Y Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán. Y habló a los hijos de Israel, diciendo: Cuando mañana preguntaren vuestros hijos a sus padres, y dijeren: ¿Qué significan estas piedras? declararéis a vuestros hijos, diciendo: Israel pasó en seco por este Jordán. Josué 4:20-22.
¡Esas no eran solo algunas viejas piedras cualesquiera! Cada una tenía un significado especial. Eran piedras del recuerdo; piedras de la historia. Las rocas en sí eran bastante comunes, parecidas a millones de otras en las colinas de Palestina. Pero, estas doce señalaban algo: recordaban la conducción de Dios en la experiencia de Israel.
La Biblia es un libro histórico, basado en una serie de acontecimientos que comienzan con la Creación y la entrada del pecado, y pasan por el pacto de Dios con Abraham, el Éxodo, la cautividad y la restauración de Israel, la encarnación y el nacimiento virginal de Jesús, su vida sin pecado y su muerte en la cruz, la resurrección y la segunda venida. De modo que la Biblia es un libro que recuerda la conducción milagrosa que Dios tuvo con su pueblo.
Cuando las iglesias pierden de vista la trascendencia de esas remembranzas, están en problemas. A la deriva de su amarre en puerto seguro, han perdido el rumbo. En el ámbito judeocristiano, la pérdida del rumbo comienza con el olvido del pasado; más específicamente, con el olvido de la conducción de Dios en el pasado.
Cuando ocurre esto, los cristianos pierden su sentido de identidad. Y, tras la falta de identidad, sucede la extinción de la misión y el propósito. Después de todo, si no sabemos quiénes somos en relación con el plan de Dios, ¿qué tenemos para contar al mundo? La historia cristiana está plagada de cuerpos religiosos que han olvidado de dónde provienen y, como resultado, no tienen un rumbo para el futuro. Y ese olvido es una tentación muy real para el adventismo.
No fue por casualidad que Elena de White, ya anciana, haya alertado a sus lectores sobre el tema. “Como he participado en todo paso de avance hasta nuestra condición presente – escribió –, al repasar la historia pasada puedo decir: ‘¡Alabado sea Dios!’ Al ver lo que el Señor ha hecho, me lleno de admiración y de confianza en Cristo como director. No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” (NB 216).
Como veremos en nuestro viaje a través de la historia del adventismo este año, nuestra iglesia tiene sus propias piedras del recuerdo. Si las descuidamos, las consecuencias las padeceremos nosotros mismos.
Tomado de MEDITACIONES MATINALES PARA ADULTOS
A MENOS QUE OLVIDEMOS
Por: George R. Knight