«Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José» (Salmo 77:15, NVI).
A veces me gusta caminar hasta un gimnasio cercano a ejercitarme. Llevo mi mochila con mis zapatos deportivos y ropa adecuada para hacer ejercicio. Después de cambiarme me dirijo a la sala de pesas. Tengo siempre una lista de ejercicios por hacer Entonces, tomo las pesas y comienzo a fortalecer los músculos de mis brazos, piernas y estómago.
A veces mientras estoy en el gimnasio, llegan unos tipos realmente musculosos. Ellos pueden levantar pesos mucho mayores que los que levanto yo, y sus músculos se ponen inmensos cuando lo hacen. A veces me avergüenza un poco levantar mis pequeñas pesas al lado de uno que ni suda levantando cuatro veces más peso que yo.
El versículo de hoy nos habla de otra persona con un brazo poderoso. Es Dios. Nos dice que él es muy fuerte y que usa su poder para salvar a su pueblo. No debemos sentirnos avergonzados de que Dios sea más fuerte que nosotros. De hecho, podemos estar agradecidos y felices de que Dios use su «brazo poderoso» para salvarnos. ¿No te alegra tener un Dios con unos bíceps bien desarrollados a tu lado? ¡A mí sil
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush