«El amor sea sin fingimiento» (Rom. 12: 9, RV95).
Un caluroso día de verano del 2014, mi familia y yo nos dirigíamos a Bocas del Toro, Panamá. El sol nos calentaba la piel y la vegetación nos alegraba la vista. Íbamos a la isla Colón y teníamos que pasar un largo tramo cerca de la vertiente caribeña de Panamá. A la distancia, se dibujaban sombras de mujeres recogiendo agua y lavando ropa: estábamos en territorio indígena.
Mis dos hijos escudriñaban las casitas de los guaimíes, con altos pilares y techo de palma. Decidimos entonces hacer una parada. De pronto, mis hijos vinieron corriendo hacia mí, suplicando que les diera dinero. Cuando se lo di, ellos tomaron ese dinero y la bolsa de viandas que venían disfrutando por el camino y, con la alegría de sus corazones infantiles, se lo dieron todo a un niño guaimí que hacía rato los estaba observando.
—iMami, mira, mira cómo devora nuestra comida! —exclamó mi hija.
Mis pequeños se escondieron detrás del auto para observar, embelezados, cómo aquel niño comía y, de vez en cuando, buscaba el rostro de mis hijos para sonreírles en señal de gratitud. Fue aquella una escena tierna en la que comprobé una vez más hasta qué punto el amor de los niños es sin fingimiento, puro y real.
Ese es el tipo de amor al que nos exhorta Dios en su Palabra. Leemos en Romanos 12: 9: «El amor sea sin fingimiento» (RV95). Parece mentira que haga falta decirlo, pero así es, porque los adultos, lamentablemente, llevamos muchos disfraces de lo que aparenta ser «amor» o «bondad» pero que no es lo uno ni IO otro. Este problema, los niños no lo tienen. Ellos, cuando dan, lo dan todo, sin hipocresía.
Solo existe un tipo de amor genuino, y la Biblia lo define muy claramente; es este: «Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo» (I Cor. 13:4-7).
Que nuestro amor en este día sea como el de un niño, y que nunca olvidemos que «tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor» (vers. 13). Por supuesto, sin hipocresía.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.