre hacía conservas para el invierno. Éramos cuatro hermanos y mis padres tenían que ahorrar todo lo que podían. Mi madre también hacía conservas con los melocotones que comprábamos a los agricultores. Aunque cultivábamos hortalizas, nunca tuvimos árboles frutales.
Durante cinco años vivimos en Chile. El principal producto agrícola de ese país es la uva, de la cual se obtiene el vino. No sabíamos que hubiera tantas variedades de uva. A veces, de vuelta del mercado, llevábamos a casa hasta seis variedades distintas y todas ellas eran deliciosas. Cada una tenía su propio sabor. Las uvas también se dan en el clima del Próximo Oriente. Al igual que en los días de Jesús, la uva todavía es un producto importante en el Israel moderno.
Jesús usó la vid como ejemplo para enseñar una de las lecciones más importantes de nuestra relación con él, así como su voluntad para nuestra vida. Dijo: «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador» (Juan 15:1).
Una vid necesita que alguien la cuide. Por eso Jesús dice que, aunque él es la vid verdadera, su Padre se hará cargo de él. Mientras vivió en la tierra, Jesús habló de su Padre celestial. Dijo: «No puede el Hijo hacer nada por sí mismo» (Juan 5:19). Dependía tanto de su Padre como una vid depende del agricultor para que la plante, la fertilice y la cuide. Para obtener la sabiduría y la fuerza que le permitirían hacer cada día la voluntad de su Padre, Cristo dependía enteramente de él. Jesús dijo: «Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras» (Juan 14:10).
Así como Jesús dependía cada día de su Padre para decir las palabras que decía y hacer las cosas que hacía, nosotros también dependemos de él en todo cuanto somos y podemos llegar a ser. «En él vivimos, nos movemos y somos» (Hech. 17:28). Esto lo incluye todo, ¿no?  Basado en Juan 15:1-6.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill