La mujer que teme a Jehová, esa será alabada. (Proverbios 31:30).
Si del espejito del cuento de Blancanieves aprendimos la importancia de tener un concepto equilibrado de nosotras mismas, y de apreciar la belleza física con la que nos ha creado el Señor, el espejo de hoy nos mostrará la importancia del reflejo de lo que hay en nuestro corazón.
Somos seres sociales, y eso implica que deseamos ser aceptadas por los demás y sentirnos integradas en la sociedad en que vivimos. Muchas personas sufren porque no se sienten aceptadas, porque consideran que el mundo no las valora.
Cuando veo personas que tienen algún delecto tísico marcado pienso en lo difícil que debe de ser enfrentar las miradas indiscretas, los comentarios y hasta las burlas de los demás. Recientemente leí en un periódico la experiencia de una jovencita que sufría un tipo de enanismo y que se superó hasta tal punto que terminó su carrera universitaria con honores. La medicina había sido siempre para ella el sueño que quería hacer realidad, aunque para muchos fuera una utopía por su situación. He ahí la gran diferencia entre centrar la vida en la belleza física o en la espiritual, entre procurar la alabanza humana o la aprobación divina de un corazón dispuesto a seguir adelante superando todos los obstáculos.
Dios desea bendecirte, pero no te bendecirá porque seas guapa, o porque te gastes casi todo tu dinero en cosméticos para disimular tus imperfecciones. Dios te bendecirá cuando tu corazón sea un recipiente dispuesto a dejarse llenar por él y a desbordar de amor. Esto no significa que debamos descuidar nuestra apariencia física, que siempre debe ser limpia y agradable, como corresponde a un representante del reino celestial.
La mujer que teme a Jehová, de cuyo interior brotan luz, amor, sinceridad, pureza y bondad, será bendecida eternamente. Ese es el tipo de bendición al que debemos aspirar. Por lo demás, mantente siempre bella, pero bella de verdad, a través de una sonrisa que transmita felicidad, y no dejando nunca de alimentar la belleza espiritual. Esa belleza hará de ti una persona única y especial aquí en esta tierra y tendrá para ti consecuencias eternas.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Si del espejito del cuento de Blancanieves aprendimos la importancia de tener un concepto equilibrado de nosotras mismas, y de apreciar la belleza física con la que nos ha creado el Señor, el espejo de hoy nos mostrará la importancia del reflejo de lo que hay en nuestro corazón.
Somos seres sociales, y eso implica que deseamos ser aceptadas por los demás y sentirnos integradas en la sociedad en que vivimos. Muchas personas sufren porque no se sienten aceptadas, porque consideran que el mundo no las valora.
Cuando veo personas que tienen algún delecto tísico marcado pienso en lo difícil que debe de ser enfrentar las miradas indiscretas, los comentarios y hasta las burlas de los demás. Recientemente leí en un periódico la experiencia de una jovencita que sufría un tipo de enanismo y que se superó hasta tal punto que terminó su carrera universitaria con honores. La medicina había sido siempre para ella el sueño que quería hacer realidad, aunque para muchos fuera una utopía por su situación. He ahí la gran diferencia entre centrar la vida en la belleza física o en la espiritual, entre procurar la alabanza humana o la aprobación divina de un corazón dispuesto a seguir adelante superando todos los obstáculos.
Dios desea bendecirte, pero no te bendecirá porque seas guapa, o porque te gastes casi todo tu dinero en cosméticos para disimular tus imperfecciones. Dios te bendecirá cuando tu corazón sea un recipiente dispuesto a dejarse llenar por él y a desbordar de amor. Esto no significa que debamos descuidar nuestra apariencia física, que siempre debe ser limpia y agradable, como corresponde a un representante del reino celestial.
La mujer que teme a Jehová, de cuyo interior brotan luz, amor, sinceridad, pureza y bondad, será bendecida eternamente. Ese es el tipo de bendición al que debemos aspirar. Por lo demás, mantente siempre bella, pero bella de verdad, a través de una sonrisa que transmita felicidad, y no dejando nunca de alimentar la belleza espiritual. Esa belleza hará de ti una persona única y especial aquí en esta tierra y tendrá para ti consecuencias eternas.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera