No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene una gran recompensa. (Hebreos 10:35).
La esposa abrazaba a su bebé mientras escuchaba el terrible diagnóstico de boca de los médicos: «Su esposo se encuentra en estado vegetativo». No era justo. Formaban una familia feliz y mucho más tras la llegada de su hijo. Todo su futuro, sus planes, sus aspiraciones y perspectivas en la vida se habían truncado en tan solo un instante. Él fue internado en un hospital donde, inmovilizado e inconsciente, permaneció durante 18 años. Un día, mientras las enfermeras le hacían las curas, se cayó de la cama y se llevó un buen golpe en la frente. Fue trasladado a urgencias, donde lo atendió la doctora de turno. Al escuchar su voz, abrió inmediatamente los ojos.
El neurólogo que lo examinó se dio cuenta de que únicamente reaccionaba cuando escuchaba la voz de la doctora. Tardaron un tiempo en descubrir la razón de tan insólito comportamiento pero finalmente dieron con ella: la voz de la doctora y la de su esposa se parecían mucho.
Nosotras también hemos sufrido el accidente más terrible que un ser humano puede sufrir: el pecado. Nuestro pecado nos ha dejado en un estado espiritual vegetativo, ya que nuestros miembros no desean hacer la voluntad de Dios. Pero si somos capaces de reaccionar ante la voz de Jesús, volveremos a la vida.
Aquel hombre volvió a la vida cuando escuchó la voz más especial registrada en su mente. Como no recordaba nada de su pasado se sentía cada vez más confundido a medida que le hablaban de su propia vida. Así nos sucede a nosotras cuando nos encontramos con Jesús. Todo lo que. hemos hecho o sido anteriormente, bueno o malo, queda sumergido en lo más profundo de la mar, donde Dios lo sepulta para convertirnos en una nueva criatura. No importa cuan injusta parezca la vida, siempre hay una nueva oportunidad.
Si tienes un hijo, un hermano o una hermana, padre, madre o cualquier otro familiar que vive en un estado espiritual vegetativo, no te desalientes ni pierdas la esperanza. Preséntale a Jesús.
La voz de Jesús es la garantía de la salvación.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La esposa abrazaba a su bebé mientras escuchaba el terrible diagnóstico de boca de los médicos: «Su esposo se encuentra en estado vegetativo». No era justo. Formaban una familia feliz y mucho más tras la llegada de su hijo. Todo su futuro, sus planes, sus aspiraciones y perspectivas en la vida se habían truncado en tan solo un instante. Él fue internado en un hospital donde, inmovilizado e inconsciente, permaneció durante 18 años. Un día, mientras las enfermeras le hacían las curas, se cayó de la cama y se llevó un buen golpe en la frente. Fue trasladado a urgencias, donde lo atendió la doctora de turno. Al escuchar su voz, abrió inmediatamente los ojos.
El neurólogo que lo examinó se dio cuenta de que únicamente reaccionaba cuando escuchaba la voz de la doctora. Tardaron un tiempo en descubrir la razón de tan insólito comportamiento pero finalmente dieron con ella: la voz de la doctora y la de su esposa se parecían mucho.
Nosotras también hemos sufrido el accidente más terrible que un ser humano puede sufrir: el pecado. Nuestro pecado nos ha dejado en un estado espiritual vegetativo, ya que nuestros miembros no desean hacer la voluntad de Dios. Pero si somos capaces de reaccionar ante la voz de Jesús, volveremos a la vida.
Aquel hombre volvió a la vida cuando escuchó la voz más especial registrada en su mente. Como no recordaba nada de su pasado se sentía cada vez más confundido a medida que le hablaban de su propia vida. Así nos sucede a nosotras cuando nos encontramos con Jesús. Todo lo que. hemos hecho o sido anteriormente, bueno o malo, queda sumergido en lo más profundo de la mar, donde Dios lo sepulta para convertirnos en una nueva criatura. No importa cuan injusta parezca la vida, siempre hay una nueva oportunidad.
Si tienes un hijo, un hermano o una hermana, padre, madre o cualquier otro familiar que vive en un estado espiritual vegetativo, no te desalientes ni pierdas la esperanza. Preséntale a Jesús.
La voz de Jesús es la garantía de la salvación.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera