El fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley. (Gál. 5: 22-23)
Para todo el que cree, Cristo es como el árbol de vida del Paraíso de Dios. Sus ramas llegan hasta este mundo, para que las bendiciones que él adquirió para nosotros, estén a nuestro alcance… Nos ha dado un Consolador, el Espíritu Santo, que nos presentará el precioso fruto del árbol de la vida. Podemos arrancar las frutas de este árbol y comer, y luego guiar a otros hacia él, para que también puedan alimentarse. (ST, 22-10-1896)
El hombre que ama a Dios medita en su ley de día y de noche. Insta a tiempo y fuera de tiempo. Da el fruto de un pámpano que tiene relación viva con la vid hace el bien cuando se le presenta la oportunidad; y por todas partes y en todo momento halla ocasión de trabajar por Dios. Es uno de los árboles perennes de Dios; transporta su fragancia dondequiera que va. Una atmósfera edificante rodea su alma. La hermosura de su vida bien orientada y de su piadosa conversación inspira fe, esperanza y valor en los demás. Esto es cristianismo puesto en práctica. Tratad de ser un árbol siempre verde. Cubríos con el ornato de un espíritu manso y sereno, que es de gran precio a la vista del Señor. Atesorad la gracia del amor, gozo, paz, benignidad y tolerancia. Este es el fruto del árbol cristiano. Plantado junto a ríos de aguas, siempre da su fruto a su tiempo. (RH, 24-08-1897)
Si tenemos el amor de Cristo en nuestra alma, como natural consecuencia re-velaremos todos los otros dones: gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…
Cuando el amor de Cristo sea atesorado en el corazón … se sentirá su presencia. (RH, 04-01-1887)
“Mi Vida Hoy”
Febrero – Una vida llena del espíritu
Por: Elena G. de White
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