He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres. Génesis 28:15.
Cuando Esaú descubrió el engaño de Jacob para obtener la bendición de su padre, verdaderamente lloró. Y una vez que gastó sus lágrimas, su llanto fue reemplazado por ira.
“Me vengaré de Jacob”, murmuró. “Esperaré hasta que nuestro padre muera y, luego, ¡cuidado! ¡Ciertamente lo mataré!”
Pero Esaú no sabía cuán larga sería una espera como esa. Ni nadie más. Rebeca sintió que Isaac podía morir pronto y, entonces, su hijo menor estaría en gran peligro. Jacob mismo no tenía intención de quedarse por allí para el funeral de su padre. Era incómodo solo pensar en quedarse hasta la muerte de Isaac cuando su propia muerte estaba tan próxima. Parecía no haber tiempo que perder. Nadie podía saber que el querido Isaac, ciego y anciano, iba a vivir 43 años más. No había ninguna diferencia en ese momento. Rebeca urgió a su hijo favorito a abandonar el hogar inmediatamente.
Tomando su vara en su mano, Jacob salió a toda prisa hacia el norte, sin saber que nunca más volvería a ver a su madre. El hecho de que Esaú fuera tan buen cazador mantuvo sus pies moviéndose rápidamente. Tendría que viajar “durante varios días por una región habitada por tribus indómitas y errantes” (Patriarcas y profetas, p. 182).
Después de dos días, Jacob estaba a una distancia considerable de las tiendas de su padre. Anochecía, y las profundas sombras de las rocas y las colinas se igualaban con su humor. “Se sentía desechado, y sabía que toda esta tribulación había venido sobre él por su propio proceder erróneo” (ibíd.). Estaba completamente solo y triste. Si alguna vez había necesitado la protección de Dios, era ahora. Y así y todo, no parecía que se atreviera a orar. Sus pecados de codicia y mentira lo presionaban como una carga pesada. El temor de que Dios lo hubiese abandonado era, por lejos, más grande que el temor a cualquier ladrón o animal salvaje acechando en las sombras.
Jacob apoyó su agotada cabeza sobre una roca cercana, lo que derivó en un sueño afligido. Entonces, Dios respondió a este deshonesto fugitivo. En un sueño, Jacob vio una escalera brillante y resplandeciente que se extendía desde el lugar donde estaba durmiendo hasta el cielo, en donde desaparecía. Los ángeles estaban subiendo y bajando por los escalones, y en la cima estaba el Señor mismo.
Además de repetir la promesa dada a Abraham e Isaac, Dios consoló a Jacob con las palabras del versículo de hoy. Esta promesa puede ser reclamada por cualquier hijo de Dios.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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