lunes, 24 de octubre de 2011

DE REINA A SIERVA, Y VICEVERSA - 2ª PARTE

Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate, por todos. (Marcos 10:45)

La historia de Isabel de Hungría no es excepcional. Dios siempre ha contado con mujeres valientes, humildes, sinceras y bondadosas, las cuales se han convertido en sus manos aquí en la tierra. Pero la mayor muestra de servicio desinteresado surgió en el mismo corazón del amor.
Un día, un rey, el mayor, el más exaltado, el más poderoso y soberano, Dios, decidió convertirse en siervo. Dejó todo lo que tenía: los tesoros del universo, sus ropas reales y una gloriosa corona. Despojado de todo, escogió un pesebre como cuna y un establo como lugar de nacimiento, unos padres pobres y un pueblo bajo el yugo de otro más poderoso. Eligió vestir una túnica sin adornos, tener unos amigos que lo traicionaron, cargar un madero sobre sus hombros y ponerse una corona de espinas. Te escogió a ti y me escogió a mí, que tantas veces le hemos dado la espalda.
¿Por qué tanto sacrificio? ¿Por qué un servicio tan mal recompensado? Solamente por amor. Sí, allí, mientras Jesús se despojaba de toda su gloria, estaba tu nombre escrito en su corazón. Allí, mientras pendía de una cruz, pagaba tus pecados y los míos.
Mientras lavaba los pies de sus orgullosos discípulos, Jesús pronunció las siguientes palabras: «Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13: 15). El que poseía los tesoros del universo no tenía dónde recostar su cabeza. El que abasteció de alimento al pueblo de Israel en el desierto, ayunó durante cuarenta días. El que trasladó a Elías en un carruaje de oro, cargó un pesado madero. El que caminó sobre calles de oro, manchó con su sangre la polvorienta senda del Gólgota. No hay cosa alguna que Cristo no hiciese por salvarte. ¿Hay algo en lo que tú no puedas servir?
Muy pronto las compuertas celestiales se desbordarán de coronas brillantes e incorruptibles. Todas tendrán nombres de siervos convertidos en reyes y reinas. Asegúrate de que Cristo le coloque una en aquel día.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EL PADRE EN LA BIBLIA

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 2 Timoteo 3:16.

En los años que trabajé como capellán de colegios adventistas, tuve la oportunidad de conocer a jóvenes y señoritas que habían sido adoptados. Por diferentes razones sus padres biológicos no habían podido criarlos, y personas de buen corazón se hicieron cargo de ellos y los adoptaron como hijos. Generalmente, esos padres se habían esmerado para darles lo mejor. En algunos aspectos, esos hijos sabían apreciar el regalo de tener padres adoptivos, pero en otros, tristemente, ocasionaban dolor y tristeza a quienes les habían dado el apellido.
Cuando el ser humano cayó en pecado, se desligó de su Creador. El Padre eterno que les había dado todo para que fueran felices no impidió la decisión que Adán y Eva tomaron, y por decirlo literalmente, se olvidaron de su Padre. Pero Dios no los dejó a la deriva, sino que puso en ejecución el plan de rescate a través de su Hijo, para que la humanidad llegara nuevamente a ser su heredad. Por esa razón, el apóstol Pablo dice que recibimos el "espíritu de adopción" y de esta manera "somos hijos de Dios" (Rom. 8:15, 16).
Jesús reafirmó la paternidad de Dios en la oración modelo: el Padrenuestro. Otra descripción bíblica de Dios Padre la hace el profeta Daniel, cuando dice: "Fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él: millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él" (Dan. 7:9, 10).
Como hijo adoptivo de Dios, ¿le agradeces por su amor? ¿Te has inclinado ante su presencia como esos "millares" que nunca cayeron en pecado? ¿Te comunicas diariamente con tu Padre? ¿Lees su Palabra cada día, para saber qué planes tiene Dios contigo? ¿Les has contado a otros que tienes un Padre amoroso en el cielo, que te guarda y sustenta?

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

USA BIEN EL TIEMPO

Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:16.

Jugaba con el tiempo; mejor dicho, creía que tenía mucho tiempo. A fin de cuentas, era joven. Cuando se viven los albores de la juventud, se tiene la impresión de que el tiempo no pasa; que la tarea incumplida de hoy puede ser hecha mañana.
El tiempo fue pasando. Imperceptible, lento... Como una tortuga que, en su parsimoniosa terquedad, devora millas; como pasan las nubes por el cielo azul, sin que nadie las note; como las mañanas y las tardes se van, anónimas y desconocidas.
Un día, se miró al espejo, y notó arrugas en su rostro y cabellos blancos en su cabeza. Había un aire de fracaso en su nostálgica mirada. Intentó sonreír, y su sonrisa le pareció la careta burlona del tiempo que se iba, agitando la mano en el aire. Y tuvo miedo. Pero, ya era tarde: no había más sol en su vida; el crepúsculo le decía que la noche había llegado. Y volvió a tener miedo. Y lloró mucho. Pero, el tiempo se había marchado, y las sombras lo asustaban.
Es frente a un cuadro como este que el apóstol Pablo dice a los efesios que aprovechen el tiempo.
El verbo griego, traducido como "aprovechar" en el versículo de hoy, es exagoraxo que, literalmente; significa redimir o "pagar para tener de nuevo algo que ya está perdido". Pablo utiliza mucho el verbo redimir, para referirse a lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario por la humanidad.
Tú ya estabas perdido, en poder del enemigo, y Cristo pagó el precio para tenerte nuevamente. ¿Por qué? ¡Porque eres muy valioso!, eres vida, gente.
Pero ¿qué tiene que ver la redención con el tiempo? ¿Por qué habría de pagarse por el tiempo perdido? Para traerlo de vuelta; para rescatarlo y aprovecharlo mejor. Porque el tiempo es vida: sin tiempo no hay vida; perder el tiempo es perder la vida.
El precio para rescatar el tiempo perdido es el esfuerzo, la diligencia y el trabajo. Sin estas tres virtudes, no hay éxito. Y el mensaje del texto de hoy es que, aunque por los desatinos de la juventud el tiempo se fue, con Jesús es posible traerlo de vuelta, rescatarlo, redimirlo.
¿Cómo? Al vivir con Jesús y cultivar un compañerismo diario con él. Al permitir que él viva en ti y dirija tus pasos, tú eres capaz de hacer, en cinco años, lo que no hiciste solo en toda tu vida.
Nunca es tarde con Jesús. Por eso, hoy, toma seriamente el consejo de Pablo: "Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón