sábado, 29 de agosto de 2009

EN LAS MANOS DE DIOS

Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio (Filipenses 1: 9).

Hija —me dijo mi madre mientras llenaba el formato de par­ticipación en la iglesia—, ¿no señalaste en qué quieres ayudar? —No importa, si Dios quiere que le sirva, él me lo hará saber —le contesté. Ese sábado sentí algo de tristeza al verme sentada en las bancas de la iglesia todo el tiempo. Pero miré a mi alrededor y entonces me pregunté: «¿Cuándo participaría alguien como yo en las actividades de la iglesia, si hay tantas personas talentosas? ¿En qué podía participar?» Hablé con Dios y le comenté mis profundos deseos de servir en su iglesia. Suspiré y quedó allí mi anhelo. No recuerdo cuánto tiempo pasó,-pero un sábado de mañana, durante la Escuela Sabática, una hermana me mandó llamar. De una manera amable se presentó, me sonrió y me preguntó mi nombre. Luego dijo que había estado observándome y que quería invitarme a servir al Señor en el diaconado. Inmediatamente vino a mi mente aquel pensamiento de varios sábados atrás. Entonces sentí una gran emoción, un gran nudo en la garganta me impedía hablar. ¡Dios respondió mis oraciones! ¡No podía creer que llegara tan rápido! Ese día me sentí muy especial, además comprendí que cuando te pones en las manos de Dios de todo corazón, siempre te dará una respuesta. Ha pasado el tiempo y hasta el día de hoy he servido a Dios como diaconisa durante tres años. Para mí, servir a mi Padre celestial es como una ofrenda de agradecimiento por todo lo que me ha dado. Me he dado cuenta que la disposición humana en las manos de Dios hace maravillas. Te invito a ponerte en las manos de Dios para prestar un servicio de agradecimiento a él.

Grícelda Bustamante Echavarrí
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

LA HONRADEZ ES LA MEJOR POLÍTICA

Que me protejan mi honradez y mi inocencia, pues en ti he puesto mi confianza. Salmo 25: 21

Warren Clark y su socio habían trabajado duro para levantar una próspera compañía de seguros. Pero cuando una sociedad mayor les ofre­ció un buen precio por su negocio, decidieron que la competencia sería demasiado dura y aceptaron la oferta. Después de unos años, Warren abrió otra compañía de seguros. Pero cuando los ejecutivos de la sociedad se enteraron, le dijeron que no podía hacerlo. Dijeron que había prometido que nunca más volvería a vender seguros. —¿Dónde se dice eso en el contrato? —preguntó Warren. —No está escrito —admitió uno de los ejecutivos—. Pero era un acuerdo verbal, tan vinculante como los escritos. Warren dijo que él nunca había prometido quedarse al margen del negocio de los seguros. Por tanto, la sociedad lo demandó. Después de escuchar a ambas partes, el juez habló. —En este caso, todo se reduce en saber quién dice la verdad —dijo—. Antes de dictar sentencia, les contaré una historia. Hace años, asistí a un campeonato de golf en el que competía el Sr. Clark. En uno de los hoyos, su bola de golf fue a parar a unas hierbas. Para sacarla de ahí y hacer que llegara al green, le dio un golpe. Luego hizo un putt. Todos pensaron que había ganado la partida. Pero él le dijo al juez que había dado un golpe en falso, lo que añadía uno a su marcador. El Sr. Clark dijo la verdad cuando no tenía ninguna necesidad. Por eso me inclino a pensar que también ahora dice la verdad. Fallo a favor del demandado. ¿Cómo es tu trayectoria a la hora de decir la verdad? ¿Siempre eres honrado, a pesar del costo que esto pueda tener?

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

ÉL VIVE

Entonces Jesús les dijo: «No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos para que vayan a Galilea y allí me verán». Mateo 28: 10

Es fácil imaginar lo que los discípulos sintieron cuando Jesús murió. Se habían hecho muchas ilusiones de lo que llegarían a ser cuando él fuera coronado rey. Estaban tan emocionados que con frecuencia discutían acerca de las posiciones que ocuparían en su reino. Habían escuchado de sus labios las cosas más maravillosas increíbles. Con sus propios oídos lo habían escuchado ordenar a los muertos salir de sus tumbas. Lo habían visto sanar leprosos, dar vista a los ciegos y calmar la tempestad. Se consideraban los mortales más afortunados. Estar relacionados con Jesús era un honor. Sus esperanzas eran muy grandes. De repente, todo se vino abajo. Ahora estaba muerto, colgado de una cruz. ¿Cómo había podido ocurrir aquello? Estaban confundidos, llenos de temor, con un dolor incomprensible oprimiéndoles el corazón. Lo único que hacían era llorar. Los días que Jesús estuvo en la tumba fueron días de horrores. Habían perdido su fe y todas sus esperanzas. Su estado de ánimo fue perfectamente descrito por los dos discípulos de Emaús: «Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel» (Lúe. 24:21). Sin embargo, una vez más los acontecimientos cambiaron de repente. De nuevo lomaron aliento y el gozo se instaló de nuevo en sus corazones. Todo se debió a un mensaje que recibieron. Alguien llegó proclamando a gritos un mensaje: «Él vive. Vive, Gloria a Dios! Jesús ha vencido a la muerte». ¿Qué produce ese mensaje en nuestro corazón? ¿Qué sucede en nosotros cuando comprendemos que él vive? Para la humanidad la muerte es el punto final ineludible, Pero todo cambia cuando llega la gran noticia, la mejor noticia que jamás se ha dado ni el universo: Jesús vive. Porque él vive, ese hijo que descansa en la tumba se levantará. Porque él vive, ese esposo que duerme el sueño de los justos volverá al hogar. Porque él vive, la muerte no tiene por qué atemorizar. Porque él vive, el cáncer ya no es el final, y pronto desaparecerá. Porque él vive, nos volveremos a reunir con todos los seres amados que descansan en los sepulcros. Porque él vive, el dolor, las lagrimas y todo aquello que nos aflige, muy pronto se terminará y pronto estaremos disfrutando de la dicha eterna. Salta de gozo, deja a tu corazón latir emocionado porque ahora el futuro es brillante, y di: «Jesús resucitado está en el mundo hoy. Los hombres no lo creen, mas yo seguro estoy. Jesús, Jesús mi Cristo vive hoy amándome, mirándome. Conmigo va el Señor».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.