jueves, 25 de marzo de 2010

POR EL BUEN CAMINO

Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. Proverbios 3:6.

¿Tienes identificados tus caminos? Cómo cada persona, construyes tu camino con tus decisiones. Cada camino en nuestra vida nos conduce a un viaje de desarrollo, crecimiento y servicio, hasta llegar a nuestro destino.
Está el camino mediante el cual buscamos consejo, discutimos con otros para enriquecer nuestras opiniones. Reconocer a Dios significa no querer ser «sabio en tu propia opinión» (vers. 7).
El camino del mal, ese al que somos llevados algunas veces por nuestros amigos, o al que nos aventuramos por decisión propia. Camino en el cual no podemos asegurarnos la compañía de Dios y por lo tanto no lo reconocemos. La orientación es: «Huye del mal» (vers. 7).
Luego está el camino por medio del cual utilizamos nuestros recursos. El trabajo es el ejercicio de la profesión, mediante él percibimos dinero y obtenemos bienes materiales. Es importante reconocer a Dios en este camino para honrarlo con nuestros bienes (vers. 9, RV95).
Algunas veces transitamos por caminos de dificultades, de vicisitudes, de problemas. Comenzamos a dudar de Dios, a buscar a quién echarle la culpa. Reconocer a Dios en este camino significa no dudar de su amor, porque su relación con nosotros es «como corrige un padre a su hijo querido» (vers. 12).
Está también el camino mediante el cual creces intelectualmente. El camino de la educación, ya sea que la adquieras en la escuela o que la obtengas por tu propia cuenta, házte cargo de tu desarrollo y actualización profesional. Reconocer a Dios en este camino significa que tu horizonte del saber se extiende más allá de la obtención de información, y busques la verdadera sabiduría. Esa sabiduría que el autor de los Proverbios, el rey Salomón, sabía muy bien que provenía de Dios, y que aquí califica como «árbol de vida».
Y finalmente está el camino del servicio a los demás. Reconocer a Dios en este camino significa no negarse a hacer el bien (vers. 27).
Reconocer a Dios en todos los caminos tiene una gran recompensa: «Al acostarte, no tendrás temor alguno» (vers. 24).
«Cristo dice a cada uno de los que se ocupan en su obra: "Estoy a tu mano derecha para ayudarte"». MJ 99


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

¿CUÁL ES EL MÉRITO?

Y sí es por grada, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería grada (Romanos 11: 6).

Se ha estudiado la dinámica de la justificación, es decir, cómo funciona en la vida práctica el hecho de ser justificados por Dios. Lo hicimos con el propósito de determinar cuál es la parte que los seres humanos deben desempeñar en el proceso. Porque, aunque la justificación se puede dar en un instante, hay un proceso mental que nos lleva a ella.
Hemos visto que para alcanzar la justificación debemos tener convicción de pecado. Es decir, reconocer nuestra condición y nuestros actos pecaminosos. Vimos que no podríamos hacerlo si no fuera por el Espíritu Santo, que produce este convencimiento. Consideramos el asunto de la fe, y vimos que es un don de Dios que nos capacita para creer que Jesús nos puede ayudar. También vimos que junto con la convicción de pecado, viene la contrición, que es el dolor que se experimenta cuando nos damos cuenta de que hemos pecado contra Dios, esto también lo produce el Espíritu de Dios en el corazón humano. Luego consideramos que el Espíritu nos lleva al arrepentimiento; y que si no fuera por él, caeríamos en un arrepentimiento falso. Hablamos de la confesión, que es la obra divina que nos ayuda a emanciparnos del pecado y a solucionar el pernicioso complejo de culpa. Finalmente, discurrimos sobre el perdón y lo maravilloso que es tener a un Dios que perdona cualquier pecado, y nos limpia del mal. Allí, sin embargo, reflexionamos sobre el pecado que Dios no puede perdonar, y lo que eso significa en la experiencia humana.
Al hacer esta síntesis, nos damos cuenta de que Dios es el que produce todo. Para que el ser humano pudiera ser redimido, Dios tenía que buscarlo; como el hombre no puede volver a Dios por sí solo, el Señor tiene que habilitarlo; como no tenía con qué pagar la deuda, Dios se la perdona. ¿Cuál es, entonces, nuestra responsabilidad? ¿Qué es lo que los seres humanos tenemos que hacer? Hay una sola cosa que tenemos que hacer: Aceptar lo que Dios nos da y rendir nuestra voluntad a él.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C