viernes, 19 de octubre de 2012

NO SUDES MÁS


«En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre» (Lucas 22:44).

Hay algo que hemos hecho casi todos los días desde que comenzamos nuestras aventuras: sudar. No hay nadie que yo conozca a quien le guste sudar pero sudar es muy importante. ¿Sabías que sudar te ayuda a refrescarte? Cuando tu piel está humedecida y esa humedad se evapora, te sientes más fresco. Sudar ayuda también a eliminar sustancias nocivas de tu cuerpo.
El versículo de hoy nos cuenta algo muy triste, Jesús estaba tan angustiado que sudaba. Su sudor era tanto, que parecía sangre fluyendo de una herida. Él se sentía así porque sabía que iba a morir en la cruz. Esta, obviamente, iba a ser una experiencia muy dolorosa, pero lo que más le dolía era que no sabía si volvería a ver nuevamente a su Padre en el cielo. El pecado ciertamente hace cosas terribles.
Hoy podemos alegrarnos de que Jesús haya muerto en la cruz, pero también debemos darnos cuenta de lo terrible que es el pecado. ¡Cuánto dolor y sufrimiento le costó a Jesús! Su sudor era como sangre, pero él lo hizo todo para que nosotros no tuviéramos que estar separados de nuestro Padre del cielo como él sintió que lo estuvo en ese momento. Así que no sudes más, que ya Jesús lo hizo por ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA BENDICIÓN DE DAR


Más bienaventurado es dar que recibir.  (Hechos 20:35).

Una tarde fui de tiendas con una amiga y vi un hermoso vestido que consideré apropiado para cualquier ocasión, ya que no era ni muy elegante ni tan informal. Al conocer el precio me dije: «Olvídalo, tendrás que ahorrar por lo menos seis meses y cuando tengas el dinero seguro que ya no estará». Pensé que aunque no fuera el mismo vestido compraría otro parecido. Así que comencé a apartar dinero en mi cartera, bien escondidito para ni yo misma verlo.
Un sábado de mañana me dispuse a escuchar el sermón. El templo estaba muy lleno pero vi un asiento vacío y pregunté si me podía sentar allí. La persona que estaba a mi lado era conocida. Al preguntarle que cómo le iba, me respondió que «muy mal». Al contarme otros detalles de su situación me sentí conmovida. Sin pensarlo dos veces, saqué mi ahorro secreto y se lo entregué, diciéndole: «Dios ha permitido que yo apartara este dinero porque él sabía que tú lo ibas a necesitar. Tómalo».
Yo también había estado orando por la salud de una persona que vivía en el extranjero. Nos alegramos mucho al saber que Dios nos había escuchado y le había devuelto la salud. Aquella persona luego me envió un hermoso vestido como muestra de su aprecio y cariño. «Qué bueno es Dios, yo le brindé tan solo un poquito de amor a uno de sus hijos y él me agradece su ayuda dándome mucho más». Pero no sabía lo que Dios me reservaba. Unos días más tarde, mi amiga me invitó a salir y me llevó de nuevo a la tienda donde había visto el vestido. Estaba rebajado, su valor ahora era tres veces menor. Jesús me dijo ese día: «Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa» (Mat. 10:42).
Sus promesas están todas a nuestro alcance, solo permitámosle que actúe a través de nosotras y experimentaremos en nuestras vidas la felicidad del servicio, así como la calidez de su amor y de su ternura.
Querido Señor, gracias por colocar en nuestros corazones el afecto y el interés por nuestros semejantes. Ayúdanos a estar dispuestas a servir en todo momento.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Gloria Epalza de Pérez.

CONTRA VIENTO Y MAREA


Y Noé hizo todo tal como Dios se lo había ordenado. Génesis 6:22

Hace tiempo leí en la Revista adventista, edición española, un artículo titulado «Las trece cosas que aprendí del Arca de Noé» (noviembre de 2003, p. 11). A continuación menciono, ligeramente adaptadas, las cinco que me llamaron la atención.

  1. Tienes que prepararte para el futuro. No estaba lloviendo cuando Noé comenzó a construir el Arca.
  2. No te desanimes si a tu edad no has llevado a cabo ningún proyecto grande. Noé tenía seiscientos años cuando terminó de construir el Arca.
  3. Cada vez que te propongas hacer algo para Dios, seguramente aparecerán los criticones y los burladores. No les hagas caso. Simplemente continúa con la obra que Dios te ha encomendado.
  4. Si sientes que tu progreso en la vida es lento, recuerda que las tortugas también entraron al arca, al igual que los caballos. No es la rapidez lo que más importa, sino completar lo que uno comienza.
  5. Cuando lleguen las tormentas, es mejor estar dentro del arca con la compañía de Dios, que dentro del Titanic sin la protección de Dios.

A propósito, he dejado para el final lo que más me gusta de este relato. ¿Has notado que de Noé, al igual que de Enoc, se dice que caminó con Dios (ver Gen. 6:9)? Ese «caminar con Dios» se debió a que Noé «hizo todo tal como Dios se lo había ordenado» (Gen. 6:22). Esto es muy fácil de decir pero, ¿te imaginas lo que significó para Noé obedecer la orden de construir un gigantesco barco cuando no había llovido sobre la tierra, sin haber visto uno, y para que navegara en un océano que tampoco había visto? ¡Y todo esto durante ciento veinte años!
Y precisamente por obedecer a Dios «contra viento y marea», Noé se ganó un puesto en el Salón de la Fama de los fieles. Nada pudieron contra él los criticones. Tampoco los burladores. Ni la larga espera (¡un contrato de 120 años!).
Al igual que Noé, tú también puedes ingresar al Salón de la Fama de los fieles. Lo lograrás obedeciendo a Dios en todo, comenzando con las cosas pequeñas de cada día. Al ser fiel en lo poco, llegarás a ser fiel en lo mucho, porque Dios bendecirá tus esfuerzos.

Dicho esto, entonces, ¡manos a la obra! ¡Construye por la gloria de Dios!
Ayúdeme, Señor, a obedecerte en todo, comenzando hoy mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA ORACIÓN ES UNA FORMA DE VIDA


«Orad sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17).

La oración es más que el tiempo que pasamos a solas con Dios; es más que las palabras que le decimos a Dios. La oración es una forma de vida, una comunión constante con nuestro Padre celestial.
Sin embargo, sería erróneo concluir que, por tanto, no es necesario que pasemos un tiempo específico con Dios. Mi esposa y yo hablamos todo el día: mientras desayunamos, mientras damos el paseo matutino, incluso cuando estamos en casa haciendo nuestras tareas diarias. Pero si esas fueran las únicas ocasiones en las que habláramos, ¿cuándo podríamos compartir nuestros sentimientos más profundos? ¿Cuándo podría yo mirarla a los ojos y saber que tengo toda su atención? Un momento especial a solas con Dios en la devoción personal es absolutamente esencial para mantener una relación vibrante con él.
El mejor momento para estar con Dios es a primera hora de la mañana. Si bien puede ser inspirador, no es menos cierto que escuchar que alguien se levanta a las cuatro de la madrugada para pasar dos horas en oración puede llegar a intimidar. Puede dar la sensación de que, para ser alguien en sentido espiritual es preciso levantarse antes del alba y que quien no lo hace así es un enclenque espiritual. El alarde de nuestras prácticas religiosas puede convertirse en causa de desaliento para los demás. Con parábolas y ejemplos, Jesús mostró que el tiempo de adoración tiene que ser privado y secreto; no tiene que ser exhibido ante los demás como una señal espiritual de valor.
Para aquellos que no son especialmente madrugadores —que son bastantes— me atrevería a decir que si no se es capaz de levantarse a las cuatro de la madrugada y pasar un tiempo de calidad con Dios, lo más aconsejable es pasarlo nada más levantarse, sea a la hora que sea. Eso no es «ser vistos por los hombres» (Mat. 6:5) sino sobrevivir. Aunque ayer comí, bebí y respiré, mi bienestar físico, mi existencia, demanda que yo coma, beba y respire cada día. Con la vida espiritual sucede lo mismo. Recuerde que, en el desierto, los israelitas que habían guardado el maná de un día para otro descubrieron que estaba infestado de gusanos. Cada día tenemos que pedir a Dios nuestro pan diario.
John Bunyan escribió: «El que huye de Dios por la mañana, difícilmente lo encontrará el resto del día».  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

VUELVE A LAS PRIMERAS OBRAS


Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y haz las primeras obras...  (Apoc. 2: 5).

Después de todo, a diferencia de cualquier otra amistad, cuando comenzó la relación con tu cónyuge, los dos hacían lo imposible por complacer al otro. Cuando eran novios, a tu pareja le cautivaba tu personalidad. Prácticamente, no podías equivocarte. Su vida juntos era mucho más sencilla. Y aunque tu expectativa no era que las cosas fueran así para siempre, por cierto que no imaginabas que tu cónyuge fuera tan pecador y que se enojara tanto contigo. Nunca pensaste que esta persona que prometió amarte pudiera llegar a un punto en el que pareciera que ni siquiera le gustas.
Cuando este marcado contraste se transforma en una viva realidad, tu reacción natural es poner resistencia. Al principio de la vida de casados quizá hayas estado dispuesto (a) a escuchar y hacer pequeños cambios. Sin embargo, con el correr de los años, la desaprobación de tu cónyuge solo parece consolidar la tuya. En lugar de lograr que corrijas las cosas, hace que quieras atrincherarte aún más. El amor es muy inteligente para eso. En lugar de colocar a tu cónyuge en una postura de rebelión, el amor te enseña a darle lugar para ser él mismo. Aun si eres una persona exigente, perfeccionista e inclinada a obtener resultados, el amorte llama a no proyectar tus exigencias en el desempeño de tu cónyuge. Debes darte cuenta de que el matrimonio es una relación para disfrutar y saborear en el camino de la vida. Es una amistad única diseñada por Dios mismo, en la cual dos personas viven juntas en imperfección, pero enfrentan la vida alentándose mutuamente, en lugar de desalentarse.
Elimina de tu hogar el veneno de las expectativas poco realistas. Piensa en un área en la cual tu cónyuge te haya dicho que esperas demasiado, y dile que lamentas haberle exigido tanto. Prométele que intentarás comprenderlo y afírmale tu amor incondicional y vuelve a las primeras obras.
DIOS TIENE UNA PROVISIÓN HOY, PARA TI. BÚSCALA EN ORACIÓN CON TU CÓNYUGE Y FAMILIA.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur