Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono. (Hecho 7:48,49).
Y la tierra el estrado de mis pies», continúa diciendo el apóstol Pablo, admirando una vez más la grandeza divina. Cuando Salomón edificó tan majestuoso templo en las tierra israelitas, los ojos humanos quedaron asombrados por su magistral arquitectura y por su pompa y majestuosidad. Sin embargo. Salomón, reconociendo lo insignificante que esto era ante los ojos de Dios, dueño de todas las riquezas del universo, expresó humildemente: «Pero, ¿es verdad que. Dios habitará con el hombre en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que he edificado?» (2 Crón. 6: 18).
¡Qué grande, es Dios! Nunca nos ha abandonado, nunca nos ha desechado. Su amor nos ha buscado como el buen pastor hace con su oveja descarriada.
Durante las fiestas navideñas se adornan los templos y las casas con luces, arbolitos de Navidad, representaciones del establo donde nació Jesús, etcétera. Pero creo que la Navidad es una buena oportunidad para que nos preguntemos: «¿Está adornada mi vida para recibir al Rey de la Navidad?». Salomón reconocía que ni aún toda la belleza y la riqueza del templo que había construido era motivo para obligar a Dios a que habitara en él, y afirmó: «Tuyos son los ciclos, tuya también es la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste» (Sal. 89: 11).
Solo el amor divino logró que Jesús viniera a este oscuro mundo, lleno de pecado y maldad, para habitar en medio del pueblo que lo crucificó (ver Juan 1: 11, 14). Es ese mismo amor el que impulsa a Cristo a morar con el ser humano hoy No son los adornos luminosos, los villancicos, las representaciones del pesebre ni las fiestas lo que hace realidad la presencia de Cristo. No son las imponentes catedrales y lujosos templos lo que hace que Dios habite entre nosotros. Lo que realmente hace que Dios esté con la humanidad es el pesebre del corazón. Es el corazón contrito y humillado lo que Dios no puede rechazar. ¿Estará tu corazón listo para recibir a Jesús en esta Navidad?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Y la tierra el estrado de mis pies», continúa diciendo el apóstol Pablo, admirando una vez más la grandeza divina. Cuando Salomón edificó tan majestuoso templo en las tierra israelitas, los ojos humanos quedaron asombrados por su magistral arquitectura y por su pompa y majestuosidad. Sin embargo. Salomón, reconociendo lo insignificante que esto era ante los ojos de Dios, dueño de todas las riquezas del universo, expresó humildemente: «Pero, ¿es verdad que. Dios habitará con el hombre en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que he edificado?» (2 Crón. 6: 18).
¡Qué grande, es Dios! Nunca nos ha abandonado, nunca nos ha desechado. Su amor nos ha buscado como el buen pastor hace con su oveja descarriada.
Durante las fiestas navideñas se adornan los templos y las casas con luces, arbolitos de Navidad, representaciones del establo donde nació Jesús, etcétera. Pero creo que la Navidad es una buena oportunidad para que nos preguntemos: «¿Está adornada mi vida para recibir al Rey de la Navidad?». Salomón reconocía que ni aún toda la belleza y la riqueza del templo que había construido era motivo para obligar a Dios a que habitara en él, y afirmó: «Tuyos son los ciclos, tuya también es la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste» (Sal. 89: 11).
Solo el amor divino logró que Jesús viniera a este oscuro mundo, lleno de pecado y maldad, para habitar en medio del pueblo que lo crucificó (ver Juan 1: 11, 14). Es ese mismo amor el que impulsa a Cristo a morar con el ser humano hoy No son los adornos luminosos, los villancicos, las representaciones del pesebre ni las fiestas lo que hace realidad la presencia de Cristo. No son las imponentes catedrales y lujosos templos lo que hace que Dios habite entre nosotros. Lo que realmente hace que Dios esté con la humanidad es el pesebre del corazón. Es el corazón contrito y humillado lo que Dios no puede rechazar. ¿Estará tu corazón listo para recibir a Jesús en esta Navidad?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera