«Y exclaman: "¡Qué hastío!" Y me tratan con desdén —dice el Señor Todopoderoso» (Malaquías 1:13,NVI).
Olores, olores y más olores. La mayoría de las veces me gusta lo que huelo, pero no siempre. Uno de los peores olores que conozco es el del zorrillo. ¡Sí que huele mal! Yo vivía en un lugar campestre donde había muchos zorrillos. Un día estaba bajando los escalones hacia el patio de atrás de mi casa, pisé mal uno de los escalones del pórtico y me caí sobre una pila de madera que estaba arrumada a un lado de la casa.
Por supuesto que me hice daño, pero en ese momento no me fijé en los golpes y los raspones que me había hecho, porque caí justo del lado equivocado de un zorrillo. Mi primera reacción fue levantar la nariz. La quería en cualquier lugar menos frente a ese zorrillo. Desafortunadamente no pude levantarla lo suficientemente alto. El zorrillo reaccionó y roció su olor por todos lados, especialmente encima de mí. ¡Qué asco!
El versículo de hoy habla de gente que anda con sus narices levantadas en actitud de desprecio. El problema es que a quien están despreciando es a Dios. ¡Qué triste espectáculo! Obedece hoy a Dios con todo tu corazón. Haz con alegría lo que él te ha pedido que hagas. Así serás más feliz, y te darás cuenta de cómo llegará un dulce olor a tu vida.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush