Lugar: Guadalupe
Palabra de Dios: 8:1.
La señora O'Neil estaba frente a la puerta de la prisión, debatiendo si entrar o no. En su casa le había parecido una muy buena idea, pero ahora no estaba tan segura. ¿Qué diría? ¿Cómo se presentaría? ¿Querría verla aquel hombre?
Unos meses antes, alguien había entrado en la tienda de su esposo. El ladrón se había llevado algunos objetos valiosos. La policía había investigado, y unos días más tarde habían llamado a los O'NeiL para informarlos de que habían arrestado a alguien. Aparentemente, el hombre era buscado por otros delitos también, así que el juez lo sentenció a largos años en prisión.
Decidiéndose, la señora O'Neil abrió la puerta y entró. Dijo su nombre a la persona que estaba en la mesa de entradas y el nombre de la persona que quería visitar. Alguien la llevó hasta una habitación pequeña, donde esperó hasta que un guardia trajo al prisionero.
-Usted no me conoce -comenzó diciendo-, pero soy la esposa del hombre al que le robó.
-¿Qué quiere? -gruñó el preso-. ¿Está aquí para hacerme sentir mal por estar en la cárcel?
La señora O'Neil le aseguró que esa no era la razón por la cual había venido.
-Vine para presentarle a mi mejor Amigo -le dijo.
Cuando el hombre la miró inquisitivamente, ella le explicó que había sentido la impresión de que debía venir a verlo.
-Me pregunto si le gustaría estudiar la Biblia conmigo.
El hombre aceptó, y así fue que comenzaron a estudiar la Biblia juntos. Otros pidieron unirse a ellos, y pronto tenían un grupo de estudio de la Biblia allí, en la prisión. Los prisioneros se asombraron al aprender que "ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús". Sí, aun los ex criminales pueden aceptar el regalo de la salvación que ofrece Dios a todos.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson