«Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá peste: hambres y terremotos en diferentes lugares. Pero todo esto es solo principio de dolores» (Mateo 24:7,8).
Terremotos: El 12 de enero de 2010, un terremoto catastrófico de magnitud 7.0 en la escala Richter, sacudió Haití. El 24 de ese mismo mes se habían registrado al menos 52 réplicas de magnitud 4.5 o superior. Se calcula que el terremoto afectó a tres millones de personas. Según datos facilitados por el gobierno, el balance de víctimas mortales alcanzó cifras entre 217,000 y 230,000 personas, mientras que los heridos ascendieron a 300,000, a la par que 1,000,000 de haitianos perdieron sus casas. Siempre según cálculos oficiales, las residencias particulares y edificios comerciales que se derrumbaron o quedaron gravemente dañados ascienden a 250,000 y 30,000 respectivamente.
No hubo transcurrido un mes que un terremoto de intensidad aún mayor sacudió Chile. Por fortuna el balance de víctimas mortales fue reducido. En lo que va de siglo XXI, más de medio millón de personas ha perdido la vida a causa de un terremoto.
Pestes: En 2008, al menos 38 millones de personas estaban infectadas con VIH (sida). En Africa, cada 13 minutos esa enfermedad se lleva por delante a una persona. En ese continente millones de personas están infectadas con malaria, mientras que cada año mueren 800,000 niños.
Hambre: Cada día mueren alrededor de 16,000 niños por causas relacionadas con el hambre y la malnutrición.
Cuando se goza de buena salud y se dispone de dinero suficiente para suplir las necesidades cotidianas, olvidar la gran cantidad de sufrimiento que hay en el mundo es relativamente fácil. Muchos se preguntan: «¿Por qué lo permite Dios?». En estos momentos se libra la batalla final entre el bien y el mal, entre Cristo y Satanás. Las enfermedades, la muerte, el hambre y las catástrofes naturales son obra del enemigo. Vivimos los últimos días. ¿Cuánto durarán? No lo sabemos ni lo debemos intentar saberlo. Jesús dijo a los discípulos —y a nosotros—: «Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mat. 24:21,22).
Probablemente, empezar el día leyendo cosas como estas no le resulte agradable. A mí tampoco. Siempre hemos hablado de cómo sería vivir los últimos días. ¡Ahora lo descubrimos! Nos ha tocado un momento grandioso y terrible, pero esto no ha hecho más que empezar. No obstante, suceda lo que suceda, tenemos su promesa: «No te desampararé ni te dejaré.» (Heb 13:5). Basado en Mateo 24:6-8
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill