“¿O cómo puedes decir a tu
hermano: ‘Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo’, no mirando tú la
viga que está en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo y
entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lucas
6:42).
Un matrimonio
joven cambió de domicilio. A la mañana siguiente, cuando se preparaban para el
desayuno, el marido dijo a su esposa:
—¿Te has fijado
en la ropa tendida de los vecinos? No está muy limpia que digamos…
Ante la
evidencia, ella asintió. A partir de ese día, la ropa tendida de los vecinos
era motivo de conversación de la joven pareja. Una mañana ella se asombró mucho
al ver la limpieza y blancura de la ropa tendida de los vecinos. Se apresuró a
darle la noticia al esposo:
— ¡Ven y ve que
hoy sí que tienen la ropa limpia!
Sonriendo y
sacudiendo ligeramente la cabeza, dijo:
—Sí, querida,
anoche limpié los cristales de nuestras ventanas.
Los problemas de
autoestima que ven los psicólogos suelen ser los de aquellos que tienen buenas
cualidades y no son capaces de verlas. Pero hay problemas de autoestima que van
en la otra dirección: quienes son incapaces de ver sus propios errores y
limitaciones y, al mismo tiempo, parecen aptos para identificar las faltas de
los demás, como la pareja de nuestra historia.
Jesús condenó
esta actitud hipócrita cuando hizo la pregunta: “¿Por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio
ojo?” (Luc. 6:41). El ejemplo se ajusta muy bien al oficio probable del Maestro
de Nazaret: artesano de la madera. La palabra traducida por “paja” corresponde
a la expresión griega karfos, que puede referirse a una ramita o viruta de madera.
Así podemos ver el contraste de las dimensiones: de una pequeña viruta a una
viga capaz de sostener gran parte de un edificio. ¡Vaya contradicción! Con
frecuencia el ser humano es capaz de notar una mota de serrín y no ver una viga
de madera.
Pongámonos en
manos del Señor Jesús en el día de hoy para que nos dote del entendimiento y la
sabiduría para no juzgar a otros, pues si así lo hacemos, es probable que el
problema que juzgamos sea el mismo en nosotros y aun magnificado, “porque al
juzgar a otro,te condena a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo
mismo”(Rom.2:1)
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020