Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7:19).
Hace algún tiempo mi esposo visitó a una dama que le pidió que orara por ella. En la conversación confesó algunas faltas que había cometido hacía nueve años. «¿Pero acaso no los ha confesado al Señor?», preguntó mi marido. A lo que ella respondió: «Sí, pero no siento que me haya perdonado». Mucha gente pide perdón por pecados cometidos hace mucho tiempo. Vez tras vez los confiesa al Señor, como si él no los hubiera perdonado. ¡Pero él ya los ha perdonado! ¿Entonces qué pasa? La respuesta es simple: incredulidad. Una de las funciones del Espíritu Santo es convencernos de que estamos completamente perdonadas, y para eso se requiere fe.
Cuando aceptamos la invitación de ir a Cristo y confesarle nuestros pecados, debemos también creer que nos perdona y que no nos condena, solo así podremos cumplir con la segunda parte del proceso que dice: «Vete y no peques más». Para vivir como quien ha sido perdonada, debemos olvidarnos por completo de nuestros errores pasados, es decir, perdonarnos a nosotras mismas. En fin, hacer lo que Dios hace con nuestros pecados: echarlos al fondo del mar.
La superficie total ocupada por océanos y mares representa aproximadamente el 71% de la superficie del globo terráqueo, y las máximas profundidades oceánicas se hallan en las llamadas fosas marinas con hasta 11,000 metros en el Pacífico. Estos datos se han calculado gracias a equipos especializados de econosondas de los buques de investigación oceanógrafica, pero nadie ha podido llegar al fondo de estos abismos. Así que no te desgastes tratando de llegar al «fondo del mar» para recuperar los pecados que Dios ya perdonó.
Esta mañana te invito a confiar en que todos tus pecados confesados han sido perdonados. No sigas pidiendo perdón por los mismos pecados del pasado. En el cielo ya han sido borrados. Disfruta la vida que Dios te ha dado y decide ser feliz.
Hace algún tiempo mi esposo visitó a una dama que le pidió que orara por ella. En la conversación confesó algunas faltas que había cometido hacía nueve años. «¿Pero acaso no los ha confesado al Señor?», preguntó mi marido. A lo que ella respondió: «Sí, pero no siento que me haya perdonado». Mucha gente pide perdón por pecados cometidos hace mucho tiempo. Vez tras vez los confiesa al Señor, como si él no los hubiera perdonado. ¡Pero él ya los ha perdonado! ¿Entonces qué pasa? La respuesta es simple: incredulidad. Una de las funciones del Espíritu Santo es convencernos de que estamos completamente perdonadas, y para eso se requiere fe.
Cuando aceptamos la invitación de ir a Cristo y confesarle nuestros pecados, debemos también creer que nos perdona y que no nos condena, solo así podremos cumplir con la segunda parte del proceso que dice: «Vete y no peques más». Para vivir como quien ha sido perdonada, debemos olvidarnos por completo de nuestros errores pasados, es decir, perdonarnos a nosotras mismas. En fin, hacer lo que Dios hace con nuestros pecados: echarlos al fondo del mar.
La superficie total ocupada por océanos y mares representa aproximadamente el 71% de la superficie del globo terráqueo, y las máximas profundidades oceánicas se hallan en las llamadas fosas marinas con hasta 11,000 metros en el Pacífico. Estos datos se han calculado gracias a equipos especializados de econosondas de los buques de investigación oceanógrafica, pero nadie ha podido llegar al fondo de estos abismos. Así que no te desgastes tratando de llegar al «fondo del mar» para recuperar los pecados que Dios ya perdonó.
Esta mañana te invito a confiar en que todos tus pecados confesados han sido perdonados. No sigas pidiendo perdón por los mismos pecados del pasado. En el cielo ya han sido borrados. Disfruta la vida que Dios te ha dado y decide ser feliz.
Claudia Gabriela Hernández Solazar
Tomado de Manifestaciones de su amor
Tomado de Manifestaciones de su amor