Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio (Santiago 5: 17).
Mi esposo y yo acostumbrábamos sentarnos juntos los días de pago para distribuir el cheque en alimentación, renta, luz, agua, gasolina y las colegiaturas de dos de los hijos que estudiaban en la Universidad de Montemorelos. Ruth, que era la pequeña, estaba con nosotros. Entonces, mi esposo era el pastor de la iglesia de Cuauhtémoc, Chihuahua. Una mañana, mientras él cumplía con sus funciones y mi niña se había ido a la escuela, una maestra pasó en su camioneta por mi casa y me dijo que iba a los campos «menonitas» a ver qué recolectaba porque no tenía algo para comer. A su regreso me pidió un recipiente y compartió conmigo unos tomatillos, yo le di unas zanahorias y unas espinacas que tenía sembradas. Cuando mi hija llegó de la escuela con mucha hambre, le di lo único que tenía: dos tortillas, una zanahoria y tomatillos, ya que la despensa y el refrigerador se encontraban vacíos. Entonces ella me preguntó: «Mami, ¿por qué no comes?» «No tengo hambre», le respondí. En ese momento llegó Nayely, una jovencita de la iglesia que me dijo que tenía hambre; vio los tomatillos y comenzó a comer. Le comenté que no teníamos más para comer y le pedí que nos arrodilláramos para pedirle a Dios que nos enviara comida. No habíamos terminado de orar cuando alguien tocó a la puerta. Se trataba de una persona con quien estudiábamos la Biblia. Llevaba dos despensas, una para el departamento de Dorcas y la otra para mí. Le daba mucha pena decirlo, pero finalmente me dijo: «Reciba esta despensa para el pastor; mi esposa se la envía porque había escuchado una voz mientras estaba en la tienda que tenemos, que le decía: "Mándale una despensa al pastor"». Recibí la despensa muy emocionada, dándole las gracias a este caballero, le dije que Dios lo habla usado como instrumento de una respuesta inmediata para satisfacer nuestra necesidad. Cuánta razón tenía Elena G. de White cuando escribió: «La oración eficaz tiene otro elemento: la fe [...] El Señor Jesús dijo a sus discípulos: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (E! camino a Cristo, p. 94).
Mi esposo y yo acostumbrábamos sentarnos juntos los días de pago para distribuir el cheque en alimentación, renta, luz, agua, gasolina y las colegiaturas de dos de los hijos que estudiaban en la Universidad de Montemorelos. Ruth, que era la pequeña, estaba con nosotros. Entonces, mi esposo era el pastor de la iglesia de Cuauhtémoc, Chihuahua. Una mañana, mientras él cumplía con sus funciones y mi niña se había ido a la escuela, una maestra pasó en su camioneta por mi casa y me dijo que iba a los campos «menonitas» a ver qué recolectaba porque no tenía algo para comer. A su regreso me pidió un recipiente y compartió conmigo unos tomatillos, yo le di unas zanahorias y unas espinacas que tenía sembradas. Cuando mi hija llegó de la escuela con mucha hambre, le di lo único que tenía: dos tortillas, una zanahoria y tomatillos, ya que la despensa y el refrigerador se encontraban vacíos. Entonces ella me preguntó: «Mami, ¿por qué no comes?» «No tengo hambre», le respondí. En ese momento llegó Nayely, una jovencita de la iglesia que me dijo que tenía hambre; vio los tomatillos y comenzó a comer. Le comenté que no teníamos más para comer y le pedí que nos arrodilláramos para pedirle a Dios que nos enviara comida. No habíamos terminado de orar cuando alguien tocó a la puerta. Se trataba de una persona con quien estudiábamos la Biblia. Llevaba dos despensas, una para el departamento de Dorcas y la otra para mí. Le daba mucha pena decirlo, pero finalmente me dijo: «Reciba esta despensa para el pastor; mi esposa se la envía porque había escuchado una voz mientras estaba en la tienda que tenemos, que le decía: "Mándale una despensa al pastor"». Recibí la despensa muy emocionada, dándole las gracias a este caballero, le dije que Dios lo habla usado como instrumento de una respuesta inmediata para satisfacer nuestra necesidad. Cuánta razón tenía Elena G. de White cuando escribió: «La oración eficaz tiene otro elemento: la fe [...] El Señor Jesús dijo a sus discípulos: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis» (E! camino a Cristo, p. 94).
María Elena Hernández de Molinari
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.