sábado, 7 de enero de 2012

¡QUÉ SUBIDA!

«El agua siguió bajando, y el primer día del mes décimo ya se podían ver las partes más altas de los montes» (Génesis 8:5).

¿Alguna vez has subido a la cima de una montaña? En las montañas de Colorado, en Estados Unidos, los visitantes pueden subir más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar Hay gente que incluso ha llegado a la cima del monte Everest, que mide más de ocho mil metros de altura. Es tan alto, que quienes lo escalan tienen que usar máscaras de oxígeno para poder respiran Es una montaña difícil de escalan pues está cubierta de mucha nieve y hielo. En cualquier momento pueden desatarse violentas tormentas.
Ayer estuvimos hablando del Diluvio de Noé. Hoy quiero contarte lo que sucedió cuando la lluvia cesó. Tras varios meses, el agua comenzó a bajan y finalmente Noé pudo ver las cimas de las montañas. Recuperó la esperanza. ¡La tierra podía verse de nuevo!
A veces la vida nos presenta problemas que parecieran no tener salida, pero Dios siempre nos da una esperanza. Tal vez él quiere enseñarte una lección importante. Espera en él, y finalmente verás la cima de tus montañas. ¡Sigue confiando en Dios!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¡NUNCA ESTÁS SOLA!

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentare con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10).

El 10 de agosto del 2005 mi familia y yo llegamos a nuestro nuevo hogar. Todo se veía muy hermoso. La casa estaba rodeada de pinos, el césped parecía una suave alfombra verde y reinaba un apacible silencio. Era casi increíble que aquel lugar tan paradisíaco fuera nuestro. Sabíamos que Dios nos lo había dado, pues él había obrado grandes milagros para que pudiéramos adquirir aquella casa.
Los primeros meses estuvieron llenos de actividad. Limpiamos, pintamos y arreglamos todo lo que pudimos antes de que llegara el primer invierno. Hicimos nuevos amigos y encontramos una iglesia a la cual asistir.
Mi esposo no pudo acompañarnos en nuestro nuevo hogar debido a la naturaleza de su trabajo, por lo que decidimos que él vendría a vernos una vez al mes y el resto del tiempo nos llamaríamos a menudo. Después de todo, únicamente íbamos a estar separados hasta el fin de aquel año. Lamentablemente, al acercarse el mes de diciembre, nos dimos cuenta de que la separación sería más larga.
Muy pronto me asaltaron las dudas y los temores. ¿Acaso habíamos tomado una decisión equivocada? ¿Estaba el Señor con nosotros aun cuando todo parecía estar saliendo de forma tan diferente a lo planeado? Una mañana, mientras leía en la Biblia la historia del éxodo del pueblo de Israel, me llené de ánimo al ver cómo Dios acompañó a sus hijos aun cuando todo parecía ir mal. Cuando Moisés le pidió al faraón que dejara ir a los israelitas, la respuesta fue negativa, y en vez de mejorar las condiciones del pueblo las hizo más duras y difíciles. En aquel momento parecía que Moisés se había equivocado. Luego, frente al Mar Rojo y con los soldados egipcios tras ellos, parecía que se encontraban en el lugar y el momento equivocados. Finalmente, al cruzar al otro lado del mar, en vez de utilizar el camino más corto fueron llevados por el más largo, por lo que eventualmente se les agotaron todas las provisiones.
Hoy sabemos que Dios los acompañó y que permitió todas aquellas pruebas para manifestar su poder y para su nombre fuera glorificado. Al final, todos reconocieron el poder y la sabiduría del Señor, aunque no lo habían hecho durante el tiempo de prueba.
Después de aquella lectura mi actitud cambió. Comprendí que Dios estaba con nosotros durante el tiempo de prueba, y que debía confiar plenamente en él

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Creadora de ministerio “Corazón a Corazón”

UN ÁNGEL A TU LADO

Él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Salmo 91:11.

¿Has pensado alguna vez qué cosas te gustaría hacer en la Tierra Nueva? Una de las cosas que me gustaría hacer es conversar con mi ángel guardián. Cuando lo encuentre, lo primero que le diré será: «Tú y yo tenemos mucho de qué hablar». ¡Qué interesante será conocer pasajes de nuestra vida en los que nuestro ángel guardián nos libró de peligros y aun de la muerte!
En su libro Milagros en mi vida (pp. 85-87), el pastor Nicolás Chaij relata una interesante experiencia. Ocurrió en Mato Grosso, Brasil, en 1943, y tuvo como protagonista a Francisco Miranda, un colportor.
Cuenta el pastor Chaij que un viernes por la tarde, Francisco Miranda bajaba por una colina cantando un himno. Atraído por el canto, un señor de nombre Javier Rodríguez salió de su casa y observó a dos hombres que cantaban con mucho entusiasmo. En un trecho del camino se internaron en una arboleda, pero cuando salieron, Javier solo pudo ver a uno, que no era otro que Francisco Miranda.
Cuando Francisco llegó a la casa, Javier Rodríguez le preguntó:
—¿Y dónde está el hombre que venía con usted, el que estaba vestido de blanco?
Sorprendido, Francisco respondió:
—Yo venía solo.
—¡No puede ser! —insistió Javier— . ¡Usted venía acompañado!
Entonces Francisco entendió lo que había sucedido.
—Señor Javier —dijo— , hoy usted ha tenido un gran privilegio: no solo vio a un ángel, sino que también lo escuchó cantar.
Esa tarde Francisco, el colportor, le habló a Javier de la Palabra de Dios y de los libros que estaba vendiendo. Emocionado, Javier compró varios de los libros y acompañó a Francisco mientras visitaba a otras dos familias de la zona. Esas tres familias aceptaron finalmente a Jesucristo como Salvador y posteriormente fueron bautizadas.
¿Quieres saber qué himno cantaba Francisco Miranda cuando el ángel lo acompañó a dúo? Era el himno «Corazones siempre alegres»:
Corazones siempre alegres, rebosando gratitud, somos los que a Dios amamos, redimida juventud.
Este es un buen día para estar alegres. Y también para agradecer a Dios por nuestro ángel guardián. ¿No te parece?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿PECADOS MORTALES O VENIALES?

«Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones, [...] ¡límpiame de mi pecado!» (Salmo 51:1-2).

¿Alguna vez ha orado diciendo: «Señor, si he cometido algún pecado o me he equivocado en algo, te suplico que me perdones»? Es como decir: «Señor, la verdad es que no recuerdo haber cometido ningún pecado. Pero si sabes de alguno que desconozco, te lo suplico, perdóname».
Querido lector, pensemos un momento. ¿Esta clase de oraciones expresa arrepentimiento genuino? Un día Jesús y sus discípulos se acercaban a la ciudad de Jericó. A la entrada de la ciudad había un hombre ciego que se ganaba el sustento diario mendigando. Oyó el tumulto de la gente y preguntó qué pasaba. Alguien le dijo que Jesús se acercaba.
Es probable que hubiera oído que el Maestro podía curar aun a los ciegos y por eso empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!». La gente le ordenó que callara, poro él no hizo caso. Al oír los gritos del ciego, Jesús pidió que lo trajeran delante de él. Entonces llevaron al ciego ante Jesús, y él le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego respondió: «Señor, que reciba la vista».
Muchas veces me he preguntado por qué Jesús lo preguntó al ciego qué quería que hiciera. Me parece que era obvio. Sin embargo, el Maestro le preguntó: «¿Qué quieres que haga?». Aunque él conoce nuestras necesidades, quiere que las reconozcamos. Por eso, pedir a Jesús que nos perdone los pecados no basta. Si Jesús estuviera aquí en persona, y le pidiéramos que nos perdonara los pecados, él nos preguntaría: «¿Cuáles?».
A veces, nuestro arrepentimiento no es completo. Quizá nos arrepintamos de algunas cosas y no de otras. En el libro El progreso del peregrino, de John Bunyan, Cristiano y un compañero de viaje se encuentran con otro peregrino y empiezan a hablar del pecado. El desconocido les dice que se ha arrepentido de los pecados mortales que ha cometido y se ha quedado solo con los veniales. Cristiano le responde: «Los pecados que tú llamas veniales, en realidad, son los más mortales; porque te aferras a ellos».
Apreciado lector, pídale hoy a Jesús que lo limpie de todos sus pecados. (Basado en Mateo 4:19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill