sábado, 27 de agosto de 2011

NINGUNA CONDENACIÓN HAY

¡Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús los que no andan conforme, a la carne, sino conforme al Espíritu. 8:1).

Somos conscientes de que nada podemos hacer para cambiar nuestra naturaleza pecaminosa; nacemos, crecemos y morimos siendo pecadores. Sin embargo, el texto de hoy me dice que no hay ninguna condenación para mí, a pesar de que soy pecadora.
¿A qué se debe ese cambio tan radical? A un encuentro personal con Jesús. Pero, ¿cómo puedo andar según el Espíritu, si todavía mantengo mi naturaleza pecadora? El apóstol nos da la respuesta: «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Rom. 8: 2).
Este concepto se convierte en el centro del mensaje de salvación. Cristo Jesús, esa persona sin pecado que se hizo pecado por ti y por mí, puede y quiere darnos su naturaleza. ¿Cómo lo hace? Por medio de su Santo Espíritu, quien obra una transformación absoluta en nuestro corazón. Por doquier se escuchan testimonios de personas que han sido fumadoras empedernidas durante años y que al encontrarse, con esa tuerza transformadora han sido capaces de rechazar lo que antes tanto les gustaba. Esa es la obra que Dios quiere hacer en el corazón humano.
Si antes te gustaba mantener una apariencia física similar a la del mundo, ahora quieres ser diferente. Sí en el pasado te deleitabas en fiestas promiscuas, en drogas, bebidas y placeres sexuales, ahora tu vida da un giro radical. Y si tu pasado estaba libre de esas barbaridades, Cristo mediante su justicia te muestra que no hay pecados grandes ni pequeños, y que tu aparente vida «santa» también necesita un Salvador.
El consejo inspirado nos exhorta a meditar cada noche, antes de dormir, en el día recorrido. Ahora, al levantarte, piensa en las huellas que dejarás hoy. ¿Cuáles serán sus frutos? ¿Triunfará el mal sobre ti o serás libre de la condena porque caminarás al lado de Cristo por medio de su Espíritu Santo?
Hoy eres libre. Ninguna condenación hay para ti al comenzar a escribir tu página en blanco. Atérrate a esta promesa y camina al lado de Jesús.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EL ORO EN LA BIBLIA Y EN EL CIELO

Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: mi confianza eres tu... esto también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios soberano. Job 31:24, 28.

El oro siempre fue un metal preciado por la humanidad. Desde tiempos remotos, el oro fue utilizado como moneda, para hacer artículos de joyería y en los utensilios del templo. Por su gran valor, es símbolo por excelencia de la riqueza.
En la Biblia hay algunos relatos tristes relacionados con el oro. Uno de ellos fue el que vivió el pueblo israelita cuando Moisés subió a hablar con Dios en el monte Sinaí. Los cuarenta días de espera llevaron al pueblo a la apostasía, y le pidieron a Aarón que les hiciera "dioses" que condujeran al pueblo. Este líder de Israel accedió a la petición y pidió que apartaran "los zarcillos de oro" que estaban en las orejas de las mujeres. Lo más notable es que "todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenía en sus orejas, y los trajeron a Aarón" (Exo. 32:1-3).
Pero aunque este relato muestra el mal uso del oro que hicieron algunos, otros jamás permitieron corromperse por poseer riquezas. Mientras anduvo errante por las tierras cananeas, Abraham era "riquísimo en ganado, en plata y en oro" (Gen. 13:2); y aunque poseía toda esa riqueza, es llamado "el padre de la fe" por su confianza en Dios. David también fue un rey que además de conquistar numerosos reinos, se enriqueció con los botines obtenidos. Al dejarle a Salomón su "legado" para construir el templo, le dijo: "He aquí yo con grandes esfuerzos he preparado para la casa de Jehová cien mil talentos de oro" (1 Crón. 22:14). David no tenía la obligación de guardar todo ese dinero para Dios, pero lo hizo porque amaba más a Dios que a sus riquezas.
Job poseyó muchísimas riquezas, pero tampoco permitió que esta tentación se convirtiera en pecado. Al relatar su experiencia, nos dice: "Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: mi confianza eres tú... esto también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios soberano". En su escala de valores, Dios estaba en primer lugar; Dios era el oro de su vida.
Es curioso que en el cielo cada redimido poseerá una corona y un arpa de oro. Además, la ciudad de los salvos, la santa Jerusalén, será de "oro puro, semejante al vidrio limpio", y las calles de la ciudad serán de oro puro, transparente como el vidrio" (Apoc. 21:18, 21). Por eso, vive como Abraham, David y Job, para que los grandes tesoros celestiales lleguen a ser tuyos cuando Cristo vuelva.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿QUÉ SEÑAL?

Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinas, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Mateo 24:3.

La curiosidad es innata en el ser humano; en realidad, es el primer paso hacia el descubrimiento. Nada habría sido descubierto en el mundo, si el hombre no fuese curioso por naturaleza. Pero, la curiosidad debe ser orientada de forma correcta; de otro modo, puede llevar, incluso, a la destrucción. Esa fue la tragedia de nuestros primeros padres.
La pregunta: "¿Qué señal habrá de tu venida?", se encuentra repetida varias veces en la Biblia. El ser humano desea conocer no solo las señales, sino también la fecha exacta del mayor evento de la historia. Pero, por algún motivo especial, Jesús no especificó la fecha de su venida.
Éramos nueve hermanos. Papá trabajaba en las minas, y llegaba a casa cada dos semanas. Antes de viajar, nos dejaba una lista con los deberes que debíamos cumplir antes de su llegada. Eran deberes diarios, pero nosotros dejábamos todo para la última hora. Cuando llegaba el día final, nos distribuíamos las tareas, y en pocas horas teníamos todo listo. Papá se emocionaba al llegar. ¡Pensaba que tenía hijos maravillosos y obedientes! Estaba engañado.
Cierto día, hubo un accidente en las minas. Los trabajos fueron suspendidos, mandaron a todos los trabajadores para la casa, y él llegó antes de lo previsto. Para sorpresa suya, se encontró con la triste realidad: los hijos queridos no eran tan maravillosos como él pensaba.
Esta es apenas una historia, y mi padre solo un ser humano. No tenía la capacidad de conocer el corazón de los hijos. Pero, Dios es Dios, y con él las cosas son diferentes.
Mucha gente se pregunta por qué Jesús no anunció el día exacto de su regreso. Creo que la razón es la naturaleza del corazón humano: si supiésemos el día exacto, viviríamos sin tener en cuenta sus consejos; faltando pocos días, arreglaríamos la vida y trataríamos de prepararnos para ir con él. Esto no le haría ningún bien al ser humano. Por eso, Jesús incluyó el elemento sorpresa; y el énfasis que la Biblia da no es a la fecha, sino a la preparación del ser humano para encontrarse con el Señor.
Haz de este día un día de preparación, recordando que, aunque no sabemos el día ni la hora de la venida de Cristo, todo indica que estamos viviendo los últimos tiempos de nuestra historia en esta tierra.

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón