lunes, 10 de septiembre de 2012

EN UN CAMINO POLVORIENTO


«Caminarán como ciegos, porque pecaron contra mí. Su sangre será derramada como polvo, y su carne amontonada» (Sofonías 1:17).

¿Caminar como ciegos? Eso suena difícil, ¿verdad? Eso era lo que estaban haciendo las personas a las que se refiere el versículo de hoy. Lamentablemente, Sofonías estaba hablando del pueblo de Dios. Ellos no habían cometido un simple error ni dos, sino que le habían dicho a Dios: «Ya no te queremos, queremos adorar a otros dioses». ¡Qué triste debe de haberse puesto Dios! ¡Qué perdida estaba esta gente!
Ahora quiero que leas la última frase del versículo: «Su carne amontonada». ¿Sabes a qué se está refiriendo? No, no está hablando de la carne que pensaban comerse en el almuerzo, sino de sus propios intestinos. Los intestinos son un tubo muy largo que hay dentro de tu cuerpo que te ayuda a digerir la comida y los líquidos que metes a tu estómago. Dios te hizo un camino especial por el que viajan los alimentos que comes, y Dios también hizo un camino especial por el que tú debes viajar. Permanece en el camino de Dios y adóralo todos los días. Permite que él te guíe, y no te pierdas como un ciego en un camino polvoriento.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL ME SOSTIENE


Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:13).

Transcurría la semana santa del año 1997. Veníamos de regreso de un largo viaje. Eran las siete de la noche y de repente nos encontramos con un camión estacionado totalmente a oscuras en una carretera angosta. Cuando mi papá trató de esquivarlo se encontró con otro auto que venía de frente a toda velocidad. El choque contra el camión fue inevitable, y otro auto nos chocó por detrás. El conductor del camión, que se encontraba en un deplorable estado de ebriedad, al ver que tendría que cargar con la culpa del accidente roció a mi padre con una botella de licor.
Allí comenzó una cadena de acontecimientos difíciles y dolorosos. Los médicos me dieron por muerta cuando me ingresaron inconsciente en la clínica. De no haber sido por la esposa de un pastor que permanecía en el lugar, habría muerto. Ella se dio cuenta de que no estaba recibiendo la atención médica necesaria, porque los médicos pensaban que de todos modos iba a morir y porque me habían llevado sola a la clínica y no sabían quién iba a responder por los gastos. Finalmente fui atendida y al cabo de bastante tiempo me recuperé. Mi padre y mi hermano también se restablecieron; pero no así mi amada madre, quien murió en el accidente.
Soy un milagro de Dios. Él me salvó y tiene un propósito especial para mi vida. Cada día debo aferrarme más a él, para servirle y crecer manteniéndome fiel hasta la muerte. «No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de la congoja. Pero tampoco nos engaña. No nos dice: "No teman, no hay peligros en el camino". Él sabe que hay pruebas y peligros y nos habla con franqueza. No se propone sacar a su pueblo de este mundo de pecado y maldad, pero le ofrece un refugio que nunca falla» (El Camino a Cristo, cap. 13, pp. 182-183).
Hoy deseo dirigirme a ti, que aún disfrutas de tu madre. Aprovecha cada momento para estar con ella, trátala con amor. Y recuerda que con la ayuda de Dios podemos lograrlo todo. Yo soy un ejemplo de eso, y si no fuera por él no estaría viva para contarlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Josmar Vanesa Vendes escribe desde Venezuela.

SI LE DAS UN DEDO…


Oren, para que no caigan en tentación. Lucas 22:40

Cuenta un viejo relato que un hombre necesitaba vender su casa. Pedía por ella la suma de diez mil dólares. Cierto día se acercó una persona que se mostró muy interesada en la propiedad, aunque no tenía todo ese dinero.
—Si me la da por la mitad de ese precio —dijo el comprador—, haremos el negocio.
—Tiene que mejorar su oferta —respondió el vendedor—, porque está muy baja.
—¿Tiene usted una oferta mejor que la mía?
No la tenía. Y necesitaba el dinero. Pero sabía que la casa valía mucho más. Entonces ideó un plan.
—Muy bien, se la venderé a ese precio solo con una condición. Usted será dueño de toda la casa, excepto de esta porción —y señaló con el dedo un espacio en la pared donde estaba un clavo—. Yo mantendré la propiedad de este clavo.
Al comprador le pareció bueno el acuerdo y compró la casa. Después de todo, había logrado adquirirla por la mitad de su valor. Años más tarde el hombre que vendió la propiedad regresó y le pidió al nuevo dueño que se la vendiera, pero éste se negó. Entonces el hombre se fue, pero al poco rato regresó con el cadáver de un perro y lo colgó del clavo que le pertenecía. En poco tiempo el olor nauseabundo del perro muerto impregnó toda la casa y la familia se vio forzada a venderla al antiguo dueño.
¿La moraleja? Si le permites al diablo que posea un rincón de tu vida, por pequeño que sea, colgará allí su inmundicia y en menos tiempo del que imaginas establecerá en ella su morada. A menos que le impidas totalmente la entrada, contaminará tu vida de tal manera que ya no podrá ser templo del Espíritu Santo.
La clave para que esto no te suceda se encuentra en las Escrituras, pues en ellas se te promete que si te colocas en las manos de Dios y resistes, el diablo huirá de ti (Sant. 4:7). Pero todo comienza al no darle ninguna oportunidad al enemigo (ver Efe. 4:27). Como bien lo dijo el escritor Matthew Henry: «No te acerques al árbol prohibido, a menos que quieras comer del fruto prohibido!». ¿Pero quién quiere comer de un fruto envenenado que causa la muerte eterna?
Padre celestial, ayúdame a mantenerme lejos del «fruto prohibido» del pecado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PACIENCIA CON LOS HERMANOS MAYORES


«Les daré un corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón» (Jeremías 24:7).

Si el hijo pródigo hubiera escuchado la conversación entre su padre y su hermano mayor, es probable que hubiera huido de nuevo. Sin embargo, esa conversación tuvo lugar después de que su padre lo perdonara.
Cuando usted y yo acudimos al Salvador quizá nos sintamos como si los demás nos mirasen con frialdad. Es probable que oigamos críticas y reproches. Pero cuando obtengamos el perdón de nuestro Padre, no nos importará que nuestros «hermanos mayores» puedan decimos palabras duras.
De vez en cuando sucede que una persona que deseaba unirse a la iglesia diga: «Yo ya vine a la iglesia, pero uno de los miembros fue descortés conmigo. Por tanto, no pienso volver nunca más». Es muy lamentable que alguien se sienta así. ¿Acaso un solo miembro representa con propiedad a todo el cuerpo de Cristo? Si se siente menospreciado, acuda al Padre celestial y él le otorgará perdón y aceptación, de manera que no le importará lo que diga su hermano mayor. El perdón del Padre le hará olvidar el desdén de sus hermanos.
Si piensa que en la familia de la fe todos son siempre amables y están dispuestos a ayudarlo, so equivoca completamente. A veces, los miembros de iglesia se desaniman porque se cruzan con otros que, por la razón que sea, los reciben fríamente. Si tal es su caso, no le importe la actitud de esos hermanos mayores; permanezca aún más cerca del Padre.  Cerca de él usted se sentirá perdonado y aceptado. Puesto que él es el Padre, usted es su hijo. Es un miembro de la familia, haya los hermanos mayores que haya. Él lo lavó y lo limpió. Él le dio ropa nueva y lo calzó con zapatos nuevos. Una vez estuvo muerto y ahora vive, estuvo perdido y fue hallado. Únase a la celebración. Coma de lo mejor que le pueda ofrecer su Padre. ¡Alégrese!
Luego, salga y ayude a encontrar a otros pródigos. Hábleles del amor del Padre y del perdón. Asimismo, no olvide que el Padre también ama a los hermanos mayores. Con nuestro ejemplo podemos restaurar los lazos familiares rotos. Nuestro Padre celestial quiere que todos sus hijos se reconcilien unos con otros. Somos sus hijos. Basado en Lucas 15:11-32.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR TODO LO CREE


El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13:7).

En los pasillos profundos y privados de tu corazón, hay una habitación. Se llama la "habitación del reconocimiento". Allí van tus pensamientos cuando encuentras cosas positivas y alentadoras sobre tu cónyuge. Y de vez en cuando, te gusta visitar este lugar especial.
En las paredes, hay palabras y frases amables que describen los buenos atributos de tu pareja. Entre ellos, puede haber características como "sincero" (a) e "inteligente", o frases como "trabajador (a) diligente", "excelente cocinero" (a) o "hermosos ojos". Son cualidades que has descubierto con respecto a tu esposo o esposa, que se han grabado en tu memoria. Cuando piensas en ellas, el aprecio que tienes por tu cónyuge comienza a aumentar. En realidad, cuanto más meditas en estos atributos positivos, más agradecido te sientes por él.
Es probable que la mayoría de las cosas de la habitación del reconocimiento se hayan escrito en las primeras etapas de tu relación. Podrías resumirlas como las cuestiones que te gustaban y que respetabas de tu amado (a). Eran reales, honorables y buenas. Y pasabas mucho tiempo en esta habitación pensando en ellas... antes de casarte. Sin embargo, quizá te des cuenta de que ya no visitas este cuarto especial con la misma frecuencia de antes, lo cual se debe a que hay otra habitación cercana que compite con él.
Al final de otro pasillo oscuro de tu corazón se encuentra la "habitación del menosprecio", y por desgracia, también vas de visita allí. En sus paredes está escrito todo lo que te molesta y te irrita de tu cónyuge. Este lastre llegó allí por frustración, sentimientos heridos y desilusión por las expectativas sin cumplir.

VISITA HOY ESTA HABITACIÓN DE TU CORAZÓN Y RECUERDA TODAS ESAS COSAS BONITAS QUE TE ENAMORARON DE TU CÓNYUGE.

Pídele a Dios la restauración de eso que has perdido y agradece lo que has conservado.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.