Lugar: Tanzania
Palabra de Dios: Salmo 50:11
Tengo un terrible dolor de estómago -gruñó un hombre. Tirado sobre el piso, se enrolló como una pelota.
-Yo también -susurró su esposa-. Me siento muy débil.
Estos esposos no eran los únicos que estaban enfermos. Más y más gente del pueblo se estaba enfermando con el mismo mal intestinal. Probaron todos los remedios tradicionales que tenían, pero nada funcionó.
Más o menos al mismo tiempo, un señor llamado Babu tropezó con un puercoespín bebé huérfano. Decidió llevárselo a su casa y cuidarlo. Unos pocos días más tarde, Babu notó que el bebé puercoespín no parecía estar muy bien. Se estaba enfermando con los mismos síntomas que los aldeanos enfermos.
-Me gustaría poder ayudarte -dijo Babu-, pero nada parece funcionar.
Entonces, llevó al puercoespín afuera y lo liberó. Quizá podría cuidarse solo. Babu observó atentamente cómo el puercoespín dio vueltas por el bosque. Notó que, en lugar de comer su comida habitual, el puercoespín comenzó a masticar las raíces de la planta de mulengelele. Un par de días más tarde, el puercoespín parecía estar mejor.
Curioso, Babu decidió intentar algo. Tomó un poco de mulengelele y se lo dio a los enfermos de su aldea. En un día o dos, estaban bien, y el mulengelele se convirtió en parte de sus remedios caseros.
¿No es sorprendente cómo Dios dio a los animales la habilidad de cuidarse a sí mismos? Los dotó de los instintos especiales que necesitan. Dios dice: "Conozco a las aves de las alturas; todas las bestias del campo son mías"... incluyendo a un bebé puercoespín que curó a toda una aldea.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson