jueves, 7 de junio de 2012

SOLO UN PEQUEÑO PRADO


«Rebosan los prados del desierto; las colinas se visten de alegría» (Salmo 65:12, NVI).

Hoy estamos caminando por el desierto como lo hicieron los israelitas hace miles de años. ¿Imaginas tener que caminar cuarenta años por el desierto? Eso fue lo que hicieron los israelitas.
Algunas personas creen que en el desierto no hay nada más que arena. Por supuesto que hay arena, pero hay muchas otras cosas, como pequeños prados. Acerquémonos a ese pequeño prado que está allá. Si caminas lentamente y te fijas bien, podrás ver algunos habitantes del prado del desierto. Y es que en ese lugar viven pequeñas criaturas como insectos, escorpiones, lagartijas y serpientes. Viven allí porque hay humedad y sombra que los protege del sol del desierto.  Todas estas criaturas aprovechan al máximo la poca hierba que pueden encontrar
A veces te parece que te faltan muchas cosas. Tal vez tus amigos tienen juguetes que tú no tienes. Pero Dios te ha dado otras bendiciones que él quiere que reconozcas y que estés agradecido por ellas. Sé cómo las criaturas del desierto, que aprovechan al máximo lo poco que pueden encontrar Sé un cristiano agradecido que a pesar de que no tiene mucho ahora, algún día vivirá con un Rey que es dueño de todo el universo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN FARO DE LUZ


De Siria habían salido bandas armadas que se llevaron cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual se quedó al servicio de la mujer de Naamán. (2 Reyes 5:2).

Todos nos agrada tener un nombre atractivo, sin embargo, el  carácter de una persona es mucho más importante.
Un nombre que no conocemos es el de aquella jovencita que fue sirvienta de la esposa de Naamán.  Su nombre no ha sido registrado en la Biblia, sin embargo, su carácter no ha sido ensalzado por muchos. Aquella joven, al ver la situación de su amo, se sintió conmovida. Sabía que Naamán había contraído lepra, y estaba convencida de que Dios podía sanarlo a través de su siervo Elíseo.  Por lo tanto testifico de las valiosas lecciones que había aprendido en su hogar y le dijo a su patrona: «Si rogara mi señor al profeta que está en Samaría, él lo sanaría de su lepra» (2 Rey. 5:2).  Notemos la forma en que habló: con seguridad y convicción. Ella pudo ser un faro de luz y esperanza mientras compartía sus convicciones.
El rey de Israel se sintió muy preocupado al recibir de manos de Naamán una carta del rey de Siria, por lo que rasgó sus vestiduras diciéndole a Eliseo que aquello no era más que un pretexto para iniciar una disputa entre las dos naciones. Eliseo contestó pidiendo que le enviara a Naamán. Cuando Naamán llegó a la morada del profeta, Eliseo le envió un mensaje ordenándole que fuera al río Jordán y que allí se lavara siete veces. Notemos el marcado contraste existente entre el temor expresado por el rey y la admirable fe, valentía y confianza manifestadas por la joven sirvienta y por el profeta. Es de notar asimismo que Naamán tuvo que lavarse siete veces, no seis.
Naamán y su familia experimentaron un genuino gozo como resultado del testimonio de aquella joven sirvienta.  Así mismo aprendieron la importancia de la obediencia total y del respeto debido al Dios verdadero, así como a su profeta.
La pregunta que debemos hacernos es: «¿Podría yo, al igual que aquella joven sirvienta, ser un faro de luz a favor de mi Señor y Salvador?».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

«NO SERÉ YO QUIEN CAMBIE»


Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Hebreos 13:8

«En la vida uno necesita mantener una constante. Para mí esa constante es Dios». Estas son las palabras de un joven de 16 años de nombre William. ¿Qué quiso decir él con eso de que Dios es su constante?  Por el trabajo de su padre, la familia de William se ha mudado varias veces. Con cada cambio de domicilio William ha tenido que dejar atrás parte de su corta vida, especialmente a sus amigos. Al establecerse en una ciudad diferente, en ocasiones le ha tocado enfrentar la presión de los nuevos amigos, que lo invitan a hacer cosas indebidas. Pero gracias a los valores que sus padres le han trasmitido, William no fuma, no toma alcohol ni consume drogas. ¿Cómo ha logrado mantenerse fiel a sus principios?
Cuando lo invitan a participar en actividades indebidas, su respuesta es terminante: «Yo no participo de esas cosas». Después de haberse negado, William dice que queda con una mezcla de sentimientos. Por un lado, siente la satisfacción de haber permanecido fiel a sus principios. Pero por el otro, siente que hay un muro de separación entre él y sus amigos. Sabe que para derribar ese muro de separación alguien tiene que cambiar. «Por razones de integridad personal —dice William— no seré yo quien cambie».
Me gusta eso último. Si para que su amistad con el grupo se mantenga, William tiene que cambiar, ¡que se olviden! No será él quien cambie. ¿Por qué él no cambia sus principios? Porque ha encontrado en Jesucristo a un Amigo fiel, quien tampoco cambia, y con quien mantiene una constante comunicación por medio de la oración.
Y luego agrega: «Dios me ha ayudado a enfrentar la pérdida de amigos y también los cambios de residencia. Cuando uno se muda toda cambia. [...]. Es posible incluso perder los valores, porque hay todo un montón de cosas nuevas por delante. Es entonces cuando se hace necesario tener una constante. Y para mí, esa constante es Dios" (Stephen Arterburn , Carol Wilde y Gary Wilde, Young Believer Case Files [Casos sobre creyentes jóvenes], pp. 97-101).
¡Qué bien! En un mundo cambiante, este joven ha encontrado una constante: la amistad de Jesús. ¿La has encontrado también tú?
Gracias, Señor, porque en un mundo cambiante tu amistad permanece

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

COMIENZA EL SUFRIMIENTO


«Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá peste: hambres y terremotos en diferentes lugares. Pero todo esto es solo principio de dolores» (Mateo 24:7,8).

Terremotos: El 12 de enero de 2010, un terremoto catastrófico de magnitud 7.0 en la escala Richter, sacudió Haití. El 24 de ese mismo mes se habían registrado al menos 52 réplicas de magnitud 4.5 o superior. Se calcula que el terremoto afectó a tres millones de personas. Según datos facilitados por el gobierno, el balance de víctimas mortales alcanzó cifras entre 217,000 y 230,000 personas, mientras que los heridos ascendieron a 300,000, a la par que 1,000,000 de haitianos perdieron sus casas. Siempre según cálculos oficiales, las residencias particulares y edificios comerciales que se derrumbaron o quedaron gravemente dañados ascienden a 250,000 y 30,000 respectivamente.
No hubo transcurrido un mes que un terremoto de intensidad aún mayor sacudió Chile. Por fortuna el balance de víctimas mortales fue reducido. En lo que va de siglo XXI, más de medio millón de personas ha perdido la vida a causa de un terremoto.
Pestes: En 2008, al menos 38 millones de personas estaban infectadas con VIH (sida). En Africa, cada 13 minutos esa enfermedad se lleva por delante a una persona. En ese continente millones de personas están infectadas con malaria, mientras que cada año mueren 800,000 niños.
Hambre: Cada día mueren alrededor de 16,000 niños por causas relacionadas con el hambre y la malnutrición.
Cuando se goza de buena salud y se dispone de dinero suficiente para suplir las necesidades cotidianas, olvidar la gran cantidad de sufrimiento que hay en el mundo es relativamente fácil. Muchos se preguntan: «¿Por qué lo permite Dios?». En estos momentos se libra la batalla final entre el bien y el mal, entre Cristo y Satanás.  Las enfermedades, la muerte, el hambre y las catástrofes naturales son obra del enemigo. Vivimos los últimos días. ¿Cuánto durarán? No lo sabemos ni lo debemos intentar saberlo. Jesús dijo a los discípulos —y a nosotros—: «Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mat. 24:21,22).
Probablemente, empezar el día leyendo cosas como estas no le resulte agradable. A mí tampoco. Siempre hemos hablado de cómo sería vivir los últimos días. ¡Ahora lo descubrimos! Nos ha tocado un momento grandioso y terrible, pero esto no ha hecho más que empezar. No obstante, suceda lo que suceda, tenemos su promesa: «No te desampararé ni te dejaré.» (Heb 13:5).  Basado en Mateo 24:6-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill