Mujer virtuosa, ¿quien la hallará? (Proverbios 31:10).
Nací en un hogar adventista. Mis hermanos parecían tenerme en un pedestal, y para mis padres yo había sido una respuesta a sus oraciones. Desde muy niña, el versículo de hoy ha estado presente en mi día a día. Mis padres se esmeraron mucho en hacer de mí lo que tanto ellos como la sociedad en que vivíamos consideraba una «mujer virtuosa». Así, aprendí a bordar, a coser, a tejer, mecanografía, música, y me involucré en actividades que ocupaban por completo mis horas de ocio. Algunas amistades criticaban a mis padres porque no me permitían «divertirme», sin embargo, lo aprendido me ha aportado mucho más de lo que me hubiera aportado la diversión.
¿Qué entienden nuestras sociedades actualmente por una mujer virtuosa? Muchas mujeres se sienten abrumadas por alcanzar tan elevada meta, se decepcionan de sí mismas y dejan de luchar. En este mundo lleno de enfermedad, dolor y sufrimiento, ser esa «mujer virtuosa» de la que habla la Biblia parece una utopía.
Algunas mujeres me han dicho que se sienten fatigadas por las cargas que llevan, y lanzan desesperadamente gritos de socorro, buscando alivio. Las tareas domésticas, ia educación de los hijos, la relación con el esposo, las responsabilidades en la iglesia, la integración en la comunidad, el trabajo, la economía... nos revelan aspectos de nosotras que se nos antojan demasiado distantes del ideal bíblico.
«¿Cómo hacer más de lo que hago?», me preguntaba una mujer que necesitaba encontrar en mí algún tipo de ayuda. Y ese es precisamente el problema: no somos una máquina que pueda programarse para trabajar a tiempo completo. No se trata de lo que nosotras podamos hacer.
Siempre recuerdo las palabras de mi abuelo materno. Cuando alguien le preguntaba qué iba a hacer al día siguiente, él contestaba: «Dejemos que amanezca y después veremos». Esto no significa que pasemos por la vida sin hacer planes, sino que los hagamos bajo la dirección divina. Una mujer fatigada y bajo tanta presión, no puede ser feliz, y por consiguiente su familia tampoco lo será. Planifica tu presente y tu futuro teniendo la garantía divina de la presencia de Jesús.
Sea tu oración: «Señor, dame sabiduría para que puedas llamarme "mujer virtuosa"».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Nací en un hogar adventista. Mis hermanos parecían tenerme en un pedestal, y para mis padres yo había sido una respuesta a sus oraciones. Desde muy niña, el versículo de hoy ha estado presente en mi día a día. Mis padres se esmeraron mucho en hacer de mí lo que tanto ellos como la sociedad en que vivíamos consideraba una «mujer virtuosa». Así, aprendí a bordar, a coser, a tejer, mecanografía, música, y me involucré en actividades que ocupaban por completo mis horas de ocio. Algunas amistades criticaban a mis padres porque no me permitían «divertirme», sin embargo, lo aprendido me ha aportado mucho más de lo que me hubiera aportado la diversión.
¿Qué entienden nuestras sociedades actualmente por una mujer virtuosa? Muchas mujeres se sienten abrumadas por alcanzar tan elevada meta, se decepcionan de sí mismas y dejan de luchar. En este mundo lleno de enfermedad, dolor y sufrimiento, ser esa «mujer virtuosa» de la que habla la Biblia parece una utopía.
Algunas mujeres me han dicho que se sienten fatigadas por las cargas que llevan, y lanzan desesperadamente gritos de socorro, buscando alivio. Las tareas domésticas, ia educación de los hijos, la relación con el esposo, las responsabilidades en la iglesia, la integración en la comunidad, el trabajo, la economía... nos revelan aspectos de nosotras que se nos antojan demasiado distantes del ideal bíblico.
«¿Cómo hacer más de lo que hago?», me preguntaba una mujer que necesitaba encontrar en mí algún tipo de ayuda. Y ese es precisamente el problema: no somos una máquina que pueda programarse para trabajar a tiempo completo. No se trata de lo que nosotras podamos hacer.
Siempre recuerdo las palabras de mi abuelo materno. Cuando alguien le preguntaba qué iba a hacer al día siguiente, él contestaba: «Dejemos que amanezca y después veremos». Esto no significa que pasemos por la vida sin hacer planes, sino que los hagamos bajo la dirección divina. Una mujer fatigada y bajo tanta presión, no puede ser feliz, y por consiguiente su familia tampoco lo será. Planifica tu presente y tu futuro teniendo la garantía divina de la presencia de Jesús.
Sea tu oración: «Señor, dame sabiduría para que puedas llamarme "mujer virtuosa"».
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera