miércoles, 15 de agosto de 2012

HERMOSOS POR DENTRO Y POR FUERA


«Israel es como una vid llena de uvas; pero cuanto más abundante era su fruto, más altares se construía; cuanto más hermosa era su tierra, más hermosas eran sus piedras sagradas» (Oseas 10:1).

Qué agradable es caminar en medio de la naturaleza, ¿verdad? Hay tantas cosas maravillosas, algunas son lindas, otras no tanto. Pero a veces las apariencias pueden engañar.  Algunas cosas que lucen hermosas realmente no lo son. Por ejemplo, ¿alguna vez has visto o tocado hiedra venenosa?
La hiedra venenosa se puede parecer a la vid llena de uvas del versículo de hoy, Produce unos pequeños frutos que se ven muy atractivos a la vista y sus hojas son realmente hermosas. ¡Pero no la toques! A la mayoría de la gente le produce una terrible erupción en la piel, picazón y pequeñas ampollas. Es algo horrible y doloroso. ¡Ni te le acerques!
El versículo de hoy dice que el pueblo de Israel era como una vid llena de uvas, así como se ve la hiedra venenosa con sus frutos. Es decir, por fuera todo aparentaba estar bien, pero en sus corazones las cosas no estaban tan bien. No estaban siendo fieles a Dios en lo más mínimo, al punto de que construían altares para otros dioses. Recuerda que Dios ve el corazón de las personas y sabe si le están siendo fieles. Pídele a Dios que limpie hoy tu corazón y que te haga tan hermoso por dentro como lo eres por fuera.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL ROBLE


Jehová es mi fortaleza y mi cántico. Ha sitio mi salvación. Este es mi Dios, a quien yo alabaré, el Dios de mí padre, a quien yo enalteceré (Éxodo 15:2).

Siempre he considerado que mi padre era el hombre más fuerte del mundo. A mi modo de ver parecía «un roble» bajo el cual mis hermanos y yo nos reuníamos con el fin de cobijarnos y protegernos en las pruebas y dificultades. Su carácter siempre alegre, servicial y lleno de esperanza en la segunda venida de Jesucristo lo hacía parecer inquebrantable. Sin embargo, la realidad del ser humano es otra, somos frágiles y no podemos huir de las consecuencias de vivir en un mundo hostil.
El 3 de octubre del año 2006 me despertó el llanto desesperado de mi hermana y comprendí que «el roble» ya no estaría más con nosotros para enfrentar los malos tiempos junto con sus hijos. Su vida había llegado a su fin y su tibia sombra llena de amor, sacrificio y comprensión había desaparecido. Mi padre había sido un hombre seguro y confiable, pues estaba cimentado en Cristo Jesús.
Recordemos que es Dios quien «me ciñe de fuerza y despeja mi camino» (2 Sam. 22:33). Jesús es aquel que con toda ternura decía a los cansados: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mat. 11:29). «Él llevó el peso de nuestra culpa. También quitará la carga de nuestros hombros cansados. Nos dará descanso. Llevará por nosotros la carga de nuestros cuidados y penas. Él nos invita a echar sobre sí todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón» (El ministerio de curación, p. 47).
Yo deseo creer lo que durante muchos años he profesado. Creer que «el verdadero Roble» es Jesús, quien nunca nos falla y que es fiel en el cumplimiento de sus promesas. Y al mismo tiempo deseo tener ese tipo de fortaleza que solamente proviene de estar bien enraizados en Jesús. De modo, podré ser una fuente de confianza y consuelo para quienes me rodean. ¡La Gloria sea para Dios!
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa» (Efe. 6:10).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Adela Escobar de Pérez

RECURSO NO RENOVABLE


No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Efesios 5: 15, 16, NVI

Un hombre se acerca a un local donde hay un letrero que dice «Segunda oportunidad». Al frente hay una larga fila de personas, a la espera de que se abran las puertas. Intrigado por lo que se ofrece ahí, pregunta. —Disculpe, amigo, ¿qué ofrecen en este lugar?
—Lea el anuncio: «Segunda oportunidad». Es la posibilidad de recuperar algo muy valioso que haya perdido.
—Disculpe mi atrevimiento pero, ¿qué espera recuperar usted? 
—La oportunidad de estudiar. Abandoné los estudios hace mucho, y quiero empezar de nuevo.
La fila es larga, pero el hombre decide unirse al grupo. Ahí hay toda clase de gente. Una joven que había perdido la esperanza de amar de nuevo, se propone comenzar una nueva relación. Un drogadicto desea la oportunidad de comenzar una nueva vida...
Después de una larga espera, llega el turno del hombre. 
—¿Usted qué desea? —pregunta la persona que atiende el negocio. 
—Mire usted, perdí mucho tiempo durante mis años juveniles. Quiero comprar al menos una parte del tiempo perdido.
—Señor, con mucha pena debo informarle que aquí no vendemos tiempo. 
—¡Pero no es justo! Todos aquí han podido obtener lo que pidieron. 
—Sí, pero lamentablemente el tiempo perdido no se puede recuperar. 
—¿Y entonces qué puedo hacer?
—Lo que muchos otros han hecho: aprovechar al máximo el tiempo que le queda. 
Es muy cierto: no podemos recuperar el tiempo perdido. ¿Por qué? El pastor Leonard A. Johnson lo explica de manera muy simpática cuando compara tiempo con un crédito diario que cierto banco te da por 86,400 dólares. El problema (si a eso se le puede llamar problema) es que tienes que usar todo ese dinero durante ese día, porque el saldo no pasa al día siguiente. Cada noche, automáticamente, el banco borra de tu cuenta todo el dinero que no hayas usado. ¿Qué harías tú con esa suma de dinero? Pues la usarías toda cada día (Inspirational Sayings and Stories from A to Z, pp. 226, 227).
Cada día recibimos el tesoro del tiempo; es un tesoro de 86,400 segundos. El tiempo que no uses, simplemente lo perderás, porque ¡es un recurso no renovable!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL RICO NECIO (PARTE 3)


El temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia» (Job 28:28).

Todavía podemos extraer una última lección de la parábola del rico necio. Jesús continuó la parábola, colocándose en lugar del hombre: «Y diré a mi alma: "Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate"».
Imaginar que comiendo, bebiendo y siendo felices le hacemos un bien al alma es la mayor de las insensateces. Decir: «Cuerpo, no te impacientes, porque tienes todo lo que necesitas para muchos años», sería mucho más sensato. Pero el alma no se alimenta de cosas materiales. Pensar que la felicidad está en las cosas es causa de una gran parte de nuestros problemas.
Cuando alguien ama tanto las cosas terrenales que le es imposible vivir sin ellas, abre la puerta al sufrimiento, tanto físico como mental. Por ejemplo, algunos han asumido riesgos innecesarios para mantener intactas sus riquezas. Murieron porque entraron en casas incendiadas o se obstinaron en oponer resistencia a ladrones armados. Al parecer, tenían la sensación de que sin sus posesiones materiales la vida no merecía la pena.
Otros, cuando se ven obligados a desprenderse de sus riquezas, caen en una desesperación agónica, hasta el punto de suicidarse. Una vez, seis hombres armados irrumpieron en la caja fuerte de un banco de Londres y robaron objetos de valor tasados en más de siete millones de dólares. Una señora, cuyas joyas estaban valoradas en medio millón de dólares, se lamentó: «Todo lo que tenía estaba ahí. Mi vida entera estaba en esa caja». ¡Qué triste comentario sobre sus objetos de valor!
El rico era insensato porque no tenía puesto el corazón en el lugar correcto. Estaba en las cosas terrenales, no en las celestiales. Colosenses 3: 2 nos aconseja: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Este consejo no va destinado solo a los ricos. Se puede ser muy pobre y, a la vez, vivir según los valores del mundo: acumular, acumular y acumular. La mala noticia es que «el Seol y el Abadón nunca se sacian» (Prov. 27: 20). Solo hay dos maneras de conseguir lo suficiente: acumular cada vez más o desear menos.
Señor, dame lo suficiente para que no caiga en la tentación de robar pero no tanta que acabe olvidándome de ti.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill