martes, 18 de agosto de 2009

EL PODER DE LA ORACIÓN - 1

¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas (Santiago 5: 13).

Hubo una etapa en mi vida en la que yo vela pasar los días de una manera muy triste. El estrés de una vida sin Cristo y el exceso de trabajo, me llevaron al deterioro de mi salud física, mental y emocional. Me atormentaba un tic nervioso, insomnio, gastritis, hipertensión arterial, además de conflictos emocionales. Postrada en la cama de un hospital naturista, comenté con mi compañera de habitación mi sentir; al verme tan agobiada, y sin poder contener el llanto, me dijo: «Ven, arrodíllate conmigo, vamos a orar». Mi esposo me internó en el hospital un día domingo. Él trabajaría a quince minutos de allí y me buscaría al final del tratamiento, diez días después. Pasaron dos días después que él me internó cuando hicimos la oración con gran fervor, y le pedimos al Señor una respuesta de acuerdo a su voluntad. Ese día, después de orar, la oración trajo una gran paz a mi corazón, enjugó mi llanto e inmediatamente dejé mi pesar y mi preocupación a los pies de Jesús. Continuamos con nuestras actividades, y media hora después tocaron a la puerta. Pregunté a mi compañera: —¿Esperas a alguien? —No, tal vez sean de la administración del hospital —respondió mi amiga. —¡Es mi esposo! —¡Hola, mi amor! Me acordé que te gusta el pan de elote y sentí muchas ganas de venir a verte y traerte uno. Sé que había quedado de venir a verte dentro de ocho días, pero no resistí la idea de verte hoy. De inmediato se des­pidió dándome un beso. Cuando escuchó eso mi compañera, me comentó: «¡Qué rápido respon­de Dios! ¿Verdad?» Había transcurrido menos de una hora después de haber hecho la oración. Entonces di gracias a Dios, le pedí que nos uniera más, y desde entonces, jamás he dudado del amor de Dios, del amor de mi esposo y del poder de la oración. Recuerda siempre: «¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore» (Sant. 5: 13).

Luz María Figueroa Zambrano
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

¿QUÉ LEES?

El hacer muchos libros no tiene fin, y el mucho estudio cansa. Eclesiastés 12: 12

Me encanta ir a las ventas de garaje. Hace unos años, de camino, al aeropuerto, me detuve en una casa. La mujer que estaba en la caja me preguntó qué buscaba. Le dije que me gustan los libros. —Tengo muchos a la venta. —dijo, apuntando hacia las cuatro bolsas de la compra repletas de grandes novelas románticas. —A usted le debe de encantar la lectura —comenté. —Es lo único que hago —rio—. Leo uno al día. Quise replicar: «Eso es muy malo». Pero no lo hice. Alguien dijo: «No tengo tiempo para leer buenos libros, solo puedo leer los mejores». Hace treinta años se calculaba que la nueva información se acumulaba a razón de dos mil páginas mecanografiadas por minuto. Si alguien quisiese leer todo ese material, aunque lo hiciese durante veinticuatro horas al día y cincuenta años, llevaría un retraso de un millón y medio de años. Eso era en los años setenta del siglo pasado, antes que apareciesen las modernas computadoras. ¡Piensa en cuánta información se genera hoy en día! Se cree que el total del conocimiento impreso se dobla cada ocho años y que en los últimos treinta años se ha producido más información nueva que en los anteriores cinco mil. Con tanta información esparcida por ahí, tienes que tener mucho cuidado con lo que eliges. Cuando tomes un libro o una revista, pregúntate si leerlo te moverá a ser una persona mejor. ¿Te enseñará una habilidad útil? ¿Marcará una diferencia positiva en la vida? O, ¿solo es entretenimiento? O, peor aún, ¿es algo que podría interferir tu amistad con Dios? Cuando te tomes tiempo para leer, no lo hagas por nada que no sea lo mejor.

Tomado de la Matutina El viaje Increible.

OTRA MARCA DE IDENTIDAD

Y perfeccionado, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen. Hebreos 5: 9

La marca distintiva de los cristianos es el amor. Pero una marca identificadora muy importante y vital es la obediencia. Quizá esta ilustración del pastor William L. Barclay nos ayude a comprenderla mejor: Cuando el hermano Willis y su esposa comenzaron nuestra obra en los cerros de Lushai, en la India, se preguntaban qué nombre les daría la gente. Los lushai siempre tenían un nombre descriptivo para aquellos que venían a vivir entre ellos. Al principio a los Lowry los llamaron Seventh-day Whites (blancos del séptimo día) para distinguirlos de los Welsh Mission Whites (blancos de la misión galesa), los Salvation Army Whites (blancos del Ejército de Salvación) y los Román Whites (blancos católicos romanos). Estaban un poco chasqueados porque aquella designación, aquel mote, solo los identificaba simplemente como otra denominación más. Después de unos meses, se enteraron complacidos de que los lushai les habían cambiado el nombre por el de Obeying God´s Word Whites (blancos que obedecen la Palabra de Dios). «"Blancos que obedecen la Palabra de Dios"... ¡Qué nombre gozoso! Cuatro palabras [inglesas] que relatan la historia de hombres y mujeres llenos del Espíritu que están decididos, cueste lo que cueste, a temer a Jehová y andar en sus caminos. ¡Cuan fácil es identificar a los hijos de Dios! No importa quiénes sean, estén en las selvas de la India o en las islas del mar, en las grandes ciudades del mundo o en las aldeas más remotas, ellos andan en los caminos de Dios, obedecen su voluntad. Guardan sus mandamientos. Aman a Dios y comparten ese amor con los demás». ¡Qué bien los identifica el reflector profético del Apocalipsis! En los últimos días los que temen a Dios quedan bien identificados, porque ese temor se traduce en obediencia fiel a sus mandamientos: «Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apoc. 14:12). No existe la menor forma de equivocarse. No es posible dejar de identificarlos. Los cristianos pacientes, sufridos y fieles de los últimos días se conocerán porque «guardan los mandamientos de Dios». Conviene ejercitar la obediencia hoy, hacer una minuciosa y honesta revisión de la conducta, ver con cuidado y dedicación los más íntimos motivos de la vida. Porque la obediencia a Dios que ofrecen los cristianos no se basa en la estricta obediencia a la letra, sino en la humilde sujeción a su espíritu, tal como indicó nuestro Señor en el Sermón del Monte.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.