jueves, 3 de diciembre de 2009

¿DÓNDE SE HALLARA LA SABIDURÍA?

Pero ¿dónde se halla la sabiduría? […] «Aquí no está», dice el océano. «Aquí tampoco», responde el mar (Job 28:12-14).

El ser humano tiene el deseo de desarrollarse como persona y de trascender. Lo que realizamos en la vida se genera a partir del pensamiento; luego se traduce en comportamiento, sentimientos y actitudes. Se cuenta que cierta vez el viento formó una pequeña ola. Una vez formada, la ola miró a su alrededor y vio otras, enormes y majestuosas, que se arrastraban por la arena hasta alcanzar las raíces de las palmeras.
-¡Oh, que desgraciada soy! –se dijo la ola pequeña-. Yo apenas llegaré hasta la orilla.
Luego vio otras olas que rompían contra las rocas en un magnifico estallido de agua y espuma.
-¡Oh, que insignificante soy! –insistió la ola-. Yo apenas salpicaré algunas gotas.
En eso estaba cuando una ola pasó a su lado y, al escuchar sus lamentos, le dijo:
-Tu problema es que no has visto todavía tu «verdadera naturaleza».
No sabes lo que eres y por eso piensas que sufres.
-¿No soy acaso una ola? –preguntó la pequeña ola-. Entonces, ¿qué soy?
-La ola es solo tu forma temporal, pero en realidad eres agua.
-¿Agua?
-Así es, eres agua. Eres parte del inmenso mar al que no puedes medir.
Cuando descubras que tu esencia es agua, entonces comprenderás lo que es ser una ola y tu sufrimiento desaparecerá.
Todo lo que realizamos en la vida se inicia con una imagen mental. El poder de la mente es tan fuerte que el organismo se adapta a los estados internos que mantenemos. ¿Por qué compararse cuando tú sabes que eres única a los ojos de Dios? ¿Por qué pensar que eres insignificante cuando tú decides cómo quieres ser? Recuerda que la felicidad, la belleza y bienestar no están en las cosas, sino en los ojos de quien los mira. Cristo dio su vida por ti porque tiene una gran estima por tu persona.

Blanca Dalila Ramírez de Góngora
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

COMIDA PARA LA MENTE

Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. Romanos 8:5.

El Kea es un papagayo de color ver oliváceo que vive en Nueva Zelanda. Hace dos años gozaba de una existencia apacible, alimentándose de frutas y semillas. Pero, a medida que la gente empezó a esparcirse por el territorio, la dieta del ave empezó a cambiar.
Muchos de los primeros colonos tenían grandes rebaños de ovejas. El cordero era un alimento popular en Nueva Zelanda. Cuando los granjeros mataban una oveja para obtener su carne, se quedaban con las partes comestibles y arrojaban las que no querían. Los keas empezaron a habituarse a comer la carne de desecho. Pronto perdieron todo interés por su antigua dieta y empezaron a desarrollar un fuerte deseo por la grasa de los riñones de oveja.
Insatisfechos por tener que esperar los desechos de los mataderos, los keas empezaron a atacar las ovejas mientras pastaban en los prados. Los granjeros tuvieron que proteger sus rebaños de los pájaros asesinos y empezaron a disparar a cada kea que veían. El que una vez fue un pájaro amable se había convertido en un peligroso enemigo.
Con el tiempo la naturaleza del kea cambio a causa de su dieta. Y, también con el tiempo, lo que alimente su mente cambiará la naturaleza del hombre.
Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa. Pero cuando somos cristianos Jesús entra para vivir en nosotros y nos ofrece una naturaleza parecida a la suya.
Lo que permitimos que entre en la mente determinará que naturaleza se refuerza. La próxima vez que tomes un libro, enciendas la radio o veas la televisión, piensa qué naturaleza alimentas.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

EXAMÍNATE LOS OJOS

Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? Mateo 6: 23.

Jesús está profundamente preocupado por nuestros ojos. Esto lo podemos comprobar en la desconcertante declaración que hizo y que está registrada en Mateo 6: 22, 23: «La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?» En otras palabras, Jesús nos dice que la manera en que vemos la realidad que nos rodea determina si estamos en tinieblas o no. Nuestro Señor afirma que el ojo es la lámpara del cuerpo y que un ojo bueno transmite plenitud de luz al alma.
Examínate los ojos. El ojo maligno acarrea tinieblas; no ve la misericordia de Dios como algo hermoso, sino que lo ve a él como un amo severo, exigente e injusto. El ojo maligno ve en el dinero algo más atractivo que Dios; su imagen está distorsionada; no ve la realidad tal cual es.
¿Cómo es el ojo bueno que nos llena de luz? Un ojo bueno es un ojo que hace valoraciones sabias, un ojo con criterio. Ve la belleza y la fealdad, detecta lo que es de valor y lo que es despreciable, discierne lo que es deseable y lo que es indeseable. Es un buen guía en el camino hacia la luz.
Si tu ojo es bueno, te gozará con el Dios de tu salvación, verás la iglesia como la comunidad de los hijos de Dios y desearás permanecer en ella. Verás la Biblia como la carta de amor de Jesús y será para ti un deleite estudiarla. Verás el diezmo como la renta del evangelio y te gozarás en devolverlo para promover a Jesús. Las cosas de arriba serán más atractivas que las de la tierra. Verás a tu esposa como la que Dios buscó para ti y estarás complacido con ella.
El ojo bueno es un ojo excepcional. Tiene un tesoro: el mismo Dios. Cuando tenemos ese don, nuestra vida se llena de luz.
Hoy debes preguntarte: «¿Cómo están mis ojos? ¿Percibo correctamente la bondad de Dios? ¿Detecto su dirección para mi vida, para su iglesia, para su obra?» Sé vigilante; no seas superficial ni negligente o descuidado en este asunto. Esfuérzate, lucha, pelea por mantener tus ojos en buen estado. Haz lo que sea necesario para ver a Dios como lo supremo, lo más valioso y deseable.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.