¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis? (Isaías 46:5)
Un 1º de enero, una amiga y yo decidimos ayunar y orar durante el año que comenzaba. El Espíritu Santo me inspiró para orar por nuestras familias, amigos y la familia del campus, así que aceptamos esa idea con gozo. La primera mañana, caminamos hasta un lugar donde nos sentimos rodeadas por árboles y la belleza de la naturaleza: el cielo, el sonido placentero de las aves y, de vez en cuando, el sonido de la lluvia a la distancia.
Poco después de haber comenzado muestra sesión de oración, apareció una nube oscura y nuevamente escuchamos el sonido de la lluvia a la distancia. Mi amiga sugirió que comenzáramos una sesión de alabanzas, así que comenzamos a cantar, y le pedimos a Dios que alejara la lluvia. ¡Y lo hizo! Y lo mismo ocurrió la segunda vez que nos reunimos para nuestro momento de oración . Sin embargo, cuando escuchamos la lluvia por tercera vez, parecía estar viniendo de ambas direcciones. Decidimos hacer otra sesión de alabanza. Entonamos varias canciones, pero la lluvia se acercaba cada vez más. En ese momento decidimos que no nos iríamos hasta que termináramos de orar por cada uno de los nombres de nuestra lista. Así que le pedimos a Dios que nos protegiera. Para esta hora, solo nos quedaba orar por nuestras familias.
Continuamos en oración, presentando nombre por nombre ante Dios mientras la lluvia se hacía cada vez más torrencial. Nosotras nos habíamos puesto de pie; nuestras bolsas de dormir estaban mojadas; nuestras sábanas empapadas; nuestro cabello húmedo... pero nuestras ropas y nuestros pies estaban secos. Terminamos nuestras oraciones y nos marchamos. No queríamos ni hablar acerca del milagro. Estuvimos en silencio por un tiempo; entonces exclamé: "Amiga, ¿viste qué bueno es Dios? Necesitamos desafiarlo más este año". Pero, en ese preciso momento el Espíritu Santo me corrigió, y dije: " Perdón, amiga, este año necesitamos desafiarnos a nosotras mismas a confiar más en Dios. Él está dispuesto y listo a hacer todas las cosas en nuestro favor".
Nos reímos, agradeciendo a Dios por lo que nos había revelado, porque ahora sabíamos lo que él quería que hiciéramos ese año: desafiarnos a nosotras mismas a confiar más en él. ¿Te gustaría aceptar ese desafío también?
Un 1º de enero, una amiga y yo decidimos ayunar y orar durante el año que comenzaba. El Espíritu Santo me inspiró para orar por nuestras familias, amigos y la familia del campus, así que aceptamos esa idea con gozo. La primera mañana, caminamos hasta un lugar donde nos sentimos rodeadas por árboles y la belleza de la naturaleza: el cielo, el sonido placentero de las aves y, de vez en cuando, el sonido de la lluvia a la distancia.
Poco después de haber comenzado muestra sesión de oración, apareció una nube oscura y nuevamente escuchamos el sonido de la lluvia a la distancia. Mi amiga sugirió que comenzáramos una sesión de alabanzas, así que comenzamos a cantar, y le pedimos a Dios que alejara la lluvia. ¡Y lo hizo! Y lo mismo ocurrió la segunda vez que nos reunimos para nuestro momento de oración . Sin embargo, cuando escuchamos la lluvia por tercera vez, parecía estar viniendo de ambas direcciones. Decidimos hacer otra sesión de alabanza. Entonamos varias canciones, pero la lluvia se acercaba cada vez más. En ese momento decidimos que no nos iríamos hasta que termináramos de orar por cada uno de los nombres de nuestra lista. Así que le pedimos a Dios que nos protegiera. Para esta hora, solo nos quedaba orar por nuestras familias.
Continuamos en oración, presentando nombre por nombre ante Dios mientras la lluvia se hacía cada vez más torrencial. Nosotras nos habíamos puesto de pie; nuestras bolsas de dormir estaban mojadas; nuestras sábanas empapadas; nuestro cabello húmedo... pero nuestras ropas y nuestros pies estaban secos. Terminamos nuestras oraciones y nos marchamos. No queríamos ni hablar acerca del milagro. Estuvimos en silencio por un tiempo; entonces exclamé: "Amiga, ¿viste qué bueno es Dios? Necesitamos desafiarlo más este año". Pero, en ese preciso momento el Espíritu Santo me corrigió, y dije: " Perdón, amiga, este año necesitamos desafiarnos a nosotras mismas a confiar más en Dios. Él está dispuesto y listo a hacer todas las cosas en nuestro favor".
Nos reímos, agradeciendo a Dios por lo que nos había revelado, porque ahora sabíamos lo que él quería que hiciéramos ese año: desafiarnos a nosotras mismas a confiar más en él. ¿Te gustaría aceptar ese desafío también?
Nadine A. Joseph
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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