Entonces Pablo salió de en medio de ellos. (Hechos 17:33)
Este versículo ubica a Pablo en la hermosísima ciudad de Atenas, cuna de la filosofía y la mitología, las cuales habían hecho de los atenienses una población completamente idólatra. Su estancia en esta ciudad lo obligó a enfrentarse a la idolatría. Como leemos: «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (Hech, 17: 16). Fue esto lo que impulsó al apóstol a dirigirse a las sinagogas y plazas para discutir temas religiosos y filosóficos. Siendo como era una persona sumamente instruida, pudo presentar con las palabras apropiadas el evangelio a aquellos que valoraban el mundo desde una óptica mundana y atea.
Como buen evangelizador, Pablo se fijó en que los atenienses habían reservado un lugar para el Dios que aún no conocían. A ese que ellos llamaban «Dios no conocido» lo presentó el apóstol como el Creador del cielo y de la tierra. Fruto de la controversia que se suscitó llega hasta nosotros hoy el nombre de Dámaris, una de las pocas personas que creyeron en el mensaje que Pablo presentaba.
¿Eres tú una de esas mujeres que han sido atraídas a Cristo por medio de la predicación de un mensajero suyo? Es momento de agradecer a Dios por haber pensado en ti, pues si otros no hubieran cumplido la misión encomendada por el mismo Cristo de llevar el evangelio a todo el mundo, ni tú ni yo hubiéramos conocido a ese Dios que, a diferencia de. los dioses de las demás filosofías y creencias, ofrece un amor incondicional, que únicamente busca la salvación y el bienestar de todos sus hijos. Entonces, como Dámaris, haremos bien en unirnos a ese proyecto evangelizador, haciendo todo cuanto esté en nuestras manos para que la semilla del evangelio pueda desarrollarse en todo lugar.
Este capítulo termina diciendo: «Algunos cíe los que se habían juntado, creyeron; entre ellos, Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos». Si de este grupo se mencionan por nombre solamente dos personas y una de ellas es una mujer, debe de haber sido un instrumento útil para el apóstol
Para servir al Señor, solo necesitas colocarte en sus manos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Este versículo ubica a Pablo en la hermosísima ciudad de Atenas, cuna de la filosofía y la mitología, las cuales habían hecho de los atenienses una población completamente idólatra. Su estancia en esta ciudad lo obligó a enfrentarse a la idolatría. Como leemos: «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (Hech, 17: 16). Fue esto lo que impulsó al apóstol a dirigirse a las sinagogas y plazas para discutir temas religiosos y filosóficos. Siendo como era una persona sumamente instruida, pudo presentar con las palabras apropiadas el evangelio a aquellos que valoraban el mundo desde una óptica mundana y atea.
Como buen evangelizador, Pablo se fijó en que los atenienses habían reservado un lugar para el Dios que aún no conocían. A ese que ellos llamaban «Dios no conocido» lo presentó el apóstol como el Creador del cielo y de la tierra. Fruto de la controversia que se suscitó llega hasta nosotros hoy el nombre de Dámaris, una de las pocas personas que creyeron en el mensaje que Pablo presentaba.
¿Eres tú una de esas mujeres que han sido atraídas a Cristo por medio de la predicación de un mensajero suyo? Es momento de agradecer a Dios por haber pensado en ti, pues si otros no hubieran cumplido la misión encomendada por el mismo Cristo de llevar el evangelio a todo el mundo, ni tú ni yo hubiéramos conocido a ese Dios que, a diferencia de. los dioses de las demás filosofías y creencias, ofrece un amor incondicional, que únicamente busca la salvación y el bienestar de todos sus hijos. Entonces, como Dámaris, haremos bien en unirnos a ese proyecto evangelizador, haciendo todo cuanto esté en nuestras manos para que la semilla del evangelio pueda desarrollarse en todo lugar.
Este capítulo termina diciendo: «Algunos cíe los que se habían juntado, creyeron; entre ellos, Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos». Si de este grupo se mencionan por nombre solamente dos personas y una de ellas es una mujer, debe de haber sido un instrumento útil para el apóstol
Para servir al Señor, solo necesitas colocarte en sus manos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera