martes, 23 de abril de 2013

LA CIUDAD DE UR

Lugar: Irak 
Palabra de Dios: Génesis 11:31, DHH

¿Has oído de una ciudad llamada Ur? Fue una de las más antiguas ciudades de la Mesopotamia. La Biblia la menciona en Génesis 11: “Taré salió de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán, y llevó con él a su hijo Abram, a su nieto Lot y a su nuera Sarai" Abram y Sarai recibieron más tarde los nombres de Abraham y Sara, y Ur era la ciudad de la cual venían.
Varios miles de años más tarde, en 1922, un arqueólogo llamado Charles Leonard Woolley excavó a lo largo del Río Éufrates, esperando encontrar algo de importancia bíblica. No le llevó mucho tiempo desenterrar artefactos importantes de la antigua ciudad de Ur, incluyendo las ruinas de un templo sumerio, de alrededor del año 2.600 a.C.
El señor Wolley también descubrió algunas de las cosas espantosas que practicaban los sacerdotes de esa época, incluyendo sacrificios humanos. No sorprende, entonces, que el Señor haya querido que Abraham se diferenciara del pueblo que lo rodeaba y que fuera un ejemplo vivo de cómo son los verdaderos adoradores de Dios.
El descubrimiento de Ur fue un hallazgo asombroso, porque anteriormente los antiguos sumerios solo eran conocidos como un mito o una leyenda. Ahora, la arqueología ha probado que realmente existieron. La Biblia no estaba inventando cosas, cuando mencionó la ciudad de Ur.
Podemos estar completamente seguros de que la Biblia contiene la verdad. Es la Palabra de Dios. Y, al seguir sus enseñanzas, nosotros también podemos diferenciarnos de la gente que nos rodea y ser ejemplos vivos de cómo son los verdaderos adoradores de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

CUANDO SE DISPARAN LAS ALARMAS

Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. [...] Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio. Proverbios 21:9,19.

La ira es una de las emociones negativas que más daño puede causar. Algunos pretenden justificar sus arranques de ira diciendo que lo que la hizo detonar estaba justificado. Tal resulta el caso de una mujer que en la fila del supermercado siente atropellados sus derechos cuando otra clienta toma un lugar antes que ella, aunque haya llegado después. Este mero hecho es suficiente para que una persona aparentemente tranquila se levante en cólera y, sin importar la presencia de otros, insulte y agreda sin pensar en las consecuencias.
Cuando alguna circunstancia tan frecuente como la que acabo de describir nos hace perder la tranquilidad y la cordura y altera nuestro ánimo, estamos en peligro. La ira incontrolada puede causar daños severos a nuestra salud y no solamente eso, la tranquilidad y el ánimo de los que nos rodean también se verán afectados. Por si fuera poco, perderemos la admiración y el respeto de nuestros seres queridos y quizás nuestra propia autoestima quede seriamente dañada.
Las demandas y presiones del hogar, que son muchas, pueden hacer que la madre y esposa llegue a manifestar estados de ánimo cargados de ira explosiva. La madre que se siente impotente ante el llanto de un bebé y en consecuencia lo trata con agresividad y le grita, puede estar al borde de cometer un delito mayor sin darse cuenta.
Cuando nuestra ira se desborda, corremos el riesgo de volvernos violentos, por eso es tan vital que desarrollemos estrategias para deshacernos de ella lo más pronto posible. El apóstol Pablo advirtió: «Si se enojan, no pequen» (Efe. 4:26). Lo que significa que, como toda emoción, no estamos exentas de experimentarla. Pero se convierte en un pecado cuando nos acostumbramos a ella y es el único recurso que usamos para expresar los desacuerdos.
Amiga, si tus relaciones con los demás se deterioran por tu propensión al enojo y a la furia, clama al Señor para que dulcifique tu carácter y lucha con fuerza denodada para no sucumbir ante ella. ¡Dios responderá tu oración!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL SONREÍR?

La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable lo alegra (Proverbios 12:25).

Te has preguntado alguna vez por qué sonreír con naturalidad es tan difícil cuando alguien te lo pide? La sonrisa es una de las acciones más naturales del ser humano. Cuando te encuentras con una persona a la que amas o que le da mucho gusto ver, tu rostro se ilumina sin esfuerzo alguno con una sonrisa maravillosa y perfectamente natural. Si alguien tiene la fortuna o el tino de tomarte una fotografía en ese momento, tu rostro se verá realmente atractivo. ¿Qué pasa, sin embargo, cuando alguien te pide que sonrías? En estos casos tu sonrisa suele aparecer forzada y diferente; es decir, poco natural. Paradójicamente, este acto tan natural es muy difícil de producir a demanda. ¿Por qué?
Los neurólogos nos dicen que la razón es muy simple. Estos dos tipos de sonrisa se originan en regiones diferentes de nuestro cerebro y solo uno de ellos tiene un circuito especializado en sonrisas. La sonrisa espontánea se produce en el ganglio basal, que es un racimo de células que se encuentra entre la corteza superior del cerebro y el tálamo. La sonrisa a demanda se coordina en la corteza motora, en la parte frontal del cerebro que se dedica a coordinar movimientos voluntarios especializados, como peinarse o tocar el piano. El problema es que sonreír es un acto realmente complejo. Requiere una orquestación cuidadosa de docenas de pequeños músculos faciales en la secuencia correcta. Es tan complejo como querer tocar una pieza de Rajmáninov sin haber tomado lecciones de piano. No es de extrañar, entonces, que fracásemos miserablemente cuando alguien nos pide que sonriamos para una foto.
Esto nos ayuda, por ejemplo, a explicar por qué para algunos la religión es un asunto tan natural y simple mientras que para otros es extraordinariamente complejo. La razón es que las dos formas de vivir la religión se originan en lugares diferentes de nuestro ser y solo uno de ellos tiene los elementos necesarios para producirla. Toda religión verdadera, toda obediencia genuina, proviene del corazón. Es una respuesta de amor al amor sorprendente y admirable de Dios. Este amor produce una obediencia natural e irradia un gozo genuino. La religión que no proviene del corazón, sin embargo, es tan poco natural como cuando te piden que sonrías a la cámara.
Si la religión se te complica un poco, el problema no está en tu fuerza de voluntad, sino en tu corazón. Hoy dile sí al amor de Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

CÓMO JESÚS ENSEÑÓ LA VERDAD

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3.

Si Cristo hubiera creído que era necesario, habría abierto ante sus discípulos misterios que habrían eclipsado y marginado todos los descubrimientos de la mente humana. Podría haber presentado detalles respecto de cada tema que habrían ido más allá del razonamiento humano, y sin embargo no habrían tergiversado la verdad de ninguna forma. Podría haber revelado lo desconocido, aquello que habría desafiado la imaginación y atraído los pensamientos de generaciones sucesivas hasta el cierre de la historia de la tierra. Podría haber abierto puertas a los misterios que la mente humana había tratado en vano de dilucidar. Podría haber presentado a hombres y mujeres un árbol de conocimiento del que podrían haber cosechado por las edades; pero esta obra no era esencial para la salvación de sus almas, y el conocimiento del carácter de Dios era necesario para sus intereses eternos...
Jesús, el Señor de la vida y la gloria, vino a plantar el árbol de la vida para la familia humana e invitar a los miembros de una raza caída a comer y estar satisfechos. Vino a revelarles lo que era su única esperanza, su única felicidad, tanto en este mundo como en el venidero... Él no permitiría que nada apartara su atención de la obra que vino a hacer...
Jesús vio que el pueblo necesitaba que su mente fuese atraída hacia Dios para que se familiarizaran con su carácter y obtuvieran la justicia de Cristo representada en su santa ley. Él sabía que era necesario que todos tuvieran una representación fidedigna del carácter divino, para que no fuesen engañados por las tergiversaciones de Satanás, quien había proyectado sus sombras infernales sobre el camino de ellos, y en sus mentes había revestido a Dios con sus propias características satánicas...
Por grandes y sabios que hayan sido considerados los maestros del mundo en sus días o en los nuestros, en comparación con él [Cristo] no pueden ser admirados; porque toda la verdad que enunciaron en realidad se originó en él, y todo lo que provino de cualquier otra fuente era una necedad. Incluso la verdad que pronunciaban ellos, en su boca [de Cristo] adquiría belleza y gloria, porque él la presentaba en su sencillez y dignidad.— Signs of the Times, 1 de mayo 'de 1893.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White