martes, 19 de febrero de 2013

EL SEÑOR TARTAMUDO


Lugar: Jamaica
Palabra de Dios: proverbios 11:12.

- Hey, Martín. Aquí viene mi hermano -dijo Benja-. M-m-mi nom-nom-bre es se-se-ñor ttttartamudo.
Los dos chicos se echaron a reír.
-¿Q-q-qué es tan divertido? -preguntó el hermano de Benja, cuando estuvo más cerca.
-N-n-nada -respondió Benja, exagerando cada sílaba y tratando de no reírse-, ¿Q-q-q-qué e-e-es lo q-q-que q-q-q-quieres? -y con eso, Benja y su amigo Martín se largaron a reír nuevamente.
-Me-me-me llamo se-se-se-señor ta-ta-tar-tamudo -dijo Benja nuevamente, mientras su hermano le daba una mirada feroz y se alejaba, enojado.
A Benjamín le gustaba molestar a su hermano, y lo hacía todos los días. Le copiaba la forma de tartamudear y se reía de él todas las veces que podía. Pero, un día, algo sucedió. Mientras salía de la escuela, Benja le dijo a su mejor amigo:
-¡Ma-ma-martín, e-e-e-espérame!
Benja se detuvo, sorprendido al darse cuenta de que había tartamudeado sin querer. No le dio importancia. Pero, unos días más tarde, ocurrió nuevamente. Pronto le sucedía cada vez más seguido. Habiéndose burlado durante tanto tiempo del tartamudeo de su hermano, ahora Benjamín también tartamudeaba. De hecho, no se lo pudo sacar de encima. Aunque ahora tiene más de cuarenta años, todavía tartamudea, y a la gente a veces le cuesta entenderlo por esa razón.
Nunca es una buena idea burlarse de los demás por sus problemas. El libro de Proverbios dice: "El falto de juicio desprecia a su prójimo, pero el entendido refrena su lengua". La próxima vez que te sientas tentado a reírte de alguien, piensa en este proverbio y recuerda que Jesús quiere que ames a los demás y que seas bondadoso con ellos.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿QUÉ ES MÁS IMPORTANTE?


Con sabiduría se construye la casa; con inteligencia se echan los cimientos. Con buen juicio se llenan sus cuartos de bellos y extraordinarios tesoros. El que es sabio tiene gran poder, y el que es entendido aumenta su fuerza. La guerra se hace con buena estrategia; la victoria se alcanza con muchos consejeros. Proverbios 24:3-6.

Nunca olvidaré la actitud que asumió mi madre el día que, por querer ayudarla, rompí un hermoso florero que era un recuerdo de su hermana. Fue un desafortunado accidente, y yo de inmediato me llené de temor; ya me imaginaba el castigo que seguramente me esperaba. Pero sucedió todo lo contrario. Me acuerdo de que mi madre tomó mi rostro entre sus manos y, con sincera ternura, me dijo: «Era un florero muy viejo, qué bueno que se rompió».
A mis cortos años comprendí con mucha claridad que yo era más importante que un recuerdo familiar o un adorno. Aquella actitud reforzó mi sentido de valía personal, y todavía lo hace cada vez que recuerdo el incidente.
A veces nos empeñamos y desgastamos para obtener cosas, supuestamente para dar bienestar y comodidad a los miembros de nuestra familia, pero a la larga se transforman en instrumentos de tortura. Los niños no tienen acceso a las comodidades de la casa, porque están reservadas para las visitas. Muchas veces cuidamos obsesivamente los bienes que hemos adquirido: los muebles nuevos de la sala, la alfombra, las cortinas recién compradas, la vajilla de porcelana, etcétera; son intocables, y si alguien los daña, aun sin querer, es sancionado cruelmente.
Si las madres queremos tener a nuestros hijos cerca de nosotras, hemos de hacerlos sentir importantes. Explicarles que el cuidado esmerado que tenemos por la casa, la limpieza, el orden y el buen trato de los enseres, está motivado por el deseo de que ellos se sientan cómodos, importantes y especiales en su hogar. Una casa hermosa, limpia y ordenada honra a Dios, y debe estar al servicio de sus moradores. Cuando sucede lo contrario, maltratamos el legado más precioso que el Señor nos ha dado.
Estoy segura de que toda madre ama entrañablemente a sus hijos, y los reconoce como «herencia del Señor» (Sal. 127:3), pues ellos son los que merecen toda nuestra energía, tiempo y cuidado. Sin embargo, a veces olvidamos que son nuestra mejor inversión, y es de ellos que daremos cuenta delante de Dios. Procuremos entonces, con toda diligencia, cuidar de lo que perdurará hasta la eternidad y no de las cosas perecederas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

OBSERVAR, INTERPRETAR, APLICAR


Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba (Hechos 17:11).

Jean-Louis Agassiz además de un gran científico, fue un profesor muy inspirador. Una de sus anécdotas sirve para mostrar los principios básicos del estudio inductivo. Un estudiante de historia natural se matriculó con Agassiz. Le informó que estaba interesado en la zoología, especialmente los insectos. 
—¿Y cuándo deseas comenzar? —le preguntó. 
—Ahora mismo —contestó el alumno.
Agassiz tomó un recipiente con un espécimen y dijo al estudiante: 
—Toma este pez y obsérvalo. Lo llamamos Haemulon. De vez en cuando te preguntaré qué has visto.
Le dio instrucciones de cómo cuidarlo y salió. El estudiante quedó desencantado. Esperaba lecciones de sabiduría del maestro y ahora lo dejaba observando a aquel monstruo. Pasaron diez minutos y el estudiante decidió que ya había visto todo lo que podía ver del pez, así que salió en busca de su maestro para preguntarle qué más debía hacer. Pero el profesor ya no estaba en el museo y el estudiante no pudo hacer otra cosa que regresar a observar aquel pez disecado. Pronto comenzó a parecerle repulsivo. Le dio la vuelta, y lo miró directamente a la cara. Sin importar cómo lo mirara, no le parecía en absoluto interesante. Como ya era hora de comer, guardó al pez y se tomó una larga sobremesa.
Cuando regresó, se enteró de que el maestro Agassiz de nuevo había tenido que salir. El estudiante logró animarse y volvió a contemplar al pez. Le tocó los agudos dientes y pensó que dibujarlo sería una buena manera de pasar el tiempo. Cuando el profesor regresó, vio que el estudiante dibujaba el espécimen y le dijo:
—Eso está muy bien. El lápiz es uno de los mejores ojos.
Cuando el estudiante preguntó al maestro qué tenía que hacer después, la respuesta fue:
—Oh, mirar de nuevo al pez.
Tres días lo observó bajo prohibición de mirar cualquier otra cosa. Repetidamente Agassiz le decía: «Mira, mira, mira». Más tarde, el estudiante llegó a comprender que esa era la mejor lección en entomología que jamás había recibido. Los métodos de entrenamiento de Agassiz se pueden resumir en tres pasos: observar, interpretar, aplicar.
Cuando aplicamos estos tres pasos al estudio de la Biblia, descubrimos la verdad por nosotros mismos y tenemos el gozo del descubrimiento personal. Así actuaron los cristianos de Berea y por eso fueron más nobles que los Tesalonicenses. Sigamos el mismo método y nuestra vida espiritual se fortalecerá.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

NUESTRA NECESIDAD DEL ESPÍRITU SANTO



 Si vivimos -por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. Gálatas 5:25.


El Espíritu Santo no solo santifica sino que convence. No podemos arrepentimos de nuestros pecados hasta que seamos convencidos de nuestra culpa. Cuan necesario entonces es que tengamos al Espíritu Santo con nosotros al esforzarnos por alcanzar las almas caídas. Nuestras habilidades humanas serán ejercitadas en vano a menos que se unan a esta agencia celestial...
En el ministerio de rescatar a los perdidos, los hombres y los ángeles deben trabajar en armonía para enseñar la verdad de Dios a los que todavía no la conocen, a fin de que puedan verse libres de las ataduras del pecado. Solo la verdad puede producir esta liberación. La libertad resultante del conocimiento del mensaje debe ser proclamada a toda criatura. Nuestro Padre celestial, Jesucristo y los ángeles del cielo están interesados en esta obra grandiosa y santa. Al hombre se le ha concedido el exaltado privilegio de manifestar el carácter divino por intermedio de la abnegación que requiere la tarea de rescatar a los que fueron arrojados al pozo de la ruina. Cada uno que desee someterse a la iluminación del Espíritu Santo será usado para realizar este propósito divinamente concebido...
Nuestro Salvador ha de ser reconocido y aceptado más claramente como la suficiencia completa de su iglesia. Solo él puede perfeccionar la fe de su pueblo...
Necesitamos dejar más espacio para la obra del Espíritu Santo, a fin de que los obreros se unan y puedan avanzar con la fuerza de un cuerpo unido de soldados... Una consagración entera al servicio de Dios revelará la influencia modeladora del Espíritu Santo a cada paso del camino...
Dios desea que la iglesia se aferré por fe a sus promesas, y pida el Espíritu Santo para que la ayude en todo...
Oh, si la frágil humanidad comprendiera que el General de los ejércitos del cielo es quien conduce y dirige el movimiento de sus aliados sobre la tierra. Cristo mismo es el poder renovador que, gracias al Espíritu Santo, actúa en y a través de cada soldado. Cada individuo ha de convertirse en un instrumento en sus manos para obrar por la salvación de las almas. A nadie que desee laborar para el Maestro se le negará un lugar, si es un verdadero seguidor de Cristo. La eficacia del Espíritu hará productiva la labor de todos los que están dispuestos a someterse a sus orientaciones. — Review and Herald, 16 de julio de 1895; parcialmente en Recibiréis poder, pp. 185, 189.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White