La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Juan 1:17).
A través de Jesucristo hemos recibido tanto la gracia como la verdad, indispensables para la salvación. ¿Qué es cada una de ellas? Con respecto a la gracia leemos en la Biblia: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efe. 2: 8). De este versículo aprendemos que la gracia, sin la cual no podríamos ser salvos, es absolutamente obra de Dios, un regalo que él nos concede en función de su infinito amor. Con respecto a la verdad, Cristo afirmó: «Yo soy la verdad y la vida» (ver Juan 14: 6). La verdad por lo tanto es el propio Cristo. La justicia divina reclamaba la muerte del pecador, pero Cristo, por su gracia, nos salvó, porque «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Rom. 5: 20).
Se cuenta la historia de un misionero que fue sentenciado a muerte por una tribu indígena. Mientras lo preparaban para la ejecución, el guía espiritual de la tribu se fijó en la medalla que el condenado llevaba colgada al cuello. Inmediatamente, y sin pronunciar palabra, se la arrancó y ordenó que lo llevaran ante el jefe. Este último parecía más civilizado que los demás, así que, por medio de señas, el misionero entendió que se le pedían explicaciones de quién le había dado aquella medalla y por qué la llevaba consigo. Él intentó responder a lo que se le pedía, pero se dio cuenta de que sus esfuerzos eran infructuosos. Sin más que añadir, el misionero pronunció un nombre, y eso bastó para que la actitud de aquellos hombres cambiara radicalmente. El gran jefe indio Pluma Roja le había dado la medalla como un salvoconducto que le permitiera encontrar protección mientras viajaba por tierras de guerreros.
Hoy en día se repite la historia de este misionero en las vidas de millones de personas. Nuestro paso por este mundo plagado de guerreros se ve constantemente amenazado, pero aquellos que retengan el salvoconducto divino marcharán sin temor porque la protección de Dios estará con ellos. Ese salvoconducto es la gracia de Cristo que nos llega a través del conocimiento de su verdad. ¿Has colgado ya esa medalla en tu cuello?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
A través de Jesucristo hemos recibido tanto la gracia como la verdad, indispensables para la salvación. ¿Qué es cada una de ellas? Con respecto a la gracia leemos en la Biblia: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efe. 2: 8). De este versículo aprendemos que la gracia, sin la cual no podríamos ser salvos, es absolutamente obra de Dios, un regalo que él nos concede en función de su infinito amor. Con respecto a la verdad, Cristo afirmó: «Yo soy la verdad y la vida» (ver Juan 14: 6). La verdad por lo tanto es el propio Cristo. La justicia divina reclamaba la muerte del pecador, pero Cristo, por su gracia, nos salvó, porque «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Rom. 5: 20).
Se cuenta la historia de un misionero que fue sentenciado a muerte por una tribu indígena. Mientras lo preparaban para la ejecución, el guía espiritual de la tribu se fijó en la medalla que el condenado llevaba colgada al cuello. Inmediatamente, y sin pronunciar palabra, se la arrancó y ordenó que lo llevaran ante el jefe. Este último parecía más civilizado que los demás, así que, por medio de señas, el misionero entendió que se le pedían explicaciones de quién le había dado aquella medalla y por qué la llevaba consigo. Él intentó responder a lo que se le pedía, pero se dio cuenta de que sus esfuerzos eran infructuosos. Sin más que añadir, el misionero pronunció un nombre, y eso bastó para que la actitud de aquellos hombres cambiara radicalmente. El gran jefe indio Pluma Roja le había dado la medalla como un salvoconducto que le permitiera encontrar protección mientras viajaba por tierras de guerreros.
Hoy en día se repite la historia de este misionero en las vidas de millones de personas. Nuestro paso por este mundo plagado de guerreros se ve constantemente amenazado, pero aquellos que retengan el salvoconducto divino marcharán sin temor porque la protección de Dios estará con ellos. Ese salvoconducto es la gracia de Cristo que nos llega a través del conocimiento de su verdad. ¿Has colgado ya esa medalla en tu cuello?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera