Jehová es mi pastor, nada me faltará (Salmos 23:1).
El espectáculo había sido todo un éxito. Efusivos aplausos y muestras de halago habían resonado en el inmenso salón de aquel teatro, que abría sus puertas para recibir a tan famoso artista de la voz. Para concluir, se había anunciado que se recitaría el Salmo 23. Y efectivamente, de nuevo aquel orador elevó su voz de tal forma que el público, puesto en pie, lo ovacionaba como el mejor en su disciplina. Inesperadamente apareció un anciano, que ante el asombro de todos subió al escenario. De nuevo se escucharon las inigualables palabras: «Jehová es mi pastor, nada me faltará» y un profundo silencio inundó el escenario. Cuando el anciano terminó, no hubo aplausos, sino un sentimiento de reverencia y adoración, solo interrumpido por las palabras de aquel famoso orador: «Yo conozco el salmo, pero este anciano conoce, al Pastor».
Muchas son las personas que saben repetir de memoria este hermosísimo salmo. Seguramente tú serás una de ellas. Recuerdo cuando estaba en la sala de partos para dar a luz a mi primer hijo. Las cosas se habían complicado y los médicos decidieron utilizar el fórceps. Mi instinto de madre me hizo orar a Dios por mi bebé. Entonces comencé a repetir las palabras de este salmo. No recuerdo hasta dónde llegué, porque perdí el conocimiento, pero sí sé que Jehová no solo fue mi Pastor, sino el de los médicos al guiar correctamente aquel instrumento para que no le hiciera daño al niño. Una vez nacido mi bebé, también ha sido su Pastor.
Seguramente, has pasado por momentos en que necesitabas al buen Pastor. Jesús afirmó que él es el buen Pastor, y agregó: «Conozco mis ovejas, y las mías me conocen» (Juan 10: 14). Aunque las ovejas sean testarudas y se descarríen, Jesús no deja de ser su pastor.
Jesús quiere ser tu buen Pastor. Acepta hoy ser una oveja de su rebaño y acércate a él, para que conozcas su voz. Entonces podrás, como aquel anciano, afirmar: «Jehová es mi pastor, nada me faltará». En el rebaño de Cristo, hay un lugar para ti.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
El espectáculo había sido todo un éxito. Efusivos aplausos y muestras de halago habían resonado en el inmenso salón de aquel teatro, que abría sus puertas para recibir a tan famoso artista de la voz. Para concluir, se había anunciado que se recitaría el Salmo 23. Y efectivamente, de nuevo aquel orador elevó su voz de tal forma que el público, puesto en pie, lo ovacionaba como el mejor en su disciplina. Inesperadamente apareció un anciano, que ante el asombro de todos subió al escenario. De nuevo se escucharon las inigualables palabras: «Jehová es mi pastor, nada me faltará» y un profundo silencio inundó el escenario. Cuando el anciano terminó, no hubo aplausos, sino un sentimiento de reverencia y adoración, solo interrumpido por las palabras de aquel famoso orador: «Yo conozco el salmo, pero este anciano conoce, al Pastor».
Muchas son las personas que saben repetir de memoria este hermosísimo salmo. Seguramente tú serás una de ellas. Recuerdo cuando estaba en la sala de partos para dar a luz a mi primer hijo. Las cosas se habían complicado y los médicos decidieron utilizar el fórceps. Mi instinto de madre me hizo orar a Dios por mi bebé. Entonces comencé a repetir las palabras de este salmo. No recuerdo hasta dónde llegué, porque perdí el conocimiento, pero sí sé que Jehová no solo fue mi Pastor, sino el de los médicos al guiar correctamente aquel instrumento para que no le hiciera daño al niño. Una vez nacido mi bebé, también ha sido su Pastor.
Seguramente, has pasado por momentos en que necesitabas al buen Pastor. Jesús afirmó que él es el buen Pastor, y agregó: «Conozco mis ovejas, y las mías me conocen» (Juan 10: 14). Aunque las ovejas sean testarudas y se descarríen, Jesús no deja de ser su pastor.
Jesús quiere ser tu buen Pastor. Acepta hoy ser una oveja de su rebaño y acércate a él, para que conozcas su voz. Entonces podrás, como aquel anciano, afirmar: «Jehová es mi pastor, nada me faltará». En el rebaño de Cristo, hay un lugar para ti.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera