viernes, 5 de abril de 2013

BARRE EL PISO

Lugar: Virginia, EE.UU. 
Palabra de Dios: Eclesiastés 9:10

Finalmente, estaba allí. Después de viajar centenares de kilómetros desde su hogar llevando solo un pequeño atado de ropa, Booker T. Washington estaba de pie, frente al gran edificio de ladrillo de tres pisos de altura. Había soñado con el día en que pudiera aumentar su educación, y ahora, en el otoño de 1872, había llegado hasta el Instituto Hampton.
Booker entró en el edificio, y buscó a la profesora encargada.
-Estoy aquí para asistir al colegio -le dijo, pero no la impresionó.
Después de todo, habían pasado varios días ya desde que Booker se diera un baño o cambiado la ropa (desde que había salido de su casa), y apenas había comido.
La mujer continuó aceptando a otros alumnos, mientras Booker esperaba. Finalmente, después de varias horas, miró a Booker, quizás un poco sorprendida de que todavía estuviera allí.
-La sala de clases de al lado necesita que alguien la barra -dijo-. Toma la escoba y bárrela.
El muchacho se puso a trabajar inmediatamente. Barrió el aula, no una sino tres veces. Y no se detuvo allí, tampoco. Buscó un trapo y quitó el polvo a todo el enmaderado, a las mesas y a las sillas; de hecho, lo repitió cuatro veces, para asegurarse de que no quedara absolutamente nada de polvo. Luego, movió cada mueble, para poder limpiar debajo de ellos. Después, limpió el armario y las paredes. Cuando terminó, había limpiado meticulosamente toda la sala.
Cuando Booker se presentó delante de la profesora principal, ella entró en la sala e inspeccionó el piso. Luego, revisó los muebles, los armarios y las paredes. Cuando encontró todo inmaculado, le dijo a Booker:
-Creo que podrás ingresar en esta institución.
Y así fue como Booker T. Washington, quien más tarde llegó a ser educador y un importante líder del país, ingresó en el Instituto Hampton. Él había seguido el consejo de Eclesiastés: "Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño"

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SUEÑOS ROTOS


Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Josué 1:5

Seguramente todas nosotras atesoramos, en lo más profundo de nuestro corazón y nuestra mente, sueños y anhelos que esperamos hacer realidad tarde o temprano. Estos sueños y anhelos son legítimos, y Dios se complace en que los tengamos; es más, está siempre dispuesto a ayudarnos a hacerlos realidad. No olvidemos que Dios nos hizo para lo alto, lo superior.
Nuestros sueños en relación al éxito profesional, a formar algún día nuestra propia familia, al anhelo de alcanzar conocimiento por medio de un determinado grado de estudio, todos son deseos buenos y loables. Sin embargo, algunos estudios demuestran que casi la mayoría de la gente ve el setenta por ciento de sus sueños truncados.
Que un sueño no llegue nunca a cumplirse puede ser resultado de que hayamos sufrido alguna enfermedad o un revés financiero, de que hayamos hecho un uso incorrecto de los recursos que Dios nos ha concedido, o puede deberse simplemente a la falta de tenacidad para vencer los obstáculos que se presentan en el camino de la vida.
Amiga, no importa en qué etapa de la vida te encuentres, nunca es tarde para alcanzar los sueños, ni siquiera para resucitar aquellos que parecen muertos o agonizantes. Muchas de las trabas o trampas que nos impiden seguir adelante se encuentran dentro de nosotras mismas. Desechemos algunas falsas argumentaciones que nos presenta el mundo y que nosotras nos creemos y nos repetimos mediante frases como «No puedo», «No tengo dinero», «Soy demasiado mayor». «Se acabaron las oportunidades para mí», etcétera. Todos estos pueden ser meramente pretextos para abandonar la lucha de la vida.
Los sueños se pueden aplazar, pero nunca dejar morir. Por supuesto, debemos dejar que los sueños «aterricen» sobre plataformas firmes, seguras y realistas. Recuerda que Dios nos ha dotado de capacidades físicas, emocionales y espirituales, y sobre ellas podemos y debemos construir nuestros sueños.
No vivas este día pensando que estás cada vez más lejos del cumplimiento de tus anhelos. Lo único que necesitas es un plan de acción bien definido y echar mano con toda tu fe de la ayuda divina. El Señor te dice hoy: «Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies. [...] Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó» (Jos. 1:3,7). 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

SIN RESERVAS


No apaguen el Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19).

¿Qué te regalaron cuando te graduaste de secundaria? ¿Qué te gustaría recibir si todavía no te has graduado? En 1904, cuando se graduó de la educación secundaria, en la ciudad de Chicago, William Borden recibió como regalo un viaje alrededor del mundo. Tenía solo 16 años de edad pero su futuro estaba asegurado. Era el heredero de la próspera empresa Borden Dairy Estate y su padre había decidido que, después de regresar de su viaje, William estudiaría en la Universidad de Yale donde se prepararía para asumir la dirección de la empresa de la familia o cualquiera de las corporaciones más exigentes del país.
El viaje de graduación llevó a William por toda Asia, el Próximo Oriente y Europa y causó en él un impacto muy profundo. Hasta ese momento no había tenido la oportunidad de observar personalmente el sufrimiento de las personas. Allí se dio cuenta de la ignorancia, la pobreza y la enfermedad que muchos padecían. William era además una persona profundamente cristiana y se angustiaba al ver pueblos enteros muriendo sin el conocimiento de la salvación en Cristo Jesús. Y fue así, en este viaje, que el deseo de convertirse en misionero para aliviar el sufrimiento en otras partes de la tierra se encendió en su corazón. Antes de regresar del viaje escribió a su casa expresando su deseo de ser misionero. Esto produjo gran sorpresa entre sus amigos. Sabiendo que William era un millonario con un futuro prometedor, expresando su desconcierto, uno de ellos le escribió que, «como misionero», estaba «tirando su vida por la borda». Sin embargo, William era una persona de convicciones firmes y en la parte de atrás de su Biblia escribió dos palabras: «Sin reservas».
Dios también nos habla como a William Borden. En nuestra experiencia como estudiantes, en el trabajo, estando de viaje o al relacionarnos con la familia, Dios abre ante nuestros ojos escenarios de oportunidad para servirle. Si estamos en sintonía con él, en nuestro corazón se encenderá un fuego de convicción y deseo de hacer algo para remediar esas situaciones. Debes reconocer ese fuego como una llama divina que te impulsa a trabajar para el Señor. Aquellos que no apagan el fuego del Espíritu, sino que se entregan «sin reservas» a él, serán poderosos instrumentos de Dios. Vale la pena, ¿no crees?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

OIDORES JUNTO AL CAMINO


El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino. Lucas 8:5.

En la parábola del sembrador se nos presenta el gran conflicto entre Cristo, el príncipe de la luz y Satanás, el príncipe de las tinieblas...
El sembrador es el Hijo de Dios, o aquel a quien le delega su obra, porque al cooperar con Cristo, hemos de llegar a ser colaboradores con Dios. Quienes les abren a otros las Escrituras por medio del ministerio personal están sembrando la buena semilla, porque la buena semilla es la Palabra de Dios...
La semilla sembrada a la vera del camino representa la Palabra de Dios cuando cae en el corazón de un oyente desatento, porque los que han de producir fruto deben meditar mucho en la Palabra que se les ha presentado. Como los pájaros están listos para sacar la semilla que cae junto al camino, Satanás está listo para quitar del alma las semillas de verdad divina, a menos que encuentre posada allí y produzcan fruto para vida eterna.
Satanás y sus ángeles se encuentran en las reuniones donde se predica el evangelio. Mientras los ángeles del cielo tratan de impresionar los corazones con la Palabra de Dios, el enemigo está alerta para hacer que no surta efecto. Con un fervor solamente igualable a su malicia, trata de desbaratar la obra del Espíritu de Dios sobre el corazón del oidor, porque ve que si se acepta la verdad, ha perdido el control de su sujeto, y Cristo ha ganado la victoria...
Hay muchos cuyos corazones son tan duros como el camino pisoteado, y aparentemente es inútil el esfuerzo por presentarles la verdad; pero aunque la lógica no los mueva y los argumentos no sean capaces de convencerlos, que el obrero de Cristo se acerque a ellos con la simpatía y compasión de Cristo, y puede ser que el amor de Cristo someta y derrita el alma a favor de la ternura y contrición...
A través de los años del tiempo de prueba, Dios está probando los corazones de todos, para que se vea quiénes encontrarán lugar para Jesús. La pregunta que toda alma debe contestar es: ¿Aceptará usted el amor perdonador de Dios, que es un remedio para las enfermedades del alma, o elegirá usted la amistad de Satanás y cosechará el terrible destino de los perdidos?— Review and Herald, 31 de mayo de 1892; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, pp. 25, 26.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White