Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre (Salmo 107: 1).
Las últimas semanas habían sido de trabajo arduo: responsabilidades en el hogar, en la iglesia, la preparación de un laboratorio infantil, etcétera. Me sentía muy cansada y pensé, solamente pensé, que me habría gustado tener flores en el jardín, pero no sería posible. Mi esposo salió a visitar algunas iglesias y estuvo fuera todo el fin de semana. Cuando volvió me trajo una maceta de lirios de pascua completamente florecidos. Eran una maravilla. Derramé lágrimas de gratitud porque Dios había cumplido un deseo que ni siquiera expresé.
En otra ocasión, al viajar de regreso al lugar de trabajo, después de unas cortas vacaciones en la Ciudad de México, pasamos por el desierto de Samalayuca rumbo a Ciudad Juárez, al norte del país. Al amanecer solo se observaban pequeñas dunas que formaba el viento y el cielo de un azul intenso completamente limpio en aquel mar de arena. De pronto frente a nosotros apareció el espectáculo de un gran cometa que me pareció que tocaba el oriente y el occidente. ¡Qué regalo tan maravilloso nos dio Dios aquel día! Nunca lo olvidaré.
Mi hija recibió también un regalo de esta clase. Mientas regaba el jardín, se le ocurrió lavar las hojas de un pequeño árbol. Al hacerlo, en aquella cascada se reflejó un hermoso arco iris que contempló extasiada, pero su deleite fue mayor cuando un pequeño colibrí se posó debajo del agua para darse un baño. Luego me contó emocionada lo sucedido y sé lo que significó para ella. Sin duda fue un regalo de Dios. En estos tres regalos Dios manifestó su misericordia, y está dispuesto a manifestarla todavía en los detalles de nuestra vida cotidiana. Abre tus ojos y disfruta lo que Dios tiene hoy para ti.
Las últimas semanas habían sido de trabajo arduo: responsabilidades en el hogar, en la iglesia, la preparación de un laboratorio infantil, etcétera. Me sentía muy cansada y pensé, solamente pensé, que me habría gustado tener flores en el jardín, pero no sería posible. Mi esposo salió a visitar algunas iglesias y estuvo fuera todo el fin de semana. Cuando volvió me trajo una maceta de lirios de pascua completamente florecidos. Eran una maravilla. Derramé lágrimas de gratitud porque Dios había cumplido un deseo que ni siquiera expresé.
En otra ocasión, al viajar de regreso al lugar de trabajo, después de unas cortas vacaciones en la Ciudad de México, pasamos por el desierto de Samalayuca rumbo a Ciudad Juárez, al norte del país. Al amanecer solo se observaban pequeñas dunas que formaba el viento y el cielo de un azul intenso completamente limpio en aquel mar de arena. De pronto frente a nosotros apareció el espectáculo de un gran cometa que me pareció que tocaba el oriente y el occidente. ¡Qué regalo tan maravilloso nos dio Dios aquel día! Nunca lo olvidaré.
Mi hija recibió también un regalo de esta clase. Mientas regaba el jardín, se le ocurrió lavar las hojas de un pequeño árbol. Al hacerlo, en aquella cascada se reflejó un hermoso arco iris que contempló extasiada, pero su deleite fue mayor cuando un pequeño colibrí se posó debajo del agua para darse un baño. Luego me contó emocionada lo sucedido y sé lo que significó para ella. Sin duda fue un regalo de Dios. En estos tres regalos Dios manifestó su misericordia, y está dispuesto a manifestarla todavía en los detalles de nuestra vida cotidiana. Abre tus ojos y disfruta lo que Dios tiene hoy para ti.
Cristina Valles de Quintero
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.