martes, 20 de noviembre de 2012

PALABRAS SAZONADAS


«Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona» (Colosenses 4:6, BLA).

Hoy hemos llegado nuevamente a la salina. Comenzando el año hablamos de la sal y ahora volvemos a hablar de ella casi finalizando el año. La sal era usada para diferentes cosas en los tiempos bíblicos, como por ejemplo, para conservar alimentos, separar la carne del pellejo de los animales y sazonar la comida.
Cuando la gente la usa para la comida que echarle la cantidad justa. Demasiada sal hace que la comida sepa fatal, y muy poca hace que no sepa a nada. La cantidad exacta hace que la comida sepa mucho mejor
El versículo de hoy habla de echarle «sal» a las palabras. Lo que esto significa es que cuando hablas con los demás de manera amigable y respetuosa ellos te escuchan. Te escuchan porque saben que les estás dando importancia. Cuando Dios te dé la oportunidad de hablarles a otros de Jesús lo ideal es que te escuchen. Así que pon un poco de sal en tus palabras y trata amablemente a los demás. Entonces, háblales de Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DIOS ME HABLÓ AL OÍDO


El ángel de Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defienden. (Salmos 34:7).

¡Buenos días, querida amiga! Dios ha decidido regalarte un día más de vida. Agradécele al Señor por esa bendición.
En una ocasión, cuando regresaba a casa del trabajo en autobús, oí una suave voz que me decía: «Saca los documentos de la billetera». Por un momento dudé si hacerlo o no, ¿por qué tendría que sacar los documentos de la billetera si siempre los llevo allí? Pero la voz insistió, así que obedecí. Al llegar a la parada me costó un poco de trabajo bajar, a causa de los muchos pasajeros que habían subido. Debía tomar otro autobús y, cuando busqué en mi billetera, me di cuenta de que me la habían robado. No lo podía creer. ¡Qué hermoso milagro! Con los documentos en mano le di gracias a mi Dios. Aunque perdí el dinero, no me importó, pues pude comprobar cómo el ángel del Señor acampa alrededor de sus hijos y los defiende.
«La Biblia nos muestra a Dios en su alto y santo puesto, no en estado de inacción, no en el silencio y la soledad, sino rodeado de millares de millares y millones de millones de seres santos, siempre a la espera de sus órdenes. Por medio de estos mensajeros permanece Dios en comunicación activa con todo su dominio. Por medio de su Espíritu está presente en todas partes. Mediante su espíritu y sus ángeles atiende y cuida a los hijos de los hombres» (El ministerio de curación, p. 325).
Mi querida amiga, es bueno creer que todo lo que Dios permite es para nuestro bien, aunque nuestro corazón en ocasiones pueda estar destrozado. Confía en que el Señor te ayudará en cualquier circunstancia que te toque enfrentar en la vida. Ten la plena seguridad de que su ángel irá hoy a tu lado y de que, aunque el enemigo esté ideando alguna trampa o dificultad para ti o tu familia, Dios se adelantará a defenderte.
Regocíjate, porque él puede ayudarte y lo hará. Presta atención, ¡puede ser que hoy Dios te hable al oído!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Fabiola Elizabeth Velásquez

SU MOMENTO DE GLORIA


Fue Dios quien me mandó a este lugar; y no ustedes. Génesis 45:8.

Si hubo una vida llena de momentos espectaculares, esa fue la de José, el hijo de Jacob. ¿Cuál de esos momentos fue el más importante en su vida? El momento crítico tuvo lugar el día en que fue vendido como esclavo por sus hermanos (ver Patriarcas y profetas, p. 192).
¿El día cuando fue vendido como un objeto cualquiera? ¿No fue ese el peor día de su vida? En absoluto. Lo ocurrido ese día terminó siendo una bendición para el hijo predilecto de Jacob. Elena G. de White dice que ese favoritismo había convertido a José en un joven creído y exigente (Ibíd.). Entonces Dios permitió la terrible prueba. De la actitud que José asumiera dependía lo que sería su vida en lo sucesivo.
¿Cómo enfrentó José la traición de sus propios hermanos? Al principio se dejó -dominar por el terror y el dolor. Más tarde ese mismo día, mientras iba camino a lo desconocido, como parte de una caravana de ismaelitas, «sus pensamientos se dirigieron al Dios de su padre [...]. Entonces, allí mismo, se entregó por completo al Señor, y oró para pedir que el Guardián de Israel estuviese con él en el país adónde iba desterrado» (Ibíd.),
Ese fue su momento de gloria. En medio de la crisis más profunda de su corta vida, José se acordó del Dios de su padre. Recordó las historias que Jacob le había contado de un Dios que se interesa personalmente en cada uno de sus hijos. Ese mismo día hizo un pacto con el Dios de su padre; pacto que mantendría tanto en los buenos momentos como en los malos. Más importante aún, luego el mismo José reconocería que no habían sido sus hermanos sino Dios el que lo había enviado a Egipto (ver Gen. 45:5,7,8).
Al admitir este hecho, José nos reveló el secreto que lo convirtió en un gigante espiritual: que Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos.
Ese plan también se cumplirá gloriosamente en tu vida, querido joven, apreciada jovencita si, al igual que José, le pides al Guardián de Israel que te acompañe adondequiera que vayas.
Guardián de Israel, capacítame descubrir el que tienes para mi vida, y dame poder para cumplirlo cabalmente.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL BUEN PASTOR


«Yo soy el Buen Pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen» (Juan 10:14).

Siempre he vivido en una ciudad, por lo que no sé mucho de pastores y rebaños. Sin embargo, en los tiempos bíblicos, ver pastores y ovejas era algo habitual. En casi todas las colinas había uno o dos rebaños de ovejas que, apacibles, pastaban o, tendidas en el suelo, rumiaban moviendo las mandíbulas. El de pastor era un oficio respetable. Algunos pastores eran propietarios de sus propias ovejas, mientras que otros eran asalariados.
Jesús predicaba a menudo al aire libre y solía usar las cosas comunes del entorno para ilustrar la idea que quería enseñar. Por tanto, era natural que hablara de pastores y ovejas. Aquel día, los que lo escuchaban entendieron qué les decía porque todos conocían el oficio de pastor.
Cierto día, Jesús dijo que él es como un buen pastor; la gente asintió porque entendieron lo que quería decir. ¿Y usted?
¿Qué hace bueno a un pastor? Un buen pastor conoce a todas y cada una de sus ovejas. Conoce sus necesidades, sus gustos y sus distintas personalidades. El buen pastor no trata a todas las ovejas por igual. La que es vieja y coja necesita que la espoleen de vez en cuando. El cordero joven a veces necesita que lo lleven en hombros. Otras ovejas son juguetonas y traviesas, por lo que el pastor tiene que evitar que se separen del rebaño; si no, se perderían o se las comería un animal salvaje.
Un buen pastor llama a cada oveja por su nombre. Jesús contó una historia sobre un pastor que tenía cien ovejas. Son muchos nombres para recordar. Jesús dijo que sus ovejas oían su voz y que él las llamaba por su nombre (ver Juan 10:3).
El buen pastor antepone las necesidades de sus ovejas a las suyas propias. Las deja descansar cuando están cansadas y camina despacio cuando en el rebaño hay corderos. Encuentra refugio para ellas durante las tormentas y busca una sombra para protegerlas cuando el sol aprieta.
Una clase de jardín de infancia de la Escuela Sabática había estudiado el Salmo 23 y a una niña le preguntaron si podía recitar de memoria el primer versículo. Respondió que sí y, poniéndose en pie, dijo: «El Señor es mi pastor; no necesito nada más».
Eso es todo lo que necesitamos. Basado en Juan 10:6-18.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill