viernes, 24 de agosto de 2012

MADURO Y LISTO


«"¿Qué ves, Amos?" "Una cesta de fruta madura", respondí. Y me dijo el Señor: "Ya Israel está maduro; no le voy a perdonar ni una vez más"» (Amos 8:2).

Caminemos hasta aquel manzano que está allá. Cortemos ahora un par de manzanas. Aún están un poco verdes, pero igual probémoslas. ¡Uy! ¡Qué amargas! Sin duda las manzanas saben mucho mejor cuando están maduras. Ahora, si dejas que pase mucho tiempo, se pondrán marrones y blandas. ¡Qué asco!
En el versículo de hoy Dios compara a su pueblo con una cesta llena de frutos maduros. Israel estaba maduro o listo para ser castigado a causa de su desobediencia. A Dios no le gusta castigar a nadie, pero a veces quiere que aprendamos lecciones importantes.
Pero estar maduros y listos también puede significar algo bueno. Cuando te dicen que eres una persona madura, quiere decir que piensas bien las cosas antes de hacerlas, que piensas en las consecuencias que traerán tus acciones, que piensas en cómo ayudar a los demás y en lo bueno que es tener una relación con Jesús.
Dios quiere que tú seas maduro y que estés listo para aprender lo que él quiere enseñarte. Pídele a Dios que te madure para el cielo y para que puedas «endulzar» las vidas de aquellos que te rodean.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MUJERES AUTÉNTICAS


El labio veraz permanece para siempre (Proverbios 12:19).

En cada aspecto de la vida debemos desempeñar un determinado papel: en el trabajo, en la calle, en nuestro hogar... Como madre, esposa o hija, hermana y amiga es necesario que asumas una actitud para enfrentar la vida. Sin embargo, lo más importante es que ¡nos debemos nosotras mismas! Quizás intentemos ser otra persona, aunque en nuestro interior estemos llenas de belleza emocional y espiritual. Pidamos a Dios que haga brotar todo lo bello y positivo de una forma espontánea y sincera.
Hemos de esforzarnos por desarrollar en nuestras vidas características espirituales genuinas como la bondad, la franqueza y la espontaneidad, o la veracidad. El hecho de que muchas veces nos equivoquemos no nos debe impedir que nos desempeñemos en nuestro espacio tal y como somos. Lo importante es que detrás de todo se encuentre el deseo de servir y apreciar a quienes nos rodean.
En el entorno familiar y en la iglesia se muestra nuestra verdadera naturaleza. Nuestro esposo, nuestros hijos, nuestros hermanos pueden percibir claramente quiénes somos. Esa interacción nos permitirá identificar nuestros defectos para someterlos a Dios con la súplica de que sea él quien nos cambie y nos permita ascender hacia una dimensión espiritual más elevada. «Las palabras veraces y sinceras de un hijo o una hija de Dios, dichas con sencillez natural, abrirán la puerta de corazones que habían estado durante mucho tiempo cerrados» (Obreros evangélicos, p. 75).
«Dios pide obreras fervientes, que sean prudentes, cordiales, tiernas y fieles a los buenos principios. Llama a mujeres perseverantes, que aparten su atención del yo y la• conveniencia personal, y la concentren en Cristo, hablando palabras de verdad, orando con las personas a las cuales tienen acceso, trabajando por la conversión de las almas. I... ] ¿Se levantarán nuestras hermanas para hacer frente a la emergencia?» (Hijas de Dios, p. 11).
En cada una de nuestras acciones debemos dejar un sello que nos identifique como mujeres auténticas, llenas del Espíritu de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

¿SEGUNDO VIOLÍN?


El Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir. Mateo 20:28

En el Nuevo Testamento, se menciona en cuatro ocasiones la lista de los apóstoles: Mateo 10:1-4, Marcos 3:16-19, Lucas 6:14-16 y Hechos 1:13. Adivina a quién se nombra primero en cada una de ellas. ¡Por supuesto, a Pedro!
¿Y Andrés, su hermano? Bien, gracias.
No tiene que haberle resultado fácil a Andrés ser el hermano de Pedro. Imagino que Pedro era el que siempre llevaba la voz cantante, algo así como el director de la orquesta. Andrés equivalía a ser «el segundo violín».
Pedro era tan popular, que a nadie se le habría ocurrido decir: «Pedro, el hermano de Andrés». Pero Andrés era, simplemente, «el hermano de Pedro» (ver Juan 1:40; 6:8).
Este caso me recuerda mi propia experiencia. Cuando era jovencito, en la escuela me conocían como «el hermano de Agustín». Sucede que Agustín, mi hermano mayor, era uno de los mejores estudiantes de toda la institución. Era tan brillante que una maestra incluso llegó a decirme que yo no era «ni las pantuflas de mi hermano». Por un tiempo esas palabras me hirieron, pero después me consolé pensando que yo no era tan malo, ¡sino que mi hermano era demasiado bueno!
¿Cómo manejó Andrés esa incómoda situación? Respondamos con otras preguntas:
- ¿Quién llevó a Pedro al Señor Jesús? Fue Andrés (ver Juan 1:40-42).
- Ante el desafío de alimentar a más de cinco mil personas, ¿quién le mencionó a Jesús que un niño tenía cinco panes y dos peces? Fue Andrés (Juan 6:1-13).
- Cuando unos griegos querían conocer a Jesús, ¿quién los llevó a la presencia del Señor? Fue Andrés (Juan 12:20-33).
¡Ahí está! Andrés no era muy brillante, ni sabía muchas cosas, pero ¡lo poco que sabía la hacía muy bien!
Y a ti, ¿cuántos talentos te ha dado Dios? Probablemente no eres el mejor jugador del equipo. Tampoco eres el solista del coro, ni el más popular del barrio. Pero, ¿sabes qué? Para triunfar en esta vida no tienes que ser el mejor. Basta con que seas útil. Tus talentos, pocos o muchos, ponlos en las manos de Dios, y en el cielo comprobarás que la gloria no está en ser grande, sino en ser útil, como lo fue Jesús.
Padre celestial, que mi mayor gloria sea vivir para servir y ser útil.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

BUSCANDO LA DESCARRIADA


«¡Cuan preciosos, Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!» (Salmo 139:17).

En cierta ocasión, una familia se encontraba de compras en un gran centro comercial. En medio de la agitación y la diversión, uno de ellos se dio cuenta de que Mateo, el pequeño de tres años y medio, había desaparecido. El terror se apoderó de inmediato de su corazón. Habían escuchado las terroríficas historias según las cuales, en los centros comerciales, se raptaban niños que eran llevados a los aseos, donde los vestían con ropa diferente y les cambiaban el peinado para luego dedicarlos al tráfico de menores, y nunca más se volvía a saber de ellos.
A cada miembro se le asignó un lugar distinto para iniciar la búsqueda y se separaron. Al padre se le asignó el estacionamiento. Dice que nunca olvidará esa noche, dando patadas en la nieve recién caída, llamando a Mateo a todo pulmón. Aunque se sentía como un estúpido, su preocupación por la seguridad de su hijo superaba todos los demás sentimientos.
No tuvo éxito y regresó al punto de encuentro.  La esposa no lo había encontrado. Y tampoco la abuela. Y entonces apareció el abuelo, con el pequeño Mateo agarrado de la mano. El corazón les saltó de alegría. Curiosamente, Mateo no estaba preocupado. Ni tan siquiera había llorado. Para él, no había ningún problema. El abuelo les comunicó que lo había encontrado en la tienda de caramelos. Allí estaba, contemplando tranquilamente todas esas deliciosas opciones. Mateo no parecía perdido. No sabía que se había perdido. No era consciente del terrible peligro en que se encontraba.
La nuestra es una cultura de tienda de caramelos, en la que la gente no parece perdida y no sabe que se ha extraviado, viviendo por el placer y los sabores del mundo. Quizá alguien que usted conoce no piense en absoluto en el Señor Jesús. Ni siquiera quiere buscarlo. Sin embargo, aunque esa persona no lo busque, el Señor sí la busca a ella. Sabe que se ha perdido y corre un gran peligro. Si no hubiera un Pastor celestial que piensa en ella, el suyo sería un caso desesperado.
No obstante, podemos hacer algo por los que amamos y están perdidos. Podemos presentarlos cada día en oración al Señor. Esto es la intercesión. También podemos consagrarnos al Señor para hacer todo lo que nos empuje a dar testimonio a esa persona. Dar testimonio no siempre implica decir algo. A veces basta con callar y mostrar paciencia cuando se nos rechaza. Ore para que el Señor lo ayude a ser paciente y amoroso. Basado en Lucas 15:4-7

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill