El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios (S. Juan 3: 36).
Dios creó el universo para gozarse con toda su creación. Todo fue planeado perfectamente. Sin embargo, una de sus criaturas se reveló. Lucifer, el ángel de luz, mostró evidencias de ser el primero en quebrantar toda una esperanza que Dios tenía para sus hijos. Como el amor de Dios es tan grande, no lo destruyó, más bien, lo dejó revelar su carácter. El Señor respeta el libre albedrío que nos da, el cual nos permite tomar nuestras propias decisiones. Fue así como Lucifer, el Lucero de la mañana, se convirtió en Satanás, el Adversario, quien engañaría a un gran número de ángeles para rebelarse en contra del Padre celestial. Todos ellos serían expulsados del reino de los cielos y arrojados en este mundo. Satanás logró engañar a Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Qué dolor para el Creador! No era así como lo había planeado. Ahora tenemos un Padre triste porque sus hijos le fallaron. Después la primera pareja sintió un dolor equivalente cuando uno de sus hijos mató a su hermano. Estos padres también tenían la esperanza de que algún día todo se solucionara. Pero conforme pasó el tiempo el pecado se consolidó en el corazón humano. El pecado adquirió formas espirituales, emocionales, rituales, entre otras. Pronto se convirtió en el centro de la vida de la sociedad. Gracias a Dios que ideó un plan extraordinario para que hubiera solución a esto. Tanto amó el Señor al mundo que no escatimó el precio por la humanidad: estuvo dispuesto a aceptar que su Hijo único en su especie se diera en sacrificio en pago por el pecado; fue así como renacía la esperanza de redención en todo aquel que acepta al Salvador (Juan 3: 16). Si ya estamos cansadas de este mundo, si el pecado que nos asedia está latente en nuestra vida hagamos todo porque esto se acabe, no repitamos la historia. No importa que hayamos cometido «pequeños» o «grandes» pecados, Dios nos ama, espera que creamos en él y seremos salvas. Gracias a la muerte de Jesús hay esperanza para el pecador. No lo olvides: la esperanza es Jesús.
Dios creó el universo para gozarse con toda su creación. Todo fue planeado perfectamente. Sin embargo, una de sus criaturas se reveló. Lucifer, el ángel de luz, mostró evidencias de ser el primero en quebrantar toda una esperanza que Dios tenía para sus hijos. Como el amor de Dios es tan grande, no lo destruyó, más bien, lo dejó revelar su carácter. El Señor respeta el libre albedrío que nos da, el cual nos permite tomar nuestras propias decisiones. Fue así como Lucifer, el Lucero de la mañana, se convirtió en Satanás, el Adversario, quien engañaría a un gran número de ángeles para rebelarse en contra del Padre celestial. Todos ellos serían expulsados del reino de los cielos y arrojados en este mundo. Satanás logró engañar a Adán y Eva en el huerto del Edén. ¡Qué dolor para el Creador! No era así como lo había planeado. Ahora tenemos un Padre triste porque sus hijos le fallaron. Después la primera pareja sintió un dolor equivalente cuando uno de sus hijos mató a su hermano. Estos padres también tenían la esperanza de que algún día todo se solucionara. Pero conforme pasó el tiempo el pecado se consolidó en el corazón humano. El pecado adquirió formas espirituales, emocionales, rituales, entre otras. Pronto se convirtió en el centro de la vida de la sociedad. Gracias a Dios que ideó un plan extraordinario para que hubiera solución a esto. Tanto amó el Señor al mundo que no escatimó el precio por la humanidad: estuvo dispuesto a aceptar que su Hijo único en su especie se diera en sacrificio en pago por el pecado; fue así como renacía la esperanza de redención en todo aquel que acepta al Salvador (Juan 3: 16). Si ya estamos cansadas de este mundo, si el pecado que nos asedia está latente en nuestra vida hagamos todo porque esto se acabe, no repitamos la historia. No importa que hayamos cometido «pequeños» o «grandes» pecados, Dios nos ama, espera que creamos en él y seremos salvas. Gracias a la muerte de Jesús hay esperanza para el pecador. No lo olvides: la esperanza es Jesús.
Elizabeth Suárez de Aragón
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor