«El justo come hasta calmar su apetito; los impíos tienen un vientre insaciable» (Proverbios 13:25).
A Lucifer no le faltaba absolutamente nada. Sin embargo, de manera inexplicable, dejó entrar en su cabeza el germen que destruye la condición óptima de un individuo, a saber, la insatisfacción. De pronto, le pareció poco todo lo que tenía. Ya no se sentía satisfecho en medio de aquel ambiente perfecto, como parte de la sociedad modelo y disfrutando de mejores privilegios. Pero así es la insatisfacción. Te hace sentir un miserable en medio de una situación muy agradable.
Lucifer perdió el propósito de su existencia. Ahora se sentía frustrado. Ya no era feliz. Las mismas actividades que antes le producían una profunda complacencia ahora le resultaban decepcionantes. La carencia de sentido lo fue llevando a sentirse incomprendido, menospreciado e ignorado por los habitantes del reino de los cielos, especialmente por el Padre celestial y Jesucristo. En su corazón empezó a crecer un fuerte resentimiento hacia algunas actitudes para con Jesús, que él interpretaba como «injusticias». Ahora ya no le bastaba su lugar privilegiado en la corte celestial, ni sus talentos, ni la admiración que gozaba de ángeles, serafines y querubines. Ahora quería más. La presencia divina empezó a ser fuente de incomodidad, inconformidad y críticas.
Aquel ser primoroso y lleno de belleza se convirtió en el adversario del Padre celestial. Su corazón se llenó de odio. El resentimiento se convirtió en el motor de sus acciones. La insatisfacción pasó a ser su principal característica. A partir de entonces, trató de destruir la felicidad del resto de los seres creados. Si él no era feliz, ¿por qué los demás iban a serlo?
Hoy, millones de jóvenes viven sembrando en sus corazones el germen de la insatisfacción. Los convence de asumir actitudes que los hacen profundamente infelices, como lo es él. Los incomoda con el color de su piel, las facciones de su rostro, su estatura; los hace sentir miserables por su origen étnico; los motiva a despreciar todo aquello que antes les brindaba felicidad: su familia, sus amigos, su iglesia. Además, les infunde una codicia obsesiva hacia lo que otros tienen: el dinero, los automóviles, la ropa, el placer, la popularidad. Incluso, hay a quienes viven obsesionados con el sexo. ¡Nunca es suficiente! Siempre falta algo.
En este día, siéntete satisfecho con lo que Dios te da. Disfruta lo que tienes. Acéptate como eres. La felicidad es un don de Dios, pero aceptarla es una decisión que está hoy en tus manos. ¡No dejes que nadie te la arrebate!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020