¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! (Salmo 42: 5).
Un corazón agradecido no es aquel que solamente reconoce a Dios en tiempos de bonanza y prosperidad. La verdadera gratitud se ve cuando te sobrevienen situaciones adversas que no esperabas, y en medio de ellas ves el amor de tu Padre celestial. ¡Qué fácil es dar gracias al cielo mientras la vida te sonríe! ¡Y qué difícil encontrar a Dios cuando las tormentas de la vida arrecian contra ti!
¡Alabado sea Dios! Él está allí para protegernos y escuchar su dulce voz; para hacernos entender que, entre lo malo, escogió lo menos dañino para desarrollar nuestra confianza en su amor y sabiduría, para comprender que en su sapiencia misteriosa, entre gritos de dolor, permite situaciones inexplicables para evitar males mayores. ¡Alabo, Señor, tu grande amor! Te alabo Señor porque aunque las fuerzas ya no den más, aunque el cansancio invada el cuerpo, muestras tu gloria al acomodarte en cada corazón sufriente. Provees la fortaleza para vivir cada día y el gozo de ver un mañana glorioso. Gracias por tu Espíritu Consolador, ¡cómo ha trabajado conmigo y con todos los que sufren! Si hay que esperar más en este mundo, lo haremos confiando en ti, no importa el tiempo que pase. Permite que permanezcamos fieles.
¿Acaso no agradeceremos tan inefable amor por todo este mundo que apenas se acuerda de ti? Gracias porque tienes un tiempo para todo y renuevas cada día el corazón de tus hijos. Mi buen Dios, gracias porque cada día puedo ver tus misericordias y todavía soy hija tuya, poseedora de tu amor y heredera de tu reino.
Un corazón agradecido no es aquel que solamente reconoce a Dios en tiempos de bonanza y prosperidad. La verdadera gratitud se ve cuando te sobrevienen situaciones adversas que no esperabas, y en medio de ellas ves el amor de tu Padre celestial. ¡Qué fácil es dar gracias al cielo mientras la vida te sonríe! ¡Y qué difícil encontrar a Dios cuando las tormentas de la vida arrecian contra ti!
¡Alabado sea Dios! Él está allí para protegernos y escuchar su dulce voz; para hacernos entender que, entre lo malo, escogió lo menos dañino para desarrollar nuestra confianza en su amor y sabiduría, para comprender que en su sapiencia misteriosa, entre gritos de dolor, permite situaciones inexplicables para evitar males mayores. ¡Alabo, Señor, tu grande amor! Te alabo Señor porque aunque las fuerzas ya no den más, aunque el cansancio invada el cuerpo, muestras tu gloria al acomodarte en cada corazón sufriente. Provees la fortaleza para vivir cada día y el gozo de ver un mañana glorioso. Gracias por tu Espíritu Consolador, ¡cómo ha trabajado conmigo y con todos los que sufren! Si hay que esperar más en este mundo, lo haremos confiando en ti, no importa el tiempo que pase. Permite que permanezcamos fieles.
¿Acaso no agradeceremos tan inefable amor por todo este mundo que apenas se acuerda de ti? Gracias porque tienes un tiempo para todo y renuevas cada día el corazón de tus hijos. Mi buen Dios, gracias porque cada día puedo ver tus misericordias y todavía soy hija tuya, poseedora de tu amor y heredera de tu reino.
Lorena P. de Fernández
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.