En verdad, tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido (1 Crónicas 29: 14).
Desde niña, cantar ópera había sido uno de mis sueños más ¡mensos, ¡pero ahora se hacía realidad! Dentro del VI Festival Internacional Primavera Potosina, tendría lugar el V Concurso Internacional de Canto Operístico Oralia Domínguez. Tomaba clases de canto con el maestro David Ramírez, que un día me dijo: «¡Tienes que participar en este concurso de ópera!»
Ahora debía aprender seis arias de ópera en distintos idiomas. Un gran reto, ¡pero me encantaba! Me dirigí a la ciudad de San Luis Potosí, México, para participar en el evento. Lo más emocionante era que los jurados eran personalidades del mundo operístico: el bajo buffo Mario Bertolino de la Metropolitan Opera House de Nueva York, Ramón Calzadilla del Instituto Superior de Arte de Cuba, Julio García del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, Arthur Hammond de la Ópera Real de Inglaterra, Johanna Peters de la Guildhall School of Music de Londres, y Ramiro II Hernández Álvarez, organizador del concurso.
Los ganadores cantarían acompañados de la Orquesta Filarmónica de México, dirigida por el maestro Benjamín Juárez. ¡El jurado me dio el segundo lugar! Entonces sucedió lo inesperado. La orquesta que tocaría la noche siguiente, que era viernes, traía consigo a dos violinistas adventistas, quienes pidieron que se cambiara el concierto al jueves, así que cambiaron el concierto de ópera al viernes. ¡Allí empezó mi lucha! Si Dios me condujo hasta este lugar y me ayudó a ganar el segundo lugar, ¿por qué permitía que sucediera eso? Por todos los medios traté de encontrar una excusa para no cantar esa noche. Mario Bertolino me dio una clase maestra y, al saber el problema, me dijo: «Dios te dio la voz y cantes lo que cantes, vas a alabarlo».
El Espíritu Santo por fin me hizo entrar en razón y me convencí que debía mi don a Dios y no al mundo. Hablé con el organizador y al explicarle por qué no cantaría, me dijo: «Me alegra que todavía haya personas que tienen valores y pueden defenderlos». ¡Dios cambió la lucha en testimonio! Si te encuentras en una situación similar, ¡no dudes en ser fiel al Señor! Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios y lo debemos solamente a él. ¡Honra a Dios con tus talentos!
Desde niña, cantar ópera había sido uno de mis sueños más ¡mensos, ¡pero ahora se hacía realidad! Dentro del VI Festival Internacional Primavera Potosina, tendría lugar el V Concurso Internacional de Canto Operístico Oralia Domínguez. Tomaba clases de canto con el maestro David Ramírez, que un día me dijo: «¡Tienes que participar en este concurso de ópera!»
Ahora debía aprender seis arias de ópera en distintos idiomas. Un gran reto, ¡pero me encantaba! Me dirigí a la ciudad de San Luis Potosí, México, para participar en el evento. Lo más emocionante era que los jurados eran personalidades del mundo operístico: el bajo buffo Mario Bertolino de la Metropolitan Opera House de Nueva York, Ramón Calzadilla del Instituto Superior de Arte de Cuba, Julio García del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, Arthur Hammond de la Ópera Real de Inglaterra, Johanna Peters de la Guildhall School of Music de Londres, y Ramiro II Hernández Álvarez, organizador del concurso.
Los ganadores cantarían acompañados de la Orquesta Filarmónica de México, dirigida por el maestro Benjamín Juárez. ¡El jurado me dio el segundo lugar! Entonces sucedió lo inesperado. La orquesta que tocaría la noche siguiente, que era viernes, traía consigo a dos violinistas adventistas, quienes pidieron que se cambiara el concierto al jueves, así que cambiaron el concierto de ópera al viernes. ¡Allí empezó mi lucha! Si Dios me condujo hasta este lugar y me ayudó a ganar el segundo lugar, ¿por qué permitía que sucediera eso? Por todos los medios traté de encontrar una excusa para no cantar esa noche. Mario Bertolino me dio una clase maestra y, al saber el problema, me dijo: «Dios te dio la voz y cantes lo que cantes, vas a alabarlo».
El Espíritu Santo por fin me hizo entrar en razón y me convencí que debía mi don a Dios y no al mundo. Hablé con el organizador y al explicarle por qué no cantaría, me dijo: «Me alegra que todavía haya personas que tienen valores y pueden defenderlos». ¡Dios cambió la lucha en testimonio! Si te encuentras en una situación similar, ¡no dudes en ser fiel al Señor! Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios y lo debemos solamente a él. ¡Honra a Dios con tus talentos!
Sara Laura Ortiz de Murillo
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.