El que habita al abrigo del Altísimo morara bajo la sombra del Omnipotente (Salmos 91:1).
Gina caminaba por las frías calles de Londres. Su cuerpo estaba expuesto a la nieve, que caía abundantemente. Aunque la cubría un grueso abrigo de pieles, su corazón latía débilmente, presa de su propia frialdad. ¿Cómo podía hacer para sentirse diferente? En su casa había una buena estufa, donde con toda seguridad encontraría el calor que necesitaba, pero, ¿dónde encontrar el calor capaz de quitarle el frío que sentía en su alma? Miles de personas se suman a la gran muchedumbre que perece bajo el frío despiadado de un corazón endurecido. Aparentemente tienen todo lo que han deseado durante sus vidas, pero se sienten como tumbas de piedra.
Gina se encontró de repente frente a una iglesia. Sin darse cuenta, sus pies la habían llevado hasta aquel lugar. El templo estaba abierto. El sonido de villancicos, los niños disfrazados de pastores y de reyes magos, los rostros alegres y sonrientes, todo la invitaba a entrar. Se sentó en un lugar asignado por una persona muy amable, que la saludó con cariño. Tras presenciar las escenas que representaban aquellos niños risueños, el pastor subió a la plataforma llevando consigo una vela. Entonces se paró al lado de una inmensa cruz que se elevaba a un costado del escenario y exclamó: «¡Esto es la Navidad!».
De pronto el corazón de Ciña comenzó a latir como nunca. El calor que había perdido hacía tanto tiempo parecía regresar a su pecho. Nunca antes había entendido lo que realmente significaba la Navidad. Incluso consideraba las fiestas navideñas como una hipocresía social. Pero ahora, frente a la cruz, percibió la humildad, la ternura y el amor de un Dios que se había despojado de sus mejores vestiduras para compartir las penurias de un mundo frío, oscuro y despiadado. Esa noche, cuando regresó a su hogar, sintió por primera vez en muchos años el calor que le proporcionaba habitar bajo la sombra del Dios omnipotente.
¿Te estás cobijando tú bajo la sombra del Altísimo? ¿Resguardas tu vida a la lumbre de su amor? Esta Navidad puede ser un buen pretexto para que Cristo te cubra con su manto.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Gina caminaba por las frías calles de Londres. Su cuerpo estaba expuesto a la nieve, que caía abundantemente. Aunque la cubría un grueso abrigo de pieles, su corazón latía débilmente, presa de su propia frialdad. ¿Cómo podía hacer para sentirse diferente? En su casa había una buena estufa, donde con toda seguridad encontraría el calor que necesitaba, pero, ¿dónde encontrar el calor capaz de quitarle el frío que sentía en su alma? Miles de personas se suman a la gran muchedumbre que perece bajo el frío despiadado de un corazón endurecido. Aparentemente tienen todo lo que han deseado durante sus vidas, pero se sienten como tumbas de piedra.
Gina se encontró de repente frente a una iglesia. Sin darse cuenta, sus pies la habían llevado hasta aquel lugar. El templo estaba abierto. El sonido de villancicos, los niños disfrazados de pastores y de reyes magos, los rostros alegres y sonrientes, todo la invitaba a entrar. Se sentó en un lugar asignado por una persona muy amable, que la saludó con cariño. Tras presenciar las escenas que representaban aquellos niños risueños, el pastor subió a la plataforma llevando consigo una vela. Entonces se paró al lado de una inmensa cruz que se elevaba a un costado del escenario y exclamó: «¡Esto es la Navidad!».
De pronto el corazón de Ciña comenzó a latir como nunca. El calor que había perdido hacía tanto tiempo parecía regresar a su pecho. Nunca antes había entendido lo que realmente significaba la Navidad. Incluso consideraba las fiestas navideñas como una hipocresía social. Pero ahora, frente a la cruz, percibió la humildad, la ternura y el amor de un Dios que se había despojado de sus mejores vestiduras para compartir las penurias de un mundo frío, oscuro y despiadado. Esa noche, cuando regresó a su hogar, sintió por primera vez en muchos años el calor que le proporcionaba habitar bajo la sombra del Dios omnipotente.
¿Te estás cobijando tú bajo la sombra del Altísimo? ¿Resguardas tu vida a la lumbre de su amor? Esta Navidad puede ser un buen pretexto para que Cristo te cubra con su manto.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera