miércoles, 28 de agosto de 2013

EL MINISTERIO DE AESHA

Lugar: India
Palabra de Dios: 1 Timoteo 1:12

Aesha es una pequeña niña que creció en un orfanato misionero. Allí aprendió acerca de Jesús y lo acepto como su salvador. Pasaron muchos años, y pronto se estaba preparando para dejar el orfanato y casarse. Desafortunadamente, pasó algo que cambió drástica mente sus planes. Empezaron a salirle unas llagas en la mano, y el médico le diagnosticó lepra.

Aesha tuvo que ir a vivir a un refugio especial para leprosos. Cuando llegó allí, vio a muchas mujeres tristes dando vueltas por allí, desesperanzadas y sintiéndose rechazadas. Todo parecía sucio, incluyendo sus habitantes. Se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar que ella podía llegar a parecerse a esas mujeres.
Una persona del personal la saludó.
—Bienvenida— le dijo.
Luego, le preguntó si le gustaría ayudar a atender a esas mujeres. Aesha accedió enseguida. Ahora, se sentía mucho mejor de estar allí.
Queriendo hacer lo mejor que podía para compartir el amor de Dios con las otras mujeres, comenzó una pequeña escuela donde les enseñaba a leer y escribir. Aesha también les ensenó cantos acerca de Dios, y muchas mujeres aprendieron de Jesús a través de su ministerio.
Las cosas comenzaron a cambiar. Los rostros, tristes, perdieron sus miradas de desesperanza. Las mujeres comenzaron a ocuparse de sus cosas y a hacer que el lugar estuviera más limpio y alegre. Aunque Aesha lentamente comenzó a sentir los efectos físicos de su enfermedad, siempre tenía una sonrisa en el rostro. Fácilmente podría haberse entristecido y deprimido, pero su fe en Dios le dio una actitud positiva frente a la vida, y encontró gozo sirviendo a otros.
Al igual que el apóstol Pablo, Aesha podía decir: «Doy gracias al que me fortalece, Cristo Jesús nuestro Señor, pues me considera digno de confianza al ponerme a su servicio».

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

EL MUNDO CAMBIA DE CONTINUO, ¿Y TÚ?

El que afirma que permanece en él, debe vivir corno él vivió. 1 Juan 2:6

Es indudable que vivimos en una época de cambios vertiginosos. Los avances tecnológicos pueden quedar obsoletos de un día para otro. La manera de hacer las cosas, las corrientes de pensamiento, los valores, las conductas de los seres humanos, cambian tan rápida y radicalmente que apenas nos dará tiempo a salir de nuestro asombro. Sin embargo, no olvidemos que esto ya estaba predicho desde hace siglos: «Muchos andarán de un lado a otro en busca de cualquier conocimiento» (Dan. 12: 4). Saber que tiene que suceder así, nos da confianza en Dios.
En este mundo cambiante, las hijas de Dios debemos entender claramente la actitud que debemos asumir. En primer lugar, no olvidemos que «la hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre» (1 Ped. 1: 24-25). Apoyadas en dicha premisa, nuestro pie podrá avanzar seguro por la senda cambiante de la vida. Los principios de Dios son eternos e inmutables y nunca perderán su vigencia, sin importar el tiempo que nos toque vivir.
La presión social es a veces muy intensa, y nos exige cambios en nuestra forma de ser, de hablar, de vestir, de comer, y nos plantea nuevas formas de comportamiento que muchas veces nos ponen a dudar de los principios cristianos que rigen nuestra vida. Sin embargo, tampoco debemos permanecer inmutables frente a los cambios. Hemos de aprender a adaptarnos con sabiduría a las nuevas circunstancias de nuestra vida sin que eso implique abandonar lo que creemos.
Nuestros esposos, nuestros hijos y nosotras mismas nos movemos al compás de nuevas demandas y necesitaremos toda la fuerza del cielo con el fin de poder enfrentadas. A nosotras nos corresponde rescatar los valores perdidos y presentamos en nuestros hogares, frente a nuestros hijos y delante del mundo, con el poder del evangelio. Asimismo con el respaldo de una información actualizada. Entonces podremos conmover corazones.
Amiga, sé una mujer promotora de cambios. Perfecciona tu manera de amar, de pensar, de enseñar, de conducir, de guiar y orientar a otros. Sobre todo procura que los cambios que promuevas estén de acuerdo con la voluntad de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿PERFECTOS O SOLO PERDONADOS?

“El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Una calcomanía en el parachoques del automóvil decía esto: “Los cristianos no son perfectos, solo son perdonados”. Cuando lo leí por primera vez, el pensamiento me dejó intrigado. ¿Es lo que realmente somos? ¿Perdonados, nada menos y nada más?
La “calcomanía teológica” hace dos aseveraciones y ambas son correctas. Sí, ningún ser humano, con la excepción de Jesús, es perfecto. También es cierto que Dios proporciona el perdón sin excepción a todos los que aceptan a Cristo como su Salvador personal; y esto no depende de que sean perfectos. Sin embargo, algo no parece correcto con respecto al mensaje de la calcomanía, especialmente si la leíste en el parachoques de un automóvil cuyo conductor se metió rudamente en tu carril y hace sonar la bocina desconsideradamente contra los otros conductores.
¿Es verdad que el perdón es lo único que identifica a una persona como cristiana o la única cosa que importa en la vida de un cristiano? Por desgracia, lo que esta calcomanía realmente comunica es que “ser perdonado es todo lo que importa en el cristianismo, lo que es genuinamente esencial”. Desde este punto de vista, lo único que importa es que antes de morir le digas a Jesús: “Perdóname, te entrego mi vida”, para escapar de la muerte eterna. Puedes leer un buen análisis al respecto en el libro The Divine Conspiracy [La conspiración divina], de Dallas Willard.
La Biblia dice, sin embargo, que Jesús no vino y murió únicamente para proporcionarnos perdón sino para darnos vida y dárnosla en abundancia (lee Juan 10:10). Cuando Jesús dijo esto se refería al presente, a la vida que vivimos en este mundo antes de que venga por segunda vez. Si esto es cierto, la diferencia entre un cristiano y uno que no lo es, va más allá del hecho de que uno es perdonado y el otro no. Debes percibir la diferencia en las “vidas” que ellos viven, ¿no es cierto?
Cuando Jesús nos perdona también nos da su Santo Espíritu para implantar los principios de su reino en nuestras vidas. Si permitimos que Dios haga esto en nosotros, seremos realmente dichosos. Cristo vino para hacernos fructíferos en los frutos del Espíritu Santo que se resumen en el principio del amor. Todo el que se entrega a Cristo es un árbol fructífero en el huerto de Dios. ¿Eres un árbol fructífero o estéril? La decisión está en tus manos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

COLABORADORES CON CRISTO


De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Juan 14:12.

La obra de Cristo estaba mayormente limitada a Judea. Pero aunque su ministerio personal no se extendió a otras tierras, personas de todas las naciones escucharon su enseñanza y llevaron el mensaje a todas partes del mundo.
Muchos escucharon de Jesús por repeticiones de los milagros maravillosos que ejecutó. Y el conocimiento de su sufrimiento y muerte, que fueron presenciados por las grandes multitudes que habían acudido a la Pascua, sería esparcido desde Jerusalén a todas partes del mundo.
Utilizados como representantes de Cristo, los apóstoles dejarían una impresión marcada en todas las mentes. El hecho de que eran hombres humildes no disminuía su influencia, sino que la aumentaba. La mente de sus oidores sería conducida de ellos a la Majestad del cielo… Sus palabras de confianza aseguraban a todos que no obraban con su propio poder, sino que solo estaban continuando la misma obra impulsada por el Señor Jesús cuando estaba con ellos. Humillándose, declaraban que Aquel que los judíos habían crucificado era el Príncipe de vida, el Hijo del Dios viviente, y que en su nombre hacían las obras que él había hecho…
El universo entero está bajo el control del Príncipe de la vida… Él pagó el dinero del rescate por todo el mundo. Todos pueden ser salvos por él. Él nos llama a obedecer, creer, recibir y vivir. Si todos abandonaran el negro estandarte de la rebelión y se colocaran bajo su estandarte, reuniría una iglesia compuesta de toda la familia humana. A quienes creen en él, él los presentará ante Dios como sus súbditos leales. Él es nuestro Mediador, al igual que nuestro Redentor.
Defenderá a sus seguidores escogidos contra el poder de Satanás y someterá a todos los enemigos de ellos…
Cristo deseaba que sus discípulos entendieran que él no los dejaría huérfanos…
Estaba a punto de morir, pero deseaba que ellos advirtieran que él volvería a vivir. Y aunque estaría ausente después de su ascensión, por la fe podrían verlo y conocerlo, y él tendría el mismo interés y amor que les manifestó cuando estuvo con ellos.
Cristo aseguró a sus discípulos que después de su resurrección él se mostraría vivo a ellos… Entonces entenderían lo que no habían entendido en el pasado: que hay una unión completa entre Cristo y su Padre, una unión que siempre existirá -Review and Herald, 26 de octubre de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White