lunes, 15 de marzo de 2010

POR TU PROTECCIÓN EN LOS VIAJES

El ángel de Jehová acampa, alrededor de los que le temen, y los defiende (Salmo 34:7).

Había terminado el encuentro del National Youth Service Corps [Organismo Nacional de Servicios a los Jóvenes], y volvía a mi hogar desde el norte hacia el sur de Nigeria; un viaje de trece horas.
La primera etapa del viaje me llevó hasta Jos, uno de los Estados de Ni-geria. Dormí en la casa de una amiga antes de continuar al día siguiente. Comúnmente, los conductores se detenían en un pueblo llamado Lokoja, en el Estado de Kogi, para descansar, comer y arreglar alguna cosa antes de continuar el viaje. Yo añoraba llegar, porque no había comido nada desde la mañana. Mi plan era comprar plátanos fritos para comer en el camino. Desafortunadamente, el conductor no se detuvo en el lugar donde los otros autobuses solían detenerse sino en otro, y por muy pocos minutos, y yo no pude comprar mis plátanos fritos, así que me sentía molesta y hambrienta.
Después de parar unos cuarenta minutos, continuamos el viaje. Cinco minutos más tarde, mientras subíamos una colina, vimos dos camiones cisterna que también subían, pero lentamente. El conductor de nuestro autobús trató de pasarlos, pero en el momento en que lo hacía, se dio cuenta de que había ocurrido un accidente: un choque de frente que involucraba un autobús y un auto. Lo que vi me impactó mucho. ¡Podríamos haber sido nosotros! Si no nos hubiésemos detenido donde lo hicimos, habríamos estado involucrados en este accidente. Inmediatamente comenzaron a caer lágrimas de mis ojos; me di cuenta de que Dios nos estaba dirigiendo.
Estacionamos, y algunos de los pasajeros se bajaron para ayudar. Afortunadamente no había ningún muerto, pero casi todos los pasajeros estaban lastimados. El accidente fue publicado en la televisión nacional. Mis padres habían visto las noticias antes de que yo llegara a mi hogar, y estaban preocupados porque sabían que tenía que pasar por ese lugar, a esa misma hora. Así que comenzaron a orar por mí.
Agradezco a Dios por haber escuchado nuestras oraciones. Le agradezco porque siempre está conmigo en todos los viajes que realizo. Nunca deja solos a sus hijos. Dios me mantuvo a salvo en una situación peligrosa.
Omolade Ajike Lada
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

APRENDER A CONFIAR EN DIOS

Pero yo, Señor, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios. Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores». Salmos 31:14,15.

Habían pasado ya dos años de un terrible accidente automovilístico en donde los ángeles habían librado de la muerte a la familia de Sara Elodia López de Gómez. Sin embargo, las secuelas de la peripecia aparecieron. Un día ella se levantó sin poder mover las manos y, después de una revisión médica, el diagnóstico no fue nada alentador. A causa de una hernia cervical, le pronosticaron que poco a poco perdería el movimiento de las manos hasta que se inmovilizaran.
¿Podía depositar su confianza en un médico? ¿Acaso la ciencia podía devolverle la salud? ¿Acaso la había librado el Todopoderoso de un accidente para quedar con las manos inertes para el resto de su vida? En medio del temor, la incertidumbre y un panorama nada alentador vino a su mente la promesa: «Tú eres mi Dios y en ti confío».
Días después, mientras la trasladaban por el pasillo que conducía al lugar donde le practicarían una tomografía, decidió depositar toda su confianza en Dios y aceptar su voluntad porque, como el salmista, dijo: «Mi vida entera está en tus manos». Cuando el médico vio el resultado de la tomografía arqueó las cejas, se rascó la barbilla y le preguntó: «¿A qué santo se encomendó?». «Al Dios del cielo», fue la respuesta. Milagrosamente, la hernia había desaparecido de la zona de riesgo.
¿Qué enemigo tienes en este momento? ¿Acaso son las deudas, la salud, los problemas con tus padres, la deslealtad de tus amigos, la falta de trabajo, no tener dinero para continuar con tus estudios, tal vez sea algún vicio que no puedes vencer? Jesús te dice hoy: «Confía, no te va pasar nada, yo soy tu Dios». Puedes estar seguro que no importa la dificultad de tu problema, sus manos tiernas y amorosas estarán allí en todo tiempo para sostenerte. ¡Confía en él!

«Pero tienen la seguridad de que los brazos eternos de Dios los rodearán para protegerlos del mal». MJ 100

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

TAN CERCA Y TAN LEJOS DE LA SALVACIÓN

Judas Iscariote [...] objetó: «¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres?» Dijo esto, no porque se interesara por los pobres sino porque [...] como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella (Juan 12: 4-6).

Dios ha puesto en los seres humanos la conciencia moral, cuya violación produce dolor y quebranto interno. Este mecanismo puede ser anulado mediante una racionalización, que hace que el pecado repetido cauterice la conciencia. Las personas que de este modo insensibilizan su conciencia moral, se colocan fuera del alcance de la misericordia divina y cometen lo que se llama el pecado «imperdonable».
Pero este no fue el caso de Judas. Él tenía la oportunidad del perdón, como Pedro la tuvo. La diferencia entre uno y otro fue que Pedro se dejó guiar por el Espíritu de Dios, y su dolor y tristeza se enfocaron en la vergüenza de su acto contra su Amigo y Maestro. Judas, en cambio, se dejó llevar por el enemigo de Dios, y en lugar de concentrarse en su acto vergonzoso hacia Jesús, que lo había tratado con amor y simpatía, se concentró en el castigo que po¬dría venirle por tal infamia. Satanás lo engañó una vez más y lo condujo al suicidio. De esta manera, le robó la gracia del perdón que Jesús pudo darle. Por más que generaciones posteriores trataron de reivindicar el carácter de Judas, su traición y suicidio lo hicieron imposible. El Evangelio de Judas, descubierto hace unos veinte años, trató de hacer eso. Dice que Judas debería ser considerado un héroe. Por supuesto, ese evangelio no fue escrito por Judas, sino por alguien que creía que, siendo que su traición obtuvo un buen resultado, no deberíamos pensar mal de él. Los que participaron en el complot contra el Hijo de Dios, y no se arrepintieron, tendrán que recibir el castigo que merecen sus acciones. Judas, lamentablemente, fue uno de ellos.
Es triste que Judas, motivado por su egoísmo y avaricia personales, permitiera que Satanás controlara su vida y lo alejara de Jesús. Es el ejemplo clásico de alguien que estuvo tan cerca de la salvación... y la perdió.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C