Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite (Salmo 144: 2).
Aquel viernes todo parecía indicar que Samuel, de nueve años, tenía un resfriado común. Sin embargo, a las dos de la mañana del domingo tuvimos que llevarlo de emergencia porque tenía dolores en las piernas. Dijeron que se debía a una infección en la garganta, pero a pesar del tratamiento la temperatura no cedía. Para el martes, casi no hablaba, estaba como sedado, no sabía quién era yo y tampoco recordaba el nombre de su padre y de sus hermanos. Temimos lo peor. Al cabo de unas horas de observación y de exámenes, su pediatra nos dijo que ya había llamado a un neurólogo.
No era meningitis, como mi esposo y yo habíamos pensado, pero era igualmente delicado: encefalitis. Ahora, lo que los médicos y nosotros esperábamos era que la encefalitis fuera viral y no bacteriana, ya que una bacteria es mucho más agresiva, difícil de erradicar y además deja secuelas. Desde el inicio de la enfermedad oramos; comencé a suplicar al Señor más que nunca por la salud de mi hijo. Posteriormente le imploraba por un milagro. Casi desde que llegamos al hospital llamé a mi madre para informarle lo sucedido y pedirle que orara por Samuel, y que les comunicara a todos los que conocía para que oraran también.
Mi esposo y yo queríamos que Samuel sanara completamente. Pero también sé que, en su infinita sabiduría, el Señor puede decidir algo diferente a nuestros deseos. Eso me aterraba. Para mí, lo peor que podía pasar no era que Samuel muriera, sino que quedara mal de sus facultades mentales o motoras; después de todo, era una posibilidad. Sin embargo, mi fe no derivaba de la manera como Dios contestara a mis súplicas. Confiaba en él y lo que le pedía era que si su voluntad era diferente a la mía, me ayudara a soportarlo.
Dios sanó a mi hijo. Una vez más me demostró que me amaba, que llevaba a mi niño en la palma de su mano. De la misma manera puede hacer contigo. No importa por lo que estés pasando, nunca olvides esto aun cuando su respuesta difiera de tus deseos. Dios, es un Dios de amor.
Aquel viernes todo parecía indicar que Samuel, de nueve años, tenía un resfriado común. Sin embargo, a las dos de la mañana del domingo tuvimos que llevarlo de emergencia porque tenía dolores en las piernas. Dijeron que se debía a una infección en la garganta, pero a pesar del tratamiento la temperatura no cedía. Para el martes, casi no hablaba, estaba como sedado, no sabía quién era yo y tampoco recordaba el nombre de su padre y de sus hermanos. Temimos lo peor. Al cabo de unas horas de observación y de exámenes, su pediatra nos dijo que ya había llamado a un neurólogo.
No era meningitis, como mi esposo y yo habíamos pensado, pero era igualmente delicado: encefalitis. Ahora, lo que los médicos y nosotros esperábamos era que la encefalitis fuera viral y no bacteriana, ya que una bacteria es mucho más agresiva, difícil de erradicar y además deja secuelas. Desde el inicio de la enfermedad oramos; comencé a suplicar al Señor más que nunca por la salud de mi hijo. Posteriormente le imploraba por un milagro. Casi desde que llegamos al hospital llamé a mi madre para informarle lo sucedido y pedirle que orara por Samuel, y que les comunicara a todos los que conocía para que oraran también.
Mi esposo y yo queríamos que Samuel sanara completamente. Pero también sé que, en su infinita sabiduría, el Señor puede decidir algo diferente a nuestros deseos. Eso me aterraba. Para mí, lo peor que podía pasar no era que Samuel muriera, sino que quedara mal de sus facultades mentales o motoras; después de todo, era una posibilidad. Sin embargo, mi fe no derivaba de la manera como Dios contestara a mis súplicas. Confiaba en él y lo que le pedía era que si su voluntad era diferente a la mía, me ayudara a soportarlo.
Dios sanó a mi hijo. Una vez más me demostró que me amaba, que llevaba a mi niño en la palma de su mano. De la misma manera puede hacer contigo. No importa por lo que estés pasando, nunca olvides esto aun cuando su respuesta difiera de tus deseos. Dios, es un Dios de amor.
María Guadalupe Ávila de Vülarreal
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.