miércoles, 30 de enero de 2013

PRIMER PREMIO

Lugar: Kenia
Palabra de Dios: Juan 3:16.

Durante semanas, la estación local de radio había patrocinado una búsqueda del tesoro. Algunas personas ya habían ganado los premios más pequeños, pero el primer premio todavía estaba pendiente: cinco mil dólares en efectivo. Los habitantes de Nairobi seguían buscando frenéticamente el premio, pero todavía nadie lo había encontrado.
Evans, un adolescente que vivía en la calle, desconocía todo esto mientras caminaba por el parque de la ciudad. "¿Qué es esto?", se preguntó mientras sacaba una pequeña caja dorada de los brazos de una planta de cactus. Dentro de la caja, había una hoja de papel con algo escrito en ella. "¡Felicitaciones! Acaba de ganar cuatrocientos mil chelines (equivalentes a cinco mil dólares). Acérquese a la estación de radió, para recibir su premio".
Cuatrocientos mil chelines ¡era un montón de dinero! Con ello, el chico de la calle podía comprar una pequeña casa, para él y su mamá, que trabajaba como empleada doméstica. Desdichadamente, Evans no sabía leer; no sabía lo que decía el mensaje: solo creyó que había encontrado una linda caja en la cual guardar cosas.
En ese momento, pasó por allí un estudiante. Vio la cajita, y la reconoció como el primer premio de la búsqueda del tesoro. El estudiante, honesto, le explicó a Evans lo que decía la nota, y así fue como el muchacho llegó a obtener el premio.
Tú y yo podemos ser como ese estudiante, al contar a los demás acerca del tesoro que puede ser de ellos si lo reclaman. Difunde la palabra; permite que otros vean que se les ha ofrecido el "premio mayor", la vida eterna. El trato parece ser demasiado bueno como para ser verdad, pero el premio es de ellos, si lo reclaman. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿SOLAMENTE LAS SOBRAS?

¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Mateo 7:9-10

La mayoría de las mujeres, cuando abrimos las puertas de nuestro hogar para recibir visitas, nos esmeramos para que reciban la mejor impresión. Posiblemente a la hora de servir los alimentos saquemos del armario la mejor vajilla, y cubramos la mesa con ese mantel que solamente usamos en ocasiones especiales. Estoy casi segura de que también deseamos vernos bien y usamos una ropa especial para la ocasión. El arreglo y la limpieza del hogar también forman parte de ese «ritual» de bienvenida para nuestros visitantes. Por supuesto, esa sería la ocasión de preparar la «receta secreta», nuestra especialidad.
Todavía no conozco a ninguna dama que sea capaz de recibir visitas especiales ofreciéndoles sobras del día anterior, y mostrándoles un hogar desarreglado. Tampoco conozco a ninguna mujer que agasaje a sus visitas ofreciendo los alimentos en platos rotos y un mantel cubierto de manchas. Sin embargo, a veces, cuando recibimos al visitante más importante, no lo hacemos en correspondencia a su grandeza. No me refiero al jefe de nuestro esposo, sino a la visita que Jesucristo desea hacernos cotidianamente.
Cuántas veces le damos apenas las sobras de nuestro día y, sin energía, somos incapaces de experimentar el gozo de su presencia; nos sentimos cansadas por los quehaceres ajenos a la preparación que él se merece. Sin vigor, exhaustas por el ir y venir de una vida carente de propósitos, la visita de nuestro amigo Jesús pasa desapercibida y no recibimos las bendiciones que desea darnos.
El salmista exclamó: «Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (Sal. 16:11). Estas expresiones de alegría seguramente fueron generadas en un corazón agradecido por la presencia de Cristo en su vida. El Señor desea que nosotras experimentemos este gozo, anhela que lo invitemos a entrar a un corazón reposado y dispuesto a ser tocado por la dulce influencia del Espíritu Santo. Espera también que, sentadas a sus pies, sin prisa y en quietud, disfrutemos de su cariño, pues nos conoce individualmente y sabe qué necesitamos para hacer frente a los desafíos diarios.
Amiga, prepara tu hogar y tu corazón para esta visita extraordinaria. No permitas que cuando el Salvador llame a tu puerta para entrar, tú estés absorta en tus preocupaciones y apenas tengas para ofrecerle las sobras del día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

NUNCA TE CANSES DE INSISTIR

Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas! (Proverbios 23:23).

En su libro Cómo sacar el mayor provecho del estudio de la Biblia, Leo Van Dolson cuenta la historia de un hombre llamado Doc Noss, que hace muchos años encontró unos lingotes de oro valorados en muchos millones de dólares (al menos eso fue lo que dijo). Doc, que en parte era cheyenne, era muy hábil. Contaba a quien quería escuchar que había hallado el oro en el fondo de una caverna en la cuenca de Umbrillo, Nuevo México. Dijo que junto con el oro había visto veintisiete esqueletos humanos atados a igual cantidad de postes.
Pero les tiempos habían cambiado. La sección de la cuenca de Umbrillo era ahora propiedad del ejército de los Estados Unidos. Los rumores sobre el oro continuaban, pero el ejército consideraba que la historia no era cierta y no permitía la entrada de los buscadores. Finalmente un grupo de Florida, conocido como Expedición sin Límites, consiguió una autorización para la búsqueda. No solamente buscaban el oro, sino que habían invertido 75,000 dólares en el proyecto. Norman Scott convenció al ejército de que suspendiera sus actividades durante diez días para realizar una búsqueda completa y bien organizada.
Pero la tentación del oro atrae a ciertos individuos. Joe Newman, vendedor de alfombras de El Paso, Texas, presentó una reclamación, argumentando que el oro pertenecía a los apaches, y llegó a un acuerdo con la tribu de que recibiría cierta cantidad por representar sus intereses. Jesse James III, nieto del famoso bandido, afirmó que su abuelo había enterrado su botín en la cuenca de Umbrillo. Tony Tully, miembro anciano de la expedición, afirmó que él mismo había ayudado a Doc Noss a enterrar los ciento diez lingotes de oro. Y por insistencia de la viuda de Doc, el equipo buscó durante otros tres días que el paciente ejército les dio para buscar el tesoro; sin hallarlo, por supuesto. Regresaron decepcionados, pero hay quienes afirman que el oro sigue enterrado allí.
Elena G. de White nos dice: «Para muchos, los tesoros de la Palabra permanecen ocultos debido a que no los han buscado con ardiente perseverancia hasta haber comprendido los preceptos de oro. La Palabra ha de ser escudriñada para que purifique a los que la reciban y los prepare para ser miembros de la familia real, hijos del Rey del cielo» (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 137).
No te conformes con un estudio superficial de la Biblia. Lee, estudia, profundiza y aplica. Aprovecha la oportunidad que se te presenta para leer la Biblia todos los días.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL DADOR ALEGRE

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7.

Debemos presentar con gozo todas nuestras ofrendas, porque proceden de los fondos que el Señor ha considerado conveniente colocar en nuestras manos con el propósito de llevar adelante su obra en el mundo, a fin de que el estandarte de la verdad pueda ser desplegado en las zonas rurales y urbanas del mundo. Si todos los que profesan la verdad quisieran dar al Señor lo que le pertenece en términos de diezmos, donativos y ofrendas, habría alimento en la casa del Señor. La causa de la liberalidad no dependería más de los donativos inciertos hechos por impulso y que varían de acuerdo con los sentimientos de los hombres. Los derechos de Dios serían aceptados de buena gana y se consideraría que su causa tiene derecho legítimo a una parte de los fondos confiados a nuestras manos. El Señor es nuestro divino Garante, y él nos ha hecho promesas por medio del profeta Malaquías que son muy sencillas, positivas e importantes. Significa mucho para nosotros si le estamos dando a Dios lo suyo o no. Él les permite a los mayordomos cierta porción para su propio uso, y si capitalizan lo que él les reclama, Dios bendecirá divinamente los medios en sus manos...
El único plan que el evangelio ha establecido para sostener la obra de Dios es el que deja el sostén de su causa librado al honor de los hombres...
Los que reciben su gracia, los que contemplan la cruz del Calvario, no tendrán duda acerca de la proporción que deben dar, sino que comprenderán que la ofrenda más cuantiosa carece de valor y no puede compararse con el gran don del Hijo unigénito del Dios infinito... Por medio de la abnegación hasta el más pobre encontrará la manera de conseguir algo para devolverlo a Dios...
Los ricos no deben pensar que pueden conformarse únicamente con dar su dinero... Los padres y los hijos no deben considerarse dueños de sí mismos y pensar que pueden disponer de su tiempo y propiedades en la forma como les plazca. Son la posesión adquirida por Dios, y el Señor pide los intereses de sus habilidades físicas, que deben ser utilizadas para llevar un aporte a la tesorería del Señor...
¿Quiere cada alma considerar el hecho de que el discipulado cristiano incluye la abnegación, el sacrificio de sí mismo, hasta el punto de entregar la propia vida, si esto fuera necesario, por amor al que dio su vida por la vida del mundo?.— Review and Herald, 14 de julio de 1896; parcialmente en Consejos sobre mayordomía cristiana, pp. 210, 211, 301-303.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White