Cuando el hombre caiga, no quedara postrado, porque Jehová sostiene su mano (Salmos 37:24).
Recuerdo que cuando era pequeña mi madre me ponía pantalones largos porque me caía con facilidad. Es un hecho que el ser humano cuando comienza a intentar valerse por sí solo, se da cuenta de que el suelo está más cerca de lo que pensaba. Observa por ejemplo a un bebé que está dando sus primeros pasos. Se tambalea, pierde el equilibrio, tiene miedo y finalmente se cae. Pero cerca están los brazos de sus padres para volver a levantarlo, estimulándolo a seguir intentándolo. Así es como aprende a caminar.
Para Dios seguimos siendo bebés que aprenden a caminar. Por eso, porque sabe cuan cerca están el suelo y la caída, sus manos están dispuestas a socorrernos. Si te caes, recuerda que tu Dios está presto a darte la mano y levantarte. Solo así aprenderás a caminar.
A veces nuestra caída no es tan aparatosa y tan solo quedan unos rasguños, por lo que no nos cuesta seguir adelante. Pero cuando algo se rompe interiormente necesitamos el tratamiento apropiado. Cuando era niña me gustaba hacer de enfermera. Si alguien en mi familia se lastimaba, yo acudía rápidamente con mi botiquín y hacia lo que sabía para aliviar el dolor y curar la herida. Recuerdo que un día mi hermano menor se escapó descalzo y regresó trayendo un clavo en la planta del pie. A pesar de que era muy pequeñito, estaba tranquilo, esperando que yo lo ayudara con aquel problema, confiado en que todo saldría bien.
Nosotros también necesitamos acudir a Cristo, ya sea para curar un simple rasguño, para evitar una infección, o porque algo se ha roto internamente. Recordemos que la mano firme del Señor nos sostiene tras la calda, por dura que haya sido. Él siempre estará a nuestro lado. Acudamos a él, confiemos y permanezcamos quietos, sabiendo que él puede curarnos, levantarnos, restaurarnos y darnos una nueva oportunidad. ¡No te sueltes de la mano de Dios, pero si flaqueas y por un momento te alejas, clama a él y su presencia sostendrá tu mano y te levantará.
La mano de tu Dios es firme y poderosa, asegúrate cíe asirla con fuerza.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Recuerdo que cuando era pequeña mi madre me ponía pantalones largos porque me caía con facilidad. Es un hecho que el ser humano cuando comienza a intentar valerse por sí solo, se da cuenta de que el suelo está más cerca de lo que pensaba. Observa por ejemplo a un bebé que está dando sus primeros pasos. Se tambalea, pierde el equilibrio, tiene miedo y finalmente se cae. Pero cerca están los brazos de sus padres para volver a levantarlo, estimulándolo a seguir intentándolo. Así es como aprende a caminar.
Para Dios seguimos siendo bebés que aprenden a caminar. Por eso, porque sabe cuan cerca están el suelo y la caída, sus manos están dispuestas a socorrernos. Si te caes, recuerda que tu Dios está presto a darte la mano y levantarte. Solo así aprenderás a caminar.
A veces nuestra caída no es tan aparatosa y tan solo quedan unos rasguños, por lo que no nos cuesta seguir adelante. Pero cuando algo se rompe interiormente necesitamos el tratamiento apropiado. Cuando era niña me gustaba hacer de enfermera. Si alguien en mi familia se lastimaba, yo acudía rápidamente con mi botiquín y hacia lo que sabía para aliviar el dolor y curar la herida. Recuerdo que un día mi hermano menor se escapó descalzo y regresó trayendo un clavo en la planta del pie. A pesar de que era muy pequeñito, estaba tranquilo, esperando que yo lo ayudara con aquel problema, confiado en que todo saldría bien.
Nosotros también necesitamos acudir a Cristo, ya sea para curar un simple rasguño, para evitar una infección, o porque algo se ha roto internamente. Recordemos que la mano firme del Señor nos sostiene tras la calda, por dura que haya sido. Él siempre estará a nuestro lado. Acudamos a él, confiemos y permanezcamos quietos, sabiendo que él puede curarnos, levantarnos, restaurarnos y darnos una nueva oportunidad. ¡No te sueltes de la mano de Dios, pero si flaqueas y por un momento te alejas, clama a él y su presencia sostendrá tu mano y te levantará.
La mano de tu Dios es firme y poderosa, asegúrate cíe asirla con fuerza.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera