Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir. (Mateo 25:13)
La parábola de las diez vírgenes es un tema recurrente en muchos sermones en los que se resalta la importancia de estar preparados para cuando Cristo vuelva. Pero de ella podemos aprender hoy otras lecciones.
La palabra «insensata» es sinónimo de «desaconsejada», por lo que podemos decir que las personas que no reciben consejo son insensatas. Un proverbio muy popular nos advierte de que «el que no oye consejo, no llega a viejo». Por supuesto, el que no oye consejos constructivos que se nos dan para nuestro bien.
Estas muchachas a las que Jesús llama insensatas habían recibido el buen consejo de hacer provisión para sus lámparas por si el novio se retrasaba, pero unas lo escucharon y otras no. Escuchar no siempre resulta agradable. El oído humano, aunque no tan sensible como el de algunos animales, a veces solo escucha lo que le gusta oír. Aunque tal vez sabemos que el consejo que estamos recibiendo es sabio, nuestra debilidad, alimentada por la complacencia propia, nos gana la batalla. ¡Cuántos tragos amargos ocasiona no prestar oído al consejo sabio!
Diariamente escuchamos la voz divina que nos habla a través de, agentes humanos en forma de consejos. Ser sabios en nuestra propia opinión resulta un peligroso camino que transitar. La famosa afirmación de Sócrates «solo sé que no sé nada» va más allá del mero conocimiento intelectual o científico. El ser humano no vive lo suficiente como para salir airoso de todas las vicisitudes de la vida, por lo que «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar».
Estas muchachas imprudentes nos representan muy bien a nosotras, que encontramos en la Palabra de Dios consejos para nuestra enseñanza e instrucción, a fin de que podamos caminar tranquilamente por este valle de tentaciones y lograr llegar a la meta ansiada. Tú. que vives en un siglo de luces y avances, ¿en qué bando te colocarás?
«Señor, abre mis oídos para que siempre reconozca tu voz».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La parábola de las diez vírgenes es un tema recurrente en muchos sermones en los que se resalta la importancia de estar preparados para cuando Cristo vuelva. Pero de ella podemos aprender hoy otras lecciones.
La palabra «insensata» es sinónimo de «desaconsejada», por lo que podemos decir que las personas que no reciben consejo son insensatas. Un proverbio muy popular nos advierte de que «el que no oye consejo, no llega a viejo». Por supuesto, el que no oye consejos constructivos que se nos dan para nuestro bien.
Estas muchachas a las que Jesús llama insensatas habían recibido el buen consejo de hacer provisión para sus lámparas por si el novio se retrasaba, pero unas lo escucharon y otras no. Escuchar no siempre resulta agradable. El oído humano, aunque no tan sensible como el de algunos animales, a veces solo escucha lo que le gusta oír. Aunque tal vez sabemos que el consejo que estamos recibiendo es sabio, nuestra debilidad, alimentada por la complacencia propia, nos gana la batalla. ¡Cuántos tragos amargos ocasiona no prestar oído al consejo sabio!
Diariamente escuchamos la voz divina que nos habla a través de, agentes humanos en forma de consejos. Ser sabios en nuestra propia opinión resulta un peligroso camino que transitar. La famosa afirmación de Sócrates «solo sé que no sé nada» va más allá del mero conocimiento intelectual o científico. El ser humano no vive lo suficiente como para salir airoso de todas las vicisitudes de la vida, por lo que «cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar».
Estas muchachas imprudentes nos representan muy bien a nosotras, que encontramos en la Palabra de Dios consejos para nuestra enseñanza e instrucción, a fin de que podamos caminar tranquilamente por este valle de tentaciones y lograr llegar a la meta ansiada. Tú. que vives en un siglo de luces y avances, ¿en qué bando te colocarás?
«Señor, abre mis oídos para que siempre reconozca tu voz».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera