«En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre» (Lucas 22:44).
Hay algo que hemos hecho casi todos los días desde que comenzamos nuestras aventuras: sudar. No hay nadie que yo conozca a quien le guste sudar pero sudar es muy importante. ¿Sabías que sudar te ayuda a refrescarte? Cuando tu piel está humedecida y esa humedad se evapora, te sientes más fresco. Sudar ayuda también a eliminar sustancias nocivas de tu cuerpo.
El versículo de hoy nos cuenta algo muy triste, Jesús estaba tan angustiado que sudaba. Su sudor era tanto, que parecía sangre fluyendo de una herida. Él se sentía así porque sabía que iba a morir en la cruz. Esta, obviamente, iba a ser una experiencia muy dolorosa, pero lo que más le dolía era que no sabía si volvería a ver nuevamente a su Padre en el cielo. El pecado ciertamente hace cosas terribles.
Hoy podemos alegrarnos de que Jesús haya muerto en la cruz, pero también debemos darnos cuenta de lo terrible que es el pecado. ¡Cuánto dolor y sufrimiento le costó a Jesús! Su sudor era como sangre, pero él lo hizo todo para que nosotros no tuviéramos que estar separados de nuestro Padre del cielo como él sintió que lo estuvo en ese momento. Así que no sudes más, que ya Jesús lo hizo por ti.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush